Las familias de Sopuerta sin transporte escolar seguro recuperan el servicio de taxi: «Es un alivio»

A las 07.50 horas, Ametz, hijo de Verónica del Rey, aguardaba puntual en la puerta de su domicilio en el puerto de Las Muñecas, camino de la frontera con Cantabria. La temperatura es agradable y, aunque clarea, todavía no ha amanecido del todo. Llega el taxi, una Mercedes Vito de color blanco, y se monta. Un poco más abajo se une Peru. Y más allá, en el barrio de Arenao, Urtzi. Los tres cursan 1º de ESO en el instituto Mimetiz de Zalla, a 11 kilómetros de distancia.

En el caso de la red pública, cuando el centro educativo de referencia se ubica a dos o más kilómetros de la vivienda familiar, el Departamento de Educación garantiza el transporte. El instituto de Zalla es el más cercano al domicilio de estas familias, ya que Sopuerta sólo tiene un centro concertado.

Tal y como relató EL CORREO en su edición de este pasado domingo, las madres de estos chavales se enfrentaban a diario a un quebradero de cabeza. La consejería les había negado el servicio de taxi, del que sí disfrutaban hasta el año pasado, cuando cursaban 6º de Primaria. Al pasar al instituto, la única alternativa que les ofrecían era un autobús. El problema es que un vehículo de esas dimensiones no tiene acceso a las viviendas de las familias.

La parada de autobús era la misma para las tres y estaba ubicada a entre 1,7 y 3,1 kilómetros de distancia de sus domicilios, por carreteras sin acera ni iluminación. Tramos peligrosos por los que transitan coches, camiones y tráilers. Las familias se negaban en redondo a que sus hijos se jugasen la vida, literalmente, por ir al colegio. Dos de los chavales se han perdido varias jornadas de clase porque sus madres y padres no se podían encargar de llevarles en coche hasta la parada o de ir a buscarlos.

Fuentes del Departamento de Educación aclaran a este periódico que el motivo de la situación es que «no se encontraba un taxi que diera servicio en esa zona». Ahora, no obstante, el problema se ha solucionado. «Es un alivio», cuenta Verónica del Rey, que es la que más lejos vive de la parada del autobús. «No sólo por dejar de andar para atrás y para adelante con el coche, sino a nivel mental. Es un descanso», explica.

Las tres familias se muestran felices por haberse solucionado el problema. Pero se confiesan extrañadas por la manera en que ha sucedido. Aseguran que ningún responsable del centro o de la consejería se ha puesto en contacto con ellas. Tampoco han recibido una respuesta oficial del departamento a los recursos que interpusieron.

«El taxista, que es del pueblo, nos ha llamado para decirnos que a partir de hoy (por este martes) pasaba a recoger a nuestros hijos», expone Joana Ortiz, otra de las madres afectadas. En cualquier caso, están contentas. Lamentan, eso sí, tener que haber llegado al extremo de denunciar la situación en la Prensa. Al haber hecho público su caso, esperan que «sirva para que a nadie más le toque pasar por lo mismo».