«Conducimos con más cuidado»

Mientras el coche se incorpora a la carretera de la ría, dirección a la capital vizcaína, el primer impulso es darle a la manivela para bajar la ventanilla. Resucita el recuerdo de algo que con 7 años era una operación casi mágica. Los ojos se posan en el cenicero e irremediablemente en el mechero, otro chisme que a principios de los 80 era un juguete para una niña algo trasto.

Las frenadas son suaves y la luna delantera deja entrar muchísima luz. «A mis hijos les encanta y, es raro, pero nunca se marean. Creo que es porque se ve más que en el nuevo», cuenta Antón sin perder de vista la carretera. La seguridad le obsesiona. «Hay quien piensa que estos coches son más peligrosos o que ralentizan al resto y no es así. Sabemos cuáles son sus prestaciones y por eso conducimos aún con más atención y cuidado».

 Algunas personas se paran en un paso de cebra y miran divertidos. Álvaro les saluda sonriente. Está acostumbrado. «La gente se queda mirando y muchos nos cuentan sus anécdotas». El motor 'canta' subiendo el Euskalduna y ya en Gran Vía, entre un Bilbobus y un SUV, es imposible no sentirse pequeño. Eso sí, no se echan de menos los badenes repartidos por todo el trayecto que se ha dejado atrás. «Se nota la suspensión». Sin duda, pero el viaje al pasado ha merecido la pena.