Los bebés que están naciendo ahora sufrirán una Euskadi muy diferente. La subida de un metro del nivel del mar prevista para 2100 encogerá el territorio porque hará desaparecer playas y zonas costeras, y anegará también suelos ahora urbanos; las lluvias torrenciales provocarán más riadas ... y más violentas; habrá un aumento de la temperatura media de hasta cinco grados y las olas de calor multiplicarán por siete las jornadas tórridas.
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«Este es el escenario más pesimista», acotan en la Sociedad Pública de Gestión Ambiental del Gobierno vasco, Ihobe. Pero es el escenario en el que hay que ponerse, porque desde que hay proyecciones sobre el cambio climático en cada revisión por parte del panel de expertos de Naciones Unidas (IPCC) no es que se haya cumplido el escenario peor, es que se ha superado para mal.
Se habla mucho de estas cosas cada vez que llega el momento de la Conferencia sobre el Cambio Climático, que este año será en Glasgow y arrancará mañana. Es la número 26, y todas las anteriores han sido muy eficientes en la propagación de literatura científica y melancolía. Ésta llega, otra vez, con la amenaza de un futuro apocalíptico y con tantas alertas encendidas que ya son rutinarias.
¿Cómo es que seguimos caminando hacia el abismo tan tranquilamente? Varios expertos alertan sobre qué está en juego aquí mismo, en Euskadi, en casa, si no cambia de forma radical nuestra manera de vivir.
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URBANISMO
Mari Mar Alonso
Directora de Acción Climática de Ihobe-Gobierno vasco
«El nivel del mar ya ha subido en la costa vasca 20 centímetros en el último siglo». Ahora, el ritmo «se acelera». «Las zonas más vulnerables son las playas estrechas que terminan en acantilados o zonas urbanas», avisa Mari Mar Alonso, directora de Acción Climática de Ihobe. La de Ereaga casi quedaría anegada, igual que la de Laida, y muchos arenales perderían el 40% de su superficie. Las localidades costeras también sufrirán porque los puertos se pueden quedar pequeños para un mar más alto y, quizás, con más episodios violentos. «Es importante el refuerzo de infraestructuras portuarias, como lo que se ha hecho en Bermeo».
Hay entornos urbanos especialmente frágiles como la ría de Bilbao porque a la subida del nivel del mar se une el riesgo de riadas. «Se prevén menos precipitaciones, pero más intensas». Ya se sabe lo que ocurrió en 1983 cuando llovió mucho en marea alta. Incluso sin tormentas, los modelos de Ihobe para 2100 apuntan a que zonas como la del Museo Marítimo, Erandio o Las Arenas quedarían anegadas, por lo que habrá que llevar a cabo obras de protección.
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También habrá olas de calor. En estos momentos tanto en Bizkaia como en Álava hay en torno a dos días al año con más de 35 grados. Dentro de ocho décadas serán 11 en Bizkaia y 18 en Álava. Esto, junto a la falta de lluvias, provocará un «estrés hídrico». Sequías. Nos iríamos hacia una «mediterranización». También habrá «heladas a destiempo, estaciones que se mezclan...» Un mazazo para la agricultura especialmente grave en los viñedos alaveses.
Lo que hay, sobre todo, es incertidumbre. Todos los pronósticos se basan en modelos que tienen unas décadas, tiempo que a efectos climáticos es mínimo. Pero la tendencia está clara. Y Margarita Martín, delegada de Aemet en el País Vasco, apunta otro elemento para la reflexión: la corriente del Golfo, reguladora de la temperatura del planeta que baja de Groenlandia lamiendo el golfo de Bizkaia, parece que se está «ralentizando» por el deshielo del Polo. Nadie sabe qué efectos podría tener eso.
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URBANISMO DIFERENTE
José Tesán
Decano Ingenieros Caminos
Los edificios, las calles, las ciudades, todo, lo construimos según el conocimiento que tenemos ahora del medio que nos rodea. Eso es lo que va a cambiar. Es cierto que el calentamiento global «no va a provocar que las ciudades vascas sean inhabitables, pero sí se van a descontextualizar los parámetros según los que se han diseñado, van a ser más incómodas», avisa José Tesán, decano del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Euskadi. Por ejemplo, las canalizaciones del alcantarillado están pensadas «más para el sirimiri que para las tormentas», que es lo que viene. Así que el agua no será evacuada de un modo tan eficiente. Las lluvias torrenciales, además, pondrían en riesgo «los senderos que hay en el monte» por los «arrastres» que generan las avenidas intensas.
Luego están los vientos. Si son más fuertes, y las dominantes dejan de ser «sur-sureste, como hasta ahora, podría haber ciertos problemas». Tesán se refiere a que vivimos en una zona «con mucho relieve, con antenas en los montes, en los edificios altos...». Y todo está diseñado, ya se ha dicho, para resistir lo que conocemos.
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Es cierto que a nivel urbano se está avanzando para adaptarnos al escenario que llega. «Se están recuperando arbolados como sistema termoregulador». «Ya no es admisible hacer una plaza sin árboles, porque cada vez hay más días en los que la gente se achicharra».
RIESGOS PARA LA SALUD
Ignacio Ansotegui
Alergólogo
El cambio climático augura un futuro con más olas de calor y eso conllevará las consecuencias evidentes en materia de salud, sobre todo en las personas mayores, que son las más frágiles: más ingresos hospitalarios por enfermedades crónicas, más afecciones respiratorias... Pero, sobre todo, habrá más alergias entre el conjunto de la población. «Ya las hay», apunta Ignacio Ansotegui, jefe de servicio de Inmunología y Alergología del Hospital Quisónsalud Bizkaia y expresidente de la Organización Mundial de Alergia.
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«El problema existe, es real y va en aumento». El médico recuerda que «cuando éramos pequeños en el colegio había dos o tres niños alérgicos; ahora vas a una clase y casi tienes que preguntar quienes no lo son». Ocurre por el aumento del CO2 y por las temperaturas más altas, además de por el estrés y las nuevas formas de vida, que favorecen «que haya cada vez no sólo más personas alérgicas, sino también con más síntomas».
Además, con la sucesión de más episodios meteorológicos extremos quienes sufren esta dolencia lo van a pasar peor aún. «En procesos de tormentas hay un 'shock osmótico'» en el polen por la carga eléctrica en el aire. Eso «libera contenido citoplasmático», al que los alérgicos son muy sensibles.
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Hay más. Hasta ahora, en Euskadi las alergias son fundamentalmente a «los ácaros y las gramíneas», las prevalentes en climas húmedos. Son tan dominantes que vienen a cerrar el paso a otras. En el Mediterráneo, sin embargo, «hay muchas más alergias a distintos tipos de plantas». Pues bien, en caso de que el clima se suavizase lo suficiente y además se importasen especies de entornos más cálidos los problemas crecerían. Nos 'mediterranearíamos' en el peor de los sentidos.
Más problemas: la comida. Con la ingeniería genética que se practica a ciertos alimentos para hacerlos resistentes a los cambios meteorológicos a veces es difícil saber qué se está comiendo y cómo puede sentarnos. Ansotegui pone un ejemplo muy revelador: «A ciertos tomates, para protegerlos del frío, se les introdujo una proteína de pescado. Y personas alérgicas al pescado reaccionaron a la ingesta de esos tomates».
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Es lo que pasa con los productos transgénicos, que uno no sabe muy bien qué pueden llevar. «Antes un cacahuete era un cacahuete; ahora no sabes ni de dónde viene ni cuáles son sus características». Así que, con este panorama Ansotegui también prevé un aumento –aún mayor– de intolerancias alimentarias e incluso de urticarias.
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MÁS INMIGRANTES
Garbiñe Henry
Directora Innovación Deusto
Cada año 20 millones de personas deben dejar sus hogares por eventos climáticos extremos, según Acnur. El Banco Mundial pronostica que en 2050 podrían ser 216 millones. «África se está secando y si allí no hay recursos la gente se va a mover. Eso va a ser así, no se va a poder controlar», asume Garbiñe Henry, directora de Innovación de la Universidad de Deusto y experta en impactos sociales. Es decir, que millones de personas van a poner rumbo a Europa. También a Euskadi.
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«Los países receptores vamos a tener que adaptarnos y deberíamos tomar medidas desde ahora». Es urgente hacerlo porque «no estamos preparados» para un cambio tan radical. ¿Cómo nos adaptaremos a una sociedad mucho más mestiza? Será difícil. «La complejidad va a ser grande; aceptar al diferente no es fácil y además se trata de personas con culturas muy diferentes y de entornos muy distintos». La educación jugará un papel crucial, igual que tener un tejido productivo capaz de generar empleos.
Henry, con todo, quiere ser positiva. «Van a llegar, e incluso necesitamos que lleguen». Se refiere a que el envejecimiento de la población, uno de los grandes problemas de Euskadi, requiere de un relevo generacional. Si aquí no nacen niños, la llegada de gente de otras latitudes puede ser «una oportunidad». El reto será integrarla. «No a va a haber más remedio que hacerlo».
OTRA ALIMENTACIÓN
Jon Ander Egaña
Director Clúster de Alimentación
La sostenibilidad pasa por consumir local. Pero no nos engañemos: «Euskadi no tiene capacidad para producir ni remotamente lo que necesitamos para alimentarnos», asume Jon Ander Egaña, director general del Clúster de Alimentación vasco. No hay suelo para cultivar tanto. El sector primario, además, va a sufrir con las olas de calor y los fenómenos extremos. «Está muy atomizado, no hay grandes extensiones salvo algo de patata o viñedo. Puede que se tengan que desplazar a zonas más elevadas...».
Así que en materia alimentaria dependemos de lo que pase en el mundo, y ahí las cosas ya están revueltas y lo van a estar más. «Los grandes cultivos de trigo, maíz, soja, cebada, mandioca, palma, sorgo, arroz, etcétera pueden verse afectados también por los fenómenos extremos». Ya ha ocurrido. Así que se están investigando alternativas para tener producciones en entornos controlados. También para sustituir a la carne por otro tipo de proteína: en un mundo que rozará los 10.000 millones de habitantes en 2050 no podrá haber filetes para todos. Hay que buscar formas de producción más baratas y sostenibles. «Es posible que las proteínas se obtengan en biocultivos, a través de microalgas, o insectos, o bacterias», avanza Egaña. Así estarán a salvo de tormentas y sequías. «Posiblemente dentro de unos años comamos cosas que hoy ni siquiera existen».
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PÉRDIDA DE BIODIVERSIDAD
Iñigo Zuberogoitia
Doctor en Zoología
«Está habiendo cambios, y se están viendo muy rápido». No es optimista Iñigo Zuberogoitia, doctor en Zoología e investigador. «El cambio climático está adelantando o retrasando etapas de ciclos biológicos» que ponen en jaque a muchas especies. «Vamos a ver extinciones en el País Vasco», avisa.
Pone varios ejemplos, y uno es el siguiente: cada año miles de aves limícolas (avocetas, andarríos...) se detienen en los humedales vascos en su viaje hacia el Ártico, donde se reproducen en primavera. El problema es que desde hace años «cuando llegan al Ártico se encuentran con tormentas, lluvia...». Fenómenos provocados por el cambio climático. Eso les lleva a retrasar «unas semanas» su paso por Euskadi (venía siendo entre abril y mayo). La cuestión es que ciertas especies de aquí, como el halcón peregrino, tienen regulado su ciclo reproductivo para que tenga lugar cuando pasan esas migraciones porque es cuando hay más alimento. Si no llegan a tiempo, no hay qué comer y las crías de halcón mueren.
A ésto se une que «las primaveras en Euskadi se están volviendo salvajes, con fenómenos extremos como ciclogénesis, danas o grandes galernas mucho más frecuentes que antes». Estos episodios «están dando al traste con la reproducción de muchas especies». Habla de alimoches, buitres y hasta corzos. «Hay pájaros pequeños que están en declive severo, como el alcaudón dorsirrojo o el milano negro». Como no se investiga mucho, no se conoce bien la dimensión del problema.
Otro riesgo es la llegada de especies foráneas, «como el mosquito tigre, que ya está aquí». Con este tipo de insectos también podrían venir enfermedades como «la malaria, el virus del Nilo o el dengue».
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