La Central Nuclear de Garoña se convertirá en cementerio nuclear. Ignacio Pérez

Garoña reforzará el blindaje de su cementerio nuclear para evitar fugas durante medio siglo

Levantará un nuevo edificio, en pleno desmantelamiento de la central, donde se controlará la basura radioactiva

Domingo, 13 de noviembre 2022, 00:49

Almacén Temporal Descentralizado (ATD). Esa será la nueva identificación técnica que tendrá el cementerio nuclear en el que se convertirá Garoña y los otros seis reactores del país, después de que el Gobierno haya descartado esta semana la construcción de la planta de Villar de ... Cañas (Cuenca). Un emplazamiento que debía acumular todos los contenedores de residuos de alta actividad de España -los que más tardan en desintegrarse- antes de su enterramiento definitivo en una intrincada galería subterránea de hasta 500 metros de profundidad que en España no se espera hasta el año 2073.

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Para los no versados, es fácil interpretar ese ATD como una suerte de eufemismo. Porque en la práctica el actual espacio de almacenamiento de Garoña, provisional, se eternizará. Como poco, los desechos estarán a 43 kilómetros de Vitoria cinco décadas más. Eso sí, habrá que reforzar la seguridad a tan largo plazo. A tiempo indefinido.

En el caso del recinto de la empresa del Valle de Tobalina la propuesta que el Ministerio para la Transición Ecológica ha trasladado al CSN (Consejo de Seguridad Nuclear) obligará a levantar en cuatro años, y en pleno desmantelamiento, una nueva instalación en las inmediaciones de su almacén; a los pies de esas dos planchas de hormigón (sísmicas) a la intemperie en las que la central apilará los contenedores de todo su combustible gastado.

Así que nuevo edificio, en pleno desmontaje. Y también «medidas adicionales» que «permitan realizar las operaciones de mantenimiento y reparación de sus contenedores para garantizar la función de recuperabilidad», recoge la propuesta del Ministerio que dirige Teresa Ribera.

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¿Y en qué se traduce todo eso? El almacén central de Cuenca, ahora desterrado, iba a estar preparado para el mantenimiento, la gestión y vigilancia de todos los contenedores de residuos de España. Ahora los sistemas se tienen que multiplicar por siete. Por ello, Garoña -como el resto de centrales- han de ser totalmente autónomas. O lo que es lo mismo, si se produjese algún tipo de fallo en uno de los envases, tiene que poder subsanarlo in situ, sin transporte a otro centro. Así que «estará equipada con todo el material, sistemas auxiliares y de seguridad necesarios que permitan recuperar las condiciones normales de diseño», indican desde Enresa, la sociedad pública encargada de la gestión de residuos. Evitar (o frenar) una hipotética degradación de esas enormes cápsulas que pesan más de 70 toneladas.

Más de seis décadas

«Es difícil que se dé (esa degradación) porque los contenedores están autorizados y homologados con un ciclo vital muy largo», aclaran expertos consultados por este periódico. La vida de diseño de los que se han adquirido para Garoña se mueve en los 60 años. Pero por protocolo de seguridad, la «aprobación de diseño» -un examen exhaustivo- se tiene que renovar cada veinte y requiere plácet del CSN. «No es un tema que deba preocuparnos porque todos los problemas de seguridad van a estar contemplados, analizados y valorados por el CSN», tranquiliza Fernando Legarda, catedrático de Ingeniería Nuclear de la UPV.

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Garoña, que en diciembre cumplirá una década sin actividad y que se encuentra en fase de «transición al desmantelamiento», va a ser una de las primeras centrales a las que se le exige tener en funcionamiento este servicio de refuerzo. «La instalación complementaria estará operativa en 2026», se subraya en la última versión revisada del Plan General de Residuos Radioactivos, con fecha del pasado lunes. Antes debería ir Zorita, en «fase final de desmantelamiento», aunque en este caso el Gobierno propone una horquilla de cinco años (2024-2029).

La planta burgalesa simultaneará así la nueva construcción con el trasvase a contenedor del combustible gastado de su piscina, que empezó hace apenas tres meses. En esta etapa se usará el edificio de la turbina «como una especie de taller general» para trabajos ligados al proceso. Años por delante hasta que se pueda dar el salto a la segundo fase: el desmantelamiento del reactor y del edificio que lo alberga. ¿Horizonte de extinción? 2033.

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440 toneladas de uranio

Enresa, que asumirá formalmente la titularidad de la planta el próximo año, adquirió cinco contenedores para Garoña en 2012. Ya los tiene, sólo ha llenado uno y en su interior hay 52 elementos de combustible gastado. Si se tiene en cuenta que su piscina antirradiaciones registraba 2.505 elementos de ese tipo y 440 toneladas de uranio, y que el protocolo de llenado de cada contenedor lleva 160 horas de trabajos... lo dicho, años.

En estos momentos se están construyendo 44 contenedores más que se encargaron a la empresa Ensa en 2020 por 127,6 millones de euros. Pero es que además del combustible gastado, Garoña tendrá que quedarse con todos los residuos que se originen como consecuencia del desmantelamiento de la central y que por sus características no pueden ser almacenados en El Cabril (Córdoba). Allí se depositan los de media y baja actividad, que requieren menos o treinta años para perder su 'carga'.

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Se trata, en general de chatarras y escombros que contienen isótopos radiactivos. En El Cabril hay ya 616 metros cúbicos de este tipo de residuos con 'remite Garoña'. Dentro de la propia instalación quedan 61. Y habrá que sumar todos los que vengan. Así que más contenedores. Enresa calcula que a los 49 dedicados al combustible gastado, tendrá que sumar seis más para residuos especiales. Lleno absoluto en el cementerio pegado al Ebro. ¿Por medio siglo o 'in aeternum'?

La clave

  • Plena autonomía «Estará equipada con material y sistemas auxiliares de seguridad» para reaccionar ante fallos en las cápsulas

  • residuos especiales Almacenará además del combustible gastado residuos generados porel desmantelamiento

2.125 millones más y la elevada factura que pagamos a Francia

El cambio de opinión del Gobierno central ha disparado los costes que tendrá en este país el tratamiento de los residuos nucleares. Con la opción del Almacén Temporal Centralizado (ATC) de Villar de Cañas, el proceso iba a generar una factura de 24.435 millones. Al atomizar los cementerios nucleares la cuenta oficial se elevará a los 26.560. Más de 2.000 millones de sobre coste. «Que haya siete cementerios ahorra riesgos de transporte, pero al tenerlos todos diseminados incrementa riesgos por mantenimiento, gestión y vigilancia», añade Legarda que se refiere a esos otros «parámetros que intervienen de manera contrapuesta». Aunque el catedrático de Ingeniería Nuclear cuestiona, sobre todo, que se haya abandonado «una solución que en su momento se consideró idónea (el ATC)». Y deja en el aire cuestiones como el destino que se dará a los residuos (de Vandellos, pero también de Garoña) depositados en Francia y por los que se paga un 'alquiler' de más de 76.000 euros diarios. Cuando el Gobierno echó el freno a la 'solución Cuenca' (en 2018) el CSN llevaba años trabajando para validarlo. «Apenas le quedaban dos semanas» para dar el 'ok', recuerda Legarda.

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