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Ni tan siquiera sabía por dónde caía Australia en el mapa. «Desconocíamos por completo lo que nos íbamos a encontrar allí, y de inglés no teníamos ni idea, ni una palabra», cuenta la gernikarra Milagros Revuelta. Ella fue una de las 700 mujeres españolas que ... se embarcaron en la aventura de viajar a las antípodas en la década de los sesenta dentro del conocido como 'Plan Marta': un proyecto de migración para mujeres «solteras y católicas» a las que se prometía un billete de avión y dos años de contrato de trabajo como empleadas domésticas en el país de las antípodas. Pero de trasfondo, la idea que se perseguía era que se convirtieran en las esposas de los pastores y trabajadores españoles emigrados años antes a aquel país. Australia, tras salir de la II Guerra Mundial, necesitaba aumentar su población.
Mila no dudó un momento en cargar su maleta y subirse a uno de aquellos aviones. Corría el año 1961 y ella tiene entonces 31 años. «Mi padre se opuso; no quería que me fuera pero una amiga y yo tomamos la decisión de irnos para allí», relata esta vecina de la villa foral, que este año cumplirá 93 años. Alavesa de origen, se despidió de su familia en el pequeño enclave de Apellaniz rumbo al nuevo continente. «Mi padre me acompañó en tren hasta Madrid», cuenta la que en aquellos años ostentaba el cargo de «presidenta del Movimiento de Juventud Obrera Católica (JOC)», detalla.
Del interminable viaje hasta Australia recuerda que «pasé mucho miedo en aquel avión, me parecía que era una caja de metal llena de remaches», dice entre risas. Las mujeres aterrizaron en el Aeropuerto Internacional de Darwin con la incertidumbre de desconocer cómo se escribiría a partir de aquel momento su vida. «No recuerdo cuántas iríamos pero de allí nos trasladaron a diferentes lugares de Australia. Nos repartieron por barracones, donde tuvimos que hacer la vida al principio», señala.
Para entonces, el que sería su futuro marido ya llevaba unos años viviendo en Australia. Ignacio Olano era un «guapo» muxikarra cortador de caña de azúcar. Su historia de amor comenzó «en la casa de unos amigos italianos» poco después de que se trasladara a la ciudad de Brisbane, donde trabajó «por las mañanas, como planchadora en el hospital católico y, por las tardes, cuidaba a los niños de una familia griega», explica.
Mila recuerda bien el primer encuentro con el que luego se convertiría en su marido. «En cuanto entró a la casa de los italianos me escapé; me moría de la vergüenza», se ríe recordando el pudor que sintió. Meses después contrajeron matrimonio. Mila vistió aquel día «un vestido blanco, de largo 'midi», detalla. «En Australia conocía al hombre de mi vida. Fuimos muy felices allí», resume esta gernikarra su aventura en la expedición australiana del Plan Marta.
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