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«Es obvio que necesitamos más renovables y energías limpias. Junto a esto, necesitamos una fuente estable: la nuclear. Y durante la transición, por supuesto, el gas natural». Las palabras de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, unidas a la decisión ... de Francia y China de aumentar su parque de reactores anunciada durante la Conferencia de Glasgow y en plena lucha por parar el cambio climático y solventar la crisis energética, suponen reabrir el debate sobre este tipo de energía. Las voces contrarias, mayoritarias en el conjunto de España y también en Euskadi, recuerdan catástrofes como Chernóbil y Fukushima o la dificultad para almacenar y eliminar los residuos atómicos.
Francia no tiene dudas. El pasado martes su presidente, Emmanuel Macron, desveló que su país volvería a construir reactores «por primera vez en décadas» para «garantizar su independencia energética» y alcanzar la neutralidad del carbono en 2050. El mandatario galo no especificó de qué tipo serán, pero en el país vecino llevan semanas hablando de equipos «de talla pequeña, innovadores y con una mejor gestión de los residuos».
China es otro de los que apuesta por la fisión. Es el mayor emisor de CO2 del mundo y, si quiere cumplir los recién adquiridos compromisos en la Cumbre de Glasgow, debe dar un volantazo a su política industrial. La alternativa: construir al menos 150 nuevas centrales en los próximos 15 años.
En el lado contrario están Alemania y España. Los germanos han anunciado que no abandonarán el carbón hasta 2040, pero el año que viene acabarán con la generación de energía nuclear. Aquí, «el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima contempla un cierre gradual y escalonado de las centrales nucleares españolas, acorde con el pacto alcanzado con las compañías eléctricas, que prevé la clausura de estas instalaciones entre 2027 y 2035». Y ahora mismo, «nada ha cambiado con relación a este compromiso», han explicado esta semana desde el Ministerio de Transición Ecológica que lidera Teresa Ribera.
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En estos momentos hay cinco centrales con siete reactores en Almaraz I y II, Ascó I y II, Cofrentes, Vandellós II y Trillo. Zorita y Vandellós I están desmantelándose y en Garoña el reactor está desconectado. El parque nuclear se completa con una fábrica de combustible nuclear en Salamanca y un almacén de residuos radiactivos en Córdoba. En Euskadi, las autoridades evitan opinar y como mucho aducen que «es un debate cerrado». Las heridas que dejó Lemoiz siguen abiertas.
Prescindir de estas instalaciones le ha valido al Gobierno central un toque de atención por parte de la Agencia Internacional de la Energía (AIEA). Este organismo recomienda «reconsiderar la utilidad de la energía nuclear para diversificar sus opciones técnicas de lograr la neutralidad de carbono en 2050». El PP y Vox han reprochado al Ejecutivo que no apueste por la nuclear.
Los movimientos ecologistas tradicionales están en contra. «Sus huellas, altamente contaminantes y muy duraderas en el tiempo, y sus riesgos, con accidentes que resultan devastadores para la salud de las personas y los ecosistemas circundantes, hacen que no sea una alternativa limpia y sostenible», argumentan en Greenpeace. Y además, advierten que «ni siquiera es barata. La instalación y desmantelamiento de las centrales son procesos muy caros, al igual que la obtención de una materia prima escasa -uranio o plutonio- y la gestión de los residuos», proclaman.
Paradójicamente, Patrick Moore, uno de los fundadores de Greenpeace, se ha convertido en pronuclear. Cree que es «fiable» y que «no es peligrosa». Con este giro, entra en una pléyade de ecologistas encabezados por el científico británico James Lovelook, creador de la 'Teoría Gaia'. Esta hipótesis defiende que la atmósfera y la parte superficial del planeta se comportan como un sistema donde la vida se encarga de autorregular la temperatura, la composición química o la salinidad de los océanos. De esta corriente es también Michael Shellenberger un ecologista y divulgador norteamericano que se autodenomina «humanista» y que fue nombrado en 2008 por la revista 'Time' como «Héroe del medio ambiente». Es autor de innumerables ensayos sobre la lucha contra el cambio climático y abraza sin complejos la energía de fisión.
Los movimientos verdes a favor de las nucleares son casi anecdóticos en parte de Europa, pero no tanto en la zona norte. En Finlandia, el Partido Verde es uno de los pocos grupos políticos ecologistas que defienden este modelo energético como respuesta a la amenaza climática. Y a nivel social, el apoyo entre los finlandeses alcanzaba un 49% hace dos años. También en Suecia existe un movimiento similar.
Greens for Nuclear Energy (Verdes por la Energía Nuclear) es otro ejemplo de conservacionistas favorables a los reactores atómicos. Desarrollan su labor en Reino Unido y, según describen en su página web, buscan «influir en las organizaciones e instituciones clave del movimiento verde para favorecer la energía nuclear. Necesitamos todas las fuentes de energía bajas en carbono disponibles para combatir el cambio climático catastrófico», argumentan.
En cualquier caso, parece no haber término medio entre los pro y los anti nucleares. Lo sabe bien el físico Juan José Gómez Cadenas: «Es un debate tan ideologizado que es imposible hablar del tema». Partidario de su uso hasta que las renovables estén extendidas, expone que los problemas que se asocian a las nucleares son «mejorables. No es barata, pero ninguna lo es. Los residuos se pueden gestionar y el impacto ambiental también existe en el caso de las plantas solares o eólicas», defiende. Sobre su peligrosidad, que no niega, deja una comparación para la reflexión: «Si expusiéramos tanto los accidentes de avión como se ha hecho con los nucleares, nadie volaría».
El Ejecutivo planea cerrar las centrales nucleares españolas entre 2027 y 2035. Y ahora mismo, «nada ha cambiado con relación a este compromiso»
«Es obvio que necesitamos más renovables y energías limpias. Junto a esto, necesitamos una fuente estable: la nuclear. Y durante la transición, el gas natural»
«Sus huellas, altamente contaminantes y muy duraderas en el tiempo, y sus riesgos, para humanos y ecosistemas, hacen que no sea una alternativa limpia y sostenible»
«No es barata, pero ninguna lo es. Los residuos se pueden gestionar y el impacto ambiental también existe en el caso de las plantas solares o los aerogeneradores»
Defiende que la nuclear y la hidroeléctrica «son las únicas fiables para dar el relevo a las fósiles. La gente cree que es peligrosa, pero eso es un error»
Este grupo ecologista inglés lo tiene claro: «Necesitamos todas las fuentes de energía bajas en carbono disponibles para combatir el cambio climático catastrófico»
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