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Javier Martínez
Valencia
Miércoles, 24 de enero 2024, 09:09
Un mensaje de WhatsApp enviado desde el teléfono móvil del sacerdote asfixiado, cuando acababan de descubrir el cadáver en su domicilio en el centro de Valencia, fue el primer indicio criminal que levantó las sospechas de la Policía. El portero del edificio, el hombre ... que halló el cuerpo sin vida del anciano de 80 años, informó de inmediato a los policías que había recibido un mensaje del religioso, algo imposible porque la víctima estaba muerta en su cama.
La Policía cree que el autor del crimen quería hacer creer a los amigos del clérigo que estaba vivo, y por este motivo habría enviado varios mensajes en los que se hacía pasar por el canónigo y daba a entender que estaría ausente una semana «para resolver unos asuntos personales». Era falso. Según las investigaciones, el anciano ya había muerto por asfixia.
El primer mensaje enviado días antes del hallazgo del cadáver, un breve texto con vagas explicaciones sobre la ausencia del sacerdote, parecía tan creíble como posible, pero el segundo nunca pudo escribirlo el religioso, ya que el portero lo recibió en su móvil cuando acababa de descubrir el cadáver.
Los agentes del Grupo de Homicidios han centrado las primeras investigaciones en el círculo de amistades y conocidos de la víctima, así como en los jóvenes que frecuentaban la casa del clérigo.
Don Alfonso, como le llamaban sus vecinos, era un hombre tan caritativo como confiado y había ayudado en los últimos años a varios jóvenes con antecedentes policiales que trataban de reconducir su vida. Algunos de ellos habían estado en su casa, en el número 22 de la calle Avellanas, y conocían sus costumbres, sus rutinas y hasta su amistad con el portero.
La víctima recibió amenazas, presuntamente, de un joven que llamó varias veces al timbre de su casa porque, al parecer, le debía dinero. Aunque estos hechos ocurrieron hace dos años, los vecinos del edificio habían mostrado su preocupación por este incidente, ya que el chico se mostró muy agresivo incluso con el portero.
El estado de rigidez del cuerpo indica que el religioso podría llevar muerto varios días. Aunque el cadáver no presentaba signos aparentes de violencia como heridas sangrantes, los agentes de la Policía Científica y la forense de guardia sospechan que el sacerdote fue asfixiado.
Los investigadores examinaron de forma minuciosa la cara de la víctima en busca de señales externas de una suspensión de la respiración, y también comprobaron si tenía alguna marca en el cuello.
Tras recibir el aviso de la posible muerte violenta, un equipo de Policía Científica y agentes del Grupo de Homicidios se desplazaron a la calle Avellanas. Los investigadores embolsaron sus pies antes de entrar en la vivienda, que no estaba revuelta, para no contaminar la escena del crimen y buscaron huellas y otros indicios criminales durante varias horas.
La puerta de la casa no había sido forzada, por lo que todo parece indicar que la víctima habría abierto la puerta al hombre que acabó con su vida, o bien este tendría una llave de la vivienda, algo menos probable.
La Policía sospecha que el autor del crimen utilizó luego el teléfono móvil del clérigo para enviar mensajes a personas que lo conocían y simular que estaba vivo. Además del portero, al parecer, hay más personas que habrían recibido estos mensajes de WhatsApp en los últimos días, por lo que los investigadores intentan localizarlas para hablar con ellas y reconstruir las últimas horas de vida del sacerdote.
Los agentes del Grupo de Homicidios tratan ahora de responder a varias preguntas: ¿por qué el autor del crimen querría hacer creer que el canónigo estaba vivo?, ¿pretendía ganar tiempo para huir? o ¿tramaba algo más con astucia y dolo?
La Policía también investiga varias transacciones económicas que la víctima había comentado a un amigo que iba a realizar ante la posibilidad de que hubiera sufrido algún chantaje o estafa bancaria.
Como ya informó ayer LAS PROVINCIAS, el sacerdote Alfonso López Benito, de 80 años de edad, fue hallado muerto el martes por la mañana en su domicilio, una vivienda de la calle Avellanas junto al Arzobispado, con signos de estrangulamiento y otros indicios criminales.
«Era un sacerdote muy afable y jovial. Empatizaba rápidamente con todos, y esto le llevaba a ser muy sensible y cercano con las personas más desfavorecidas», manifestó un amigo de la víctima. Tenía mucha amistad con el cardenal Antonio Cañizares.
Hace cuatro años, el clérigo y sus compañeros de promoción fueron recibidos por el Papa con motivo del 50 aniversario de la ordenación sacerdotal del grupo. En mayo de 2014, el cardenal Cañizares, poco antes de ser designado arzobispo de Valencia, presentó el libro de Alfonso López: 'Las causas de canonización. Comentarios a la instrucción Sanctorum Mater'. En aquel momento, la víctima instruía ya como juez delegado dos causas de mártires valencianos.
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