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Cuando no había transcurrido una semana desde el inicio de la Cumbre del Clima de Glasgow, la joven activista sueca Greta Thunberg ya tenía claro que aquello era un «bla, bla, bla». A lo largo de la COP26 han sido muchas las voces que han ... puesto en duda la solidez de las promesas. «Papel mojado», «humo», «lavado de cara» son solo algunas de las expresiones que se han escuchado estos días para describir lo que acontecía en Escocia.
Los gobiernos más exigentes y los grupos ecologistas califican el acuerdo final de «escaso» o «sumiso» pero elogian los esfuerzos y el haber conseguido que 196 países se hayan puesto de acuerdo en firmar compromisos de reducción de emisiones o de financiación. Los más críticos son los jóvenes, que hablan de «rabia», «desilusión» o «falta de voluntad» para dar solución a un problema que afectará de lleno a quienes ahora tienen menos de 30 años y a los preocupados por el futuro de los que niños de hoy.
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Estudiante de Biología, esta joven es una activista convencida de la plataforma Fridays For Future. Camila Soliz ha seguido muy de cerca lo que pasaba en Glasgow y, aunque no esperaba mucho del acuerdo final, no imaginaba que le «iba a defraudar» tanto. «Cuando lo leí sentí una gran decepción y mucha rabia porque juegan con nuestro futuro y cada vez queda menos tiempo», admite.
La desilusión y el miedo que siente por la falta de acciones contundentes no paralizan las ganas de actuar de esta joven. «Ya no podemos esperar más. Hay que actuar y, si los gobiernos no lo hacen, lo haremos nosotros. No puedo hacer que China deje de emitir CO2, pero sí puedo concienciar a la gente de que tire una lata al contenedor amarillo», admite esta muchacha que pese a todo prefiere «ser optimista y tener esperanza. Ser pesimista es tirar la toalla y eso no puede ser».
Biólogo y coordinador de WWF Bizkaia, Jon Garrastatxu resume el acuerdo final de la COP26 como «poco ambicioso». «Había bastantes esperanzas puestas en esta cumbre y es verdad que ha habido avances débiles, pequeños pasos en asuntos importantes como la adaptación, las pérdidas y los daños y la financiación climática pero son pasospe insuficientes para la urgencia y la magnitud de la emergencia climática», define.
A sus 23 años, este vizcaíno tiene muy claro que el cambio climático es una realidad. «Va a pasar sí o sí y traerá cambios en el entorno, pero lo que debemos plantearnos es si vamos a tomar medidas de verdad para frenarlo o si vamos a adaptarnos para cuando llegue», asume.
Licenciado en Medicina, a Jorge Zhou la pandemia le ha colocado muy pronto como médico de atención primaria. Preocupado por el futuro del planeta, se esfuerza por ser optimista tras lo visto estas dos semanas en Glasgow. No le resulta fácil pensar en positivo. «Soy realista. La solución no está en los gobiernos, que han demostrado su falta de voluntad, sino en la gente. En la masa y en su acción está la salida a la emergencia climática», asegura.
En el acuerdo de la COP26, echa de menos «más ambición» y «medidas concretas como un mayor control sobre los compromisos medioambientales» de las potencias mundiales. El futuro se le antoja complicado y aunque no pierde la esperanza, «porque aún podemos hacer algo», reconoce tener miedo. «Vivo con temor a que crezca la violencia en el mundo por la falta de recursos que va a traer consigo el cambio climático».
Verónica mira a su sobrina y se pregunta qué es lo que está sociedad le legará a la pequeña. Ha estado en Gasgow participando en las concentraciones y manifestaciones en las que se ha reclamado que se «actúe de una vez contra esta emergencia climática» y ha vuelto convencida de que la solución «no está en los gobiernos sino en manos de la gente, de la sociedad».
«El pabellón oficial era más parecido a una feria tipo FITUR que a un lugar en el que se trataba el futuro del planeta», resume con acidez esta vizcaína, aunque no todo fue negativo. «Las movilizaciones para exigir medidas concretas y reales, las acciones de protesta contra empresas, los talleres y charlas paralelas fueron lo mejor y se dijeron cosas muy interesantes. Está claro que los líderes mundiales no hacen su trabajo y lo que les importa es mantener sus intereses», censura.
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