FOTOS: Maika Salguero

Las 'martas' vizcaínas: «Nos marchamos a Australia a la buena ventura»

Tres mujeres que emigraron al otro lado del mundo en los 60 relatan su experiencia con motivo del homenaje que se les ha tributado en Gernika

Viernes, 10 de marzo 2023, 18:28

La peripecia de los vascos que emigraron a cortar caña en Australia es uno de los episodios menos conocidos de nuestra diáspora. Pero hay otro que todavía ha pasado más desapercibido, y es precisamente el de las mujeres, muchas de ellas también vascas, que siguieron ... sus pasos pocos años después como parte de un programa suscrito por los gobiernos de España y Australia y auspiciado por la Iglesia. Lo llamaron Plan Marta, y por eso a aquellas jóvenes audaces que marcharon al otro lado del mundo a principios de los 60 les ha quedado ese sobrenombre, las 'martas'. Muchas no sabían siquiera dónde quedaba exactamente Australia (algunas discutían en el viaje sobre si estaba «arriba o abajo») y la mayoría tampoco tenían claro el trasfondo del programa: viajaban con contratos para trabajar en el servicio doméstico, pero la idea era que acabasen emparejándose con aquellos hombres solos que se dejaban los brazos en las 'farmas', las explotaciones azucareras.

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El Ayuntamiento de Gernika ha acogido hoy un homenaje a estas mujeres, que arrancó a los sones de 'Volver', el tango del retorno, y concluyó con 'Waltzing Mathilda', la canción que todos los australianos llevan grabada en el corazón. Entre una y otra melodía ha habido una hora de emoción y bastantes lágrimas. Tres de las ocho 'martas' presentes en el acto relatan aquí su experiencia.

  1. Nieves Zubikarai

    «Las mujeres o se casaban o se bajaban para Sídney»

Nieves, de Ondarroa, se trasladó a Australia menos a ciegas que muchas compañeras de viaje, porque unas conocidas de su pueblo le habían informado de que allí «se ganaba bien». Así que se animó a emprender la incierta aventura. «Cumplí los 22 en el convento de Madrid donde pasamos un mes antes del viaje, limpiando escaleras y yendo a misa. Después nos montamos en el avión de Qantas, la compañía australiana, y nos fuimos para allí, primero a Sídney y después en tren para el norte». Como si hubiese ocurrido ayer, Nieves recuerda que una amiga suya, Josefina, era «más decidida» y se iba a comer en el vagón restaurante, pero a ella le daba vergüenza y se quedaba en su asiento, con algo de chocolate que llevaba. Australia le reservaba una sorpresa: «Resultó que tenía allí unos primos y no lo sabía. En tiempos de la guerra, el padre había escapado a Francia y después se habían trasladado allí».

«Yo iba con un contrato. Si no, no había trabajo: para los hombres sí, pero las mujeres o se casaban o se bajaban para Sídney», relata Nieves, que estuvo planchando en una casa («el marido era ingeniero de caminos y tenían un coche más grande que la puñeta») y encontró empleo primero en una panadería («hacíamos 'pies', pasteles de carne que los niños comían en el colegio») y después en una frutería: «Yo estaba poniendo la fruta, pero el dueño, que era italiano, me dijo que despachara». ¿Y ya se defendía en inglés? «No, no, ¡despachaba en italiano! Eran todos los clientes italianos».

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En una de las fiestas playeras que organizaban en las veraniegas Navidades del hemisferio sur, Nieves conoció a Tomás, un carpintero de Ajangiz con el que se casó seis meses después. En casa, como tantas otras parejas de la diáspora, hablaban en euskera. Allí tuvieron dos hijos, Clara y Tommy, que ya habían cumplido los 12 y los 10 cuando la familia regresó por fin: «Había una persona que me decía que, teniendo ya nuestra casa, no iba a volver, pero es ella la que se ha quedado –sonríe Nieves–. Aquí tenía a mi madre y la echaba mucho de menos. Australia me parecía un sitio aburrido, con la gente siempre en casa y cenando a las cinco: una vez volvimos allí de vacaciones para tres meses y nos vinimos a los dos».

  1. Simo Isuskiza

    «Entró una cuadrilla... y los conocíamos del baile de Portugalete»

Ha pasado una vida entera, pero Simo sigue manteniendo la discreción sobre por qué se marchó a Australia con su hermana Milagros y su amiga Begoña. Prefiere contarlo todo en tercera persona: «Una tuvo un problema familiar y dijo que se tenía que marchar al extranjero. Y las otras dos le contestaron que la acompañaban». Aquellas jovencitas del barrio bilbaíno de Olabeaga le dieron muchas vueltas a cuál sería el destino ideal: «Queríamos irnos a Inglaterra, pero no teníamos dinero. Acudimos a Emigración y un sacerdote nos informó de que había programas para ir a Canadá y Australia. Elegimos Canadá, pero resultó que ya no había plazas, así que... ¿Qué sabíamos de Australia? Que era una isla grande y que habían ido chicos, pero nosotras no fuimos por los chicos ni por dinero, fuimos simplemente para marcharnos de aquí. Era solo por dos años, que pasan enseguida, pero me quedé seis». Las 'martas' tenían motivaciones variadas y, entre ellas, no faltaban las que iban a reencontrarse con enamorados que habían partido años antes a cortar caña. «Algunas llevaban en el equipaje el vestido de novia».

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Simo y compañía estuvieron trabajando ocho meses en un orfanato de Brisbane. «Allí hacíamos de todo: cuidábamos a los niños, cosíamos, limpiábamos... Era una iglesia con unos pabellones y una tanqueta de agua. Llovía mucho, las mujeres iban con los zapatos en la mano, y nos jamaban los mosquitos. Nos animamos a bajar a Melbourne, porque allí el clima era muy parecido al de Bilbao, y cogimos una habitación con derecho a cocina. Allí trabajé en dos sitios: el convento de Santa Ana, que era una residencia para señoritas, y de 'housemaid' en el hotel Southern Cross». Allí también conoció a Ángel, un mozo de Sopela..., o más bien lo reconoció: «Estábamos en el Club Español de Melbourne, entró una cuadrilla de chicos y... los conocíamos del baile de Portugalete». El matrimonio tuvo en Australia a Eguzkiñe, la primera de sus tres hijas. También la hermana de Simo se casó, en su caso con un navarro.

«Nos casamos con la idea de volver. Habríamos sido siempre 'nuevas australianas', porque nuestro inglés era macarrónico, y además echábamos de menos a los padres. Pero Australia me dejó un recuerdo maravilloso. Fuimos a la buena ventura, pero no nos pesó nunca. ¡Lo peor fueron los mosquitos!».

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  1. Basi García

    «Al principio lo pasé mal, pero luego me habría quedado»

Basi nació en Toledo, vivió en Madrid, emigró a Australia y se afincó finalmente en Gernika, donde lleva tantos años que ya se siente vasca. «Éramos tres hermanas y cosíamos día y noche, pero no sacábamos nada. Mi hermana mayor se enteró de que se iban chicas a Australia y nos dijo que se marchaba, pero ella era la que llevaba el taller, así que al final emigramos las dos pequeñas. Creíamos que íbamos a coser, pero nos pusieron a servir en casas separadas», relata. De su primer destino guarda muy mal recuerdo: «No salió bien, porque era una señora que estaba mal de la cabeza. Recuerdo que me llevó a un club y todos los viejitos me sacaban a bailar». Después de pasar por tres casas, acabó encontrando su sitio en un hotel de Melbourne, donde trabajó trece años. «En total, estuve en Australia casi 16».

La conexión vasca llegó en forma de Joseba, un bermeano al que conoció en el Club Español, el lugar donde se cruzaban todos los caminos de la comunidad emigrante. «Luego volví a verlo en el Club Vasco. Al principio no me gustaba, pero insistió mucho. Él había estado cortando caña y luego se metió en un pesquero. Ahora está en una residencia y dice que es un barco». Se casaron, vinieron de luna de miel a Euskadi y aprovecharon para dejar atado ya el retorno definitivo: «Me gustó Gernika y vimos que estaban haciendo pisos en el centro, donde el mercado. Volvimos a Australia, pero le dimos un poder a mi suegro para que nos comprase uno. La verdad es que yo me habría quedado allí: al principio lo pasé mal, pero me hice a aquello. Me acuerdo mucho de Australia».

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«Sois ejemplo de valentía»

El Ayuntamiento de Gernika y tres ciudades australianas rindieron homenaje ayer a las mujeres que emigraron a Australia dentro del Plan Marta. El acto, organizado en coincidencia con la partida, un día como ayer, del primer avión de mujeres hacia las antípodas, tuvo lugar en el salón de plenos de con la presencia de ocho de las más de 700 mujeres españolas que se embarcaron en aquellas expediciones. Norberta y Mercedes Domínguez, Milagros Revuelta, Nieves Zubikarai, Basi García, Edelmira Rada, Simo Isuskiza y Amparo Garihandia recibieron el emotivo tributo en forma de un diploma, insignia y ramo de flores. «Sois ejemplo de valentía», destacó el subdirector general de Ciudadanía Española en el Exterior y Políticas de Retorno del Gobierno central, José Julio Rodríguez. Gorka Álvarez, director para la Comunidad Vasca en el Exterior del Ejecutivo autonómico, hizo hincapié en que las vivencias de estas mujeres «sirven para explicar a las nuevas generaciones que los vascos también fuimos, somos y seremos una sociedad migrante». El alcalde de Gernika, José Mari Gorroño, subrayó «el gran coraje» de estas mujeres. De forma simultánea, las ciudades australianas de Sídney, Melbourne y Canberra rindieron también tributo a aquellas mujeres que no regresaron a su tierra de origen.

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