«Nos llegan chavales de 13 años con problemas de consumo de cocaína»

Erdoitza Unanue, coordinadora del programa de adolescentes, alerta de que, tras el confinamiento, llegaron «chicos y chicas de 13, 14 y 15 años que consumían cocaína». Les sorprendió «la edad», y que las adicciones con sustancia «se polarizaron», precisa Idoia González, responsable del área. Los «jovencitos», estos chavales que tanto les preocupan, utilizan «estimulantes», y los más mayores, de entre 18 y 20, presentan problemas de «un consumo compulsivo de alcohol».

Las profesionales insisten, en cualquier caso, en que, si bien lo que hace «saltar las alarmas» de las familias son la bebida y las drogas -el 48% de las consultas en 2021 fueron por el uso de sustancias-, hay otras cuestiones, menos visibles pero «muy graves», que suelen aflorar en las sesiones con las psicólogas. «A veces viene una familia porque ha visto a su hijo fumando un porro y el problema que tiene es que se pasa 23 horas al día con el móvil», explican las especialistas, que miran hacia la «adicción a las redes sociales y los videojuegos» como una de las patologías más complicadas en los últimos meses.

«Como no se podía salir, se daba por válido que estuvieran horas delante de la pantalla, y a muchos les está resultado difícil relacionarse», apuntan. Estas adicciones están empezando a «despuntar» sobre todo «ahora, en 2022», y en personas muy jóvenes, de 13 y 14 años, que presentan «una gran desorganización». «No comen, no cenan, no duermen y al día siguiente no van a clase porque no han dormido, no se duchan...», detalla.

Y a veces cuesta ver el problema. «No va a venir mal de la calle porque está en casa jugando, le tengo bajo mi atenta mirada», piensan muchos padres antes de ver la gravedad de la situación, dicen las expertas. Estando en casa, creen que «se evitan conflictos familiares», uno de los motivos con más peso entre quienes acuden al servicio, en el que una de cada cinco consultas son por discusiones en el seno del hogar.

En 2020 bajó al 17,27%, ya que «los límites nos los ponían a todos desde fuera», pero ahora son los padres quienes deben ponerlos y vuelven las discusiones e incluso «agresiones en el ámbito familiar». También esas «conductas muy agresivas» despuntaron «en los entornos festivos». «Gente que nosotros tenemos se ha visto involucrada, no directamente como personas agresoras, en situaciones en las que había mucha violencia entre grupos de jóvenes», afirman. Las intervenciones del servicio para mejorar esas conductas son tanto individuales, como familiares y grupales. Y dirigidas a dar voz a los chavales. «Últimamente todos leemos cómo se han multiplicado los suicidios entre los adolescentes y que las demandas a nivel de salud mental han aumentado de forma considerable», comenta González. La realidad, subraya, es que «aquí también llegan mucho peor».

Por eso, puntualiza Unanue, es necesario dejar atrás esa idea de que «el adolescente tenía que tirar con todo» durante la pandemia, una época en la que «se les ha juzgado y utilizado de chivo expiatorio». En su lugar hay que «verles de verdad, oírles y entender lo que les pasa, porque están una época de cambio, construyendo su identidad».

129Son los adolescentes que el pasado año se acercaron a la Fundación Gizakia. 3 menos que en 2019, aunque sus problemas son más graves.

296familiares pidieron asesoramiento o acompañaron a los jóvenes. En el 60% de los casos, se implican ambos progenitores.