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El alto de las Muñecas se encuentra a 410 metros de altitud, entre los montes Mello y Alen. Por carretera se ubica a cuatro kilómetros del centro de Sopuerta y a menos de quince de las playas de Castro Urdiales. En realidad, este paso ... fronterizo que separa Euskadi y Cantabria suele estar poco frecuentado. La práctica totalidad del tráfico que se dirige hacia la región vecina lo hace por la autopista A-8 o por la vieja nacional N-634.
Antes de la pandemia, según la estación de control que la Diputación tiene en este punto, por el alto de las Muñecas (BI-3601) pasaban a diario una media de 694 vehículos. O lo que es lo mismo: 29 a la hora. En las últimas semanas, los vecinos de la zona, sobre todo los del barrio de La Baluga, han detectado un incremento «anormal» de automóviles, en especial «en las noches de los viernes o vísperas de festivos». Un tránsito a deshora que atribuyen a vizcaínos que se dirigen a Cantabria incumpliendo las normas sanitarias impuestas por el coronavirus, aunque las autoridades aseguran que esta 'fuga' es anecdótica y que la ley se está cumpliendo en la inmensa mayoría de los casos.
A las cinco de la tarde del pasado miércoles, el alto de las Muñecas es un desierto. El sol cae a plomo, en una jornada inusualmente calurosa para esta época del año. Con todo, la brisa se deja sentir. Y es que desde los alrededores del paso fronterizo se divisa el azul del Cantábrico, que contrasta con los prados verdes de las pedanías castreñas de Santullán y Talledo.
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Cinco minutos y no ha pasado ni un solo coche. De pronto, por la última curva de ascenso aparece jadeando un ciclista. Llega a la señal que marca la 'muga', un cartelón verde que pone Cantabria, y el hombre, de unos 50 años, se da la vuelta y retorna sobre sus pasos. «Esta carretera suele estar tranquila. Está bien para pedalear. Antes de la pandemia solía bajar a Castro y volver, pero ahora está prohibido», explica mientras se relaja bebiendo un poco de agua. Se llama Rodol y vive en Zalla. «La verdad es que sí he notado que últimamente hay un poco más de tráfico de lo normal, pero nada agobiante», dice antes de despedirse.
A las cinco y media, la cosa se va animando. El tránsito de coches es ahora más frecuente. Pasan unos tres por minuto, casi siempre hacia Cantabria. Muchos son familiares o monovolúmenes. Poco después llegan dos patrullas de la Ertzaintza. De los automóviles se bajan cuatro agentes de la Ertzainetxea de Balmaseda, que establecen un control. Uno de los policías cuenta que su presencia es bastante habitual.
- ¿Imponen muchas sanciones por incumplir las normas covid?
- La verdad es que no. La gente está cumpliendo muy bien. En su inmensa mayoría tienen una causa justificada para viajar.
- ¿Y quién entra a Cantabria por este punto tan poco conocido?
- Hay mucho trabajador que regresa a su domicilio en Castro, Guriezo o Laredo. Es gente que tiene experiencia y costumbre de moverse entre ambas comunidades y sabe que si hay atasco en la autopista pues puede tardar mucho en llegar a casa, así que vienen por aquí.
En las Muñecas no hay rastro de la Guardia Civil. «La Ertzaintza suele estar muy presente, pero rara vez te encuentras con la Benemérita allí arriba», explica Juanan, vecino de la Baluga, que acostumbra a pasear por los caminos que parten del propio alto y que están bastante transitados por aficionados al senderismo, ya que constituyen el GR-123, la senda que da la vuelta a Euskadi. «Yo sí noto por las noches que hay movimiento, porque mi caserío está al borde de una curva y se escucha cómo reducen los motores. Antes no había este meneo, y si pasan de noche pues ya sabes...».
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Sobre las seis y media, el tráfico es ya bastante más intenso de lo habitual en este punto. Unos cinco coches al minuto pasan en ambos sentidos, lo que arrojaría un total de 300 a la hora (diez veces más que la media). Se forma una pequeña cola de cuatro turismos detenidos ante el control, sentido Castro. Los ocupantes preparan justificantes, papeles y documentación. Pese al trasiego, en 60 minutos, los agentes solo han notificado una propuesta de sanción. «Ya te digo que la gente, en general, se porta bien», comenta el ertzaina.
694 vehículos pasaban a diario de media por la BI-3601 antes de la pandemia. La carretera une Castro y Sopuerta.
La Asociación de Hostelería de Cantabria sacó ayer a las calles de Santillana del Mar varias camas con cruces. Escenificaron «la ruina» del sector por las restricciones. El presidente del colectivo, Ángel Cuevas, aseguró a este diario que la situación es crítica. «Somos 7.000 establecimientos y no podemos vivir solo con el público cántabro. Eso está claro; sin visitantes (en buena medida vizcaínos) no hay negocio».
Cuevas hizo repaso y señaló que todas las comarcas de Cantabria, incluida la oriental, donde se ubican Castro, Laredo y Noja, se encuentran muy afectadas. «Solo hemos visto un ligerísimo repunte de actividad en la zona de Picos de Europa». Según sus datos, solo ha abierto el 10% de los hoteles, con una ocupación del 10-15% y unos ingresos por visitante «que son un 65% inferiores» a los del año pasado. «Están perdiendo dinero los que están cerrados, pero también los que abren», resumió. Cuevas teme la campaña estival: «Recemos para que la vacunación avance».
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