Menos de la mitad de los profesores afirman estar «ilusionados» con su trabajo

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Esta fotografía explica en buena medida el momento que atraviesa la profesión. Lucas Gortazar, director de Educación de EsadeEcPol publica este martes el informe 'El estado de la profesión docente en España', que, a partir de un amplio abanico de informes y estudios, realiza una completa radiografía de esta actividad. «El profesorado es el factor más determinante de la calidad de los sistemas educativos», recuerda el investigador. Sin embargo, «la ausencia de políticas docentes» ha llevado a una situación en la que, si bien «la profesión no está en crisis», hay elementos «preocupantes».

Uno de los principales factores que han alterado la forma de ejercer la docencia es que «la mayor complejidad del alumnado es un fenómeno real». Cada vez hay más estudiantes de origen migrante, que apenas conocen la lengua de aprendizaje; la pobreza infantil ha subido cinco puntos porcentuales desde 2018; y, tras la pandemia, se ha agravado la crisis de bienestar y salud mental. Uno de cada cinco jóvenes de 15 años afirma sentir ansiedad una vez por semana, cuando hace siete años sólo lo decía el 11%.

El clima de aprendizaje en las aulas también ha empeorado. Así, al menos, lo perciben los estudiantes cuando se les pregunta si hay mucho ruido y desorden en el aula, si hay interrupciones, si las clases tardan mucho en empezar... La percepción de los estudiantes vascos respecto al clima en clase es la más baja de todo el país, según revela el último informe PISA. «No tengo muy claro por qué sucede eso», confiesa Gortazar. «Quizás, con un alumnado cada vez más complejo, las herramientas que antes servían para lograr un mejor clima en clase ya no funcionan».

El informe aborda, asimismo, las condiciones laborales de la profesión. Pese a que son «buenas en general», han «empeorado» en algunos frentes. En Euskadi, por ejemplo, los sindicatos de la enseñanza pública cifran en un 23% el poder adquisitivo perdido desde 2010. Y las cifras de interinidad –sobre todo en los centros donde se concentra el alumnado vulnerable– también son muy altas, lo que afecta de forma negativa a la docencia. Por otro lado, en España también se imparten más horas de clase que la media de la Unión Europea, pero la jornada anual de los docentes es más corta. Eso significa que el tiempo para preparar las clases, hacer seguimiento al alumnado, corregir exámenes, etc. está mucho más comprimido.

Por otro lado, existen algunas carencias en la formación del profesorado, sobre todo a la hora de acceder a la profesión. La nota de corte de Magisterio, que habilita para impartir clase en Infantil y Primaria, es inferior a otras carreras, lo que provoca que acceda alumnado con vocación pero escasa preparación académica. Estos docentes, por ejemplo, tienen un nivel de competencia lectora y matemática más bajo que el de sus compañeros de Secundaria y otros titulados universitarios, según recoge el informe a partir de investigaciones de la OCDE.

En ESO pasa lo contrario. Los profesores en general tienen un nivel académico muy alto porque a menudo provienen de distintas ramas del conocimiento (Ingeniería, Arquitectura, Matemáticas...) y se 'reciclan' con el máster de acceso al profesorado. Eso implica que tienen escasas herramientas pedagógicas y apenas el 28% confiesa sentirse «bien o muy bien preparado» para enseñar en contextos con alumnado de distinto niveles.

En cuanto a las expectativas profesionales, Gortazar recuerda que «no existe una carrera profesional». Es decir, un docente apenas mejora sus condiciones económicas a lo largo de su carrera, más allá de acumular trienios, lo que resta atractivo a la profesión. Esta situación se ve agravada por lo que el investigador define como «cultura del aislamiento». Según datos de la OCDE, apenas el 21% de los docentes vascos son observados por compañeros en el aula y sólo el 13% recibe 'feedback' de agentes externos a la escuela. La media en la OCDE es del 81% y 42%, respectivamente.

Hasta aquí, la radiografía de la profesión. ¿Qué plantea el informe para mejorarla? Varias cosas. En primer lugar, desarrollar un plan de apoyo socioemocional y de refuerzo individualizado en matemáticas y lectura para el alumnado de bajo desempeño y más vulnerable, que costaría 1.200 millones anuales. En Euskadi, Educación ha puesto en marcha un programa de refuerzo que de momento abarca a 3.000 alumnos en estas dos áreas, no necesariamente vulnerables.

En segundo lugar, el experto aboga por «garantizar una mayor estabilidad» en lo claustros. Los procesos extraordinarios de estabilización apuntan en esa línea, ya que la investigación académica demuestra que claustros más estables inciden de forma positiva en el aprendizaje.

Otro elemento sería «elevar el prestigio y el atractivo» del grado de Magisterio. Eso, en opinión de Gortazar, pasaría por elevar la nota de corte, mejorar la formación pedagógica inicial del profesorado de ESO e instaurar un MIR. Esto es, introducir un periodo de uno o dos años tras el grado de Magisterio y del máster de acceso al profesorado para que los nuevos docentes se sumerjan en el sistema educativo de una forma controlada, con supervisión y la guía de profesores veteranos. «Es algo muy común en otros países», explica. «La docencia es una profesión muy exigente, y la manera de aprenderla es cuando se interactúa con buenos profesores», abunda el investigador.

Por último, Gortazar se muestra partidario de poner en marcha un programa «voluntario» de evaluación e incentivos que promueva el crecimiento profesional del profesorado; instaurar una carrera profesional; y «romper la cultura del aislamiento», de forma que se impulsen programas de colaboración entre docentes con prácticas extendidas en otros países como la mencionada observación mutua en el aula.