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El resumen perfecto de cómo fue ayer el Jueves Santo en Bilbao lo hizo una hostelera, Ainara, del Ahoan, en la Plaza Nueva: «Hay movimiento, aunque tampoco mucho. Es como un domingo normal, pero algo más flojo». En efecto, se veía gente en ... las terrazas y paseantes por las calles, pero el panorama distaba mucho de lo que hubiera sido un día de Semana Santa típico de los de antes de la pandemia.
Se pudo comprobar, sin ir más lejos, frente al Guggenheim, el principal imán para visitantes de la villa. En un Jueves Santo sin coronavirus, el entorno del 'Puppy' es una Babel poblada por turistas de los orígenes más insospechados. Ayer, este lugar era un escenario no muy poblado y en el que prácticamente solo se oía hablar en euskera y castellano. Dar con un visitante extranjero era una hazaña. Los 'turistas' provenían de Barakaldo o Sestao. Como muy lejos, de San Sebastián o Vitoria. Era fácil encontrar parejas, familias o grupos de amigos llegados para pasar el día. Como la familia formada por Ainara, Óscar y sus hijos, Unax y Noan. «Venimos de San Sebastián; el plan es visitar el museo, hacer algo por aquí y luego regresar», apuntaba Ainara. «Por el tráfico que hemos visto en la autopista, que nos hemos cruzado con mucha gente que iba para allá, supongo que somos muchos los donostiarras que nos hemos venido, mientras muchos bilbaínos han tirado para Donosti», comentaba. A su espalda, una cuadrilla se hacía fotos con la escultura floral de Jeff Koons de fondo. ¿Londinenses? ¿Parisinos? ¿Berlineses, quizás? «Somos de Barakaldo. De hecho, hemos venido andando, que es un muy buen paseo», precisaba uno de ellos.
a medio gas
Los 'turistas locales', en ajustada expresión de una guía que precisamente enseñaba ayer el Casco Viejo a un grupo de vizcaínos, fueron la norma. Como un grupo de amigas -Maribel, Goizalde, Arantza y Gizane- que se sacaban fotos en una terraza de la Plaza Nueva mientras tomaban el vermú en una terraza. ¿Turistas? «Bueno, según se mire; somos de Getxo -aclaraba una de ellas-. También es verdad que hacía mucho que no veníamos a Bilbao a pasar el día».
'Pasar el día en Bilbao' pareció ser el concepto predominante, porque no era fácil dar con alguien que tuviera intención de prolongar la estancia por lo menos una jornada más. Aunque alguna excepción hubo. Eneko, un joven de Soraluze, explicaba a las puertas de la Oficina de Turismo que su pareja y él habían previsto «hacer dos días en Bilbao y luego otros dos en Vitoria», para completar así la Semana Santa. «Venimos por la expo de Kandinsky en el Guggenheim y luego iremos al Bellas Artes. Queríamos ver la catedral esta tarde, pero acaban de decirnos que está cerrada».
La catedral, en efecto, estaba cerrada. También la iglesia de San Nicolás. No así la de los Santos Juanes, en la que se mostraban el Lignum Crucis, el Cristo de la Villa y la imagen de Nuestra Señora de la Soledad. Las visitas eran un goteo en el que se mezclaban los devotos y los curiosos, atraídos por las puertas abiertas y el fondo musical, dominado por los tambores y cornetas propios de las procesiones. Cerca, en la Plaza Nueva, el ambiente era menos sacro y propio de un festivo cualquiera. «Ahora que no nos podemos mover, cualquier día de vacaciones, sea Semana Santa o no, es como cualquier domingo», resumía un joven en una terraza.
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