Funeral celebrado en Santurtzi por Rafael Vega, asesinado por ETA.

Los suicidios tras el hacha y la serpiente

Familiares y compañeros de víctimas de ETA se quitaron la vida en los siguientes años. Aquí hay siete casos, pero es sabido que son más

Domingo, 16 de enero 2022

El viernes pasado se cumplieron treinta años del asesinato en Bilbao del policía nacional José Anseán Castro. Aquel 14 de enero de 1992, caminaba por Bolueta, junto a su esposa, hacia la parada del bus que le llevaba al cuartel de Basauri cada mañana. Todo sucedió muy rápido. Dos etarras descendieron de un coche que habían robado y Juan Carlos Iglesias Chouzas, 'Gadafi', le disparó tres tiros a escasa distancia y le remató en el suelo, a sangre fría y pese a los ruegos de su esposa para evitarlo. Tenía 38 años y un hijo de 14 llamado José Manuel. Es una tragedia más en la larga lista de la violencia terrorista pero, en este caso, la desgracia se cebó con esta familia. El 14 de septiembre de 2006 se escuchó en el juicio el emocionante testimonio de la viuda, que identificó a 'Gadafi'. Fue condenado a 50 años de cárcel. Al día siguiente, el hijo del matrimonio, José Manuel Anseán Pérez, que tenía 29 años, se quitó la vida. Fue enterrado en Lugo, junto a su padre.

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Son las otras muertes de ETA, aquellas en las que no mediaron balas ni coches bomba, las que llegaron tiempo después de los atentados empujadas por el peso insoportable del dolor. Esposas, hijos, compañeros de la víctima. Este diario ha identificado siete suicidios, pero es evidente que hay más. Muchos no habrán trascendido y quizá algunos, como suele suceder en estos casos, hayan quedado envueltos en la neblina de las dudas sobre qué sucedió. Consuelo Ordóñez, presidenta de Covite, tiene «algunos casos muy cercanos». «El que más, sin duda, Fernando Altuna, que era amigo íntimo y compañero de la junta directiva de Covite. Él creó del mapa del terror, que recoge todas las víctimas. Un hombre maravilloso que pasaba temporadas terribles en que sufría mucho y que muchas veces nos advirtió que acabaría haciendo lo que hizo y no queríamos creerlo».

Fernando Altuna tenía diez años cuando mataron a su padre, Basilio Altuna, un capitán de la Policía Nacional que fue asesinado por ETA el 6 de septiembre de 1980. Fernando mantenía un blog donde recordaba a las víctimas del terrorismo y contaba algunas experiencias personales, como la última vez que vio a su padre. «Nos despedimos porque yo me iba a casa de los tíos y te disparé con mi pistola de juguete. Tú bromeaste y te hiciste el muerto. Quién nos iba a decir que aquel juego se haría realidad muy pronto». Se dolía porque el crimen de su padre no había sido esclarecido -la Audiencia Nacional cerró el caso en 24 horas- y le escribió cartas públicas cargadas de emoción: «26 años después ya no recuerdo tu voz, tus gestos». En el día del padre de 2015 publicó un tuit muy aplaudido en las redes. Deseó al etarra Valentín Lasarte, que acababa de salir de prisión, «que disfrutes mucho de tu hijo y tú de él, yo iré a llevar unas flores al mío». Fernando Altuna se quitó la vida en 2017, a los 47 años.

El arma de un compañero

Cuesta continuar con la sucesión de casos, pero quizá sea bueno hacerlo ahora que el suicidio va rasgando el velo de tabú que lo ocultaba. Rafael Vega Gil tenía 48 años y regentaba un almacén de venta de vinos en la calle Fleming de Santurtzi. Allí lo mató ETA de cuatros tiros en la cabeza el 5 de junio de 1982. Uno de sus cuatro hijos, de 17 años, fue el primero en encontrarlo porque trabajaba con él y estaba en otra zona del almacén. Una ambulancia trasladó al hombre con vida al hospital pero no pudieron salvarle. Su mujer, María Dolores Bernisa, de 47 años, que cayó en una fuerte depresión, se suicidó el 8 de septiembre de aquel año.

Sólo una semana después de aquel suicidio, el 'comando Donosti' cometió un atentado que daría pie a otro. Fue el 14 de septiembre de 1982, cuando acribilló a siete policías nacionales que habían parado a comer un bocadillo en el ato de Perurena, en Renteria. Murieron cuatro y resultaron heridos los otros tres. El agente Julián Carmona era compañero en aquella unidad y amigo suyo, pero no estaba trabajando aquel día. Le pidieron que acompañara el féretro de uno de ellos en su regreso a su localidad natal. No pudo hacerlo. Al día siguiente del atentado, se suicidó.

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A veces pasó un solo día. Otras veces, unos meses, unos años, décadas incluso. En el caso de José Santos Pico fueron unos tres años. El 15 de abril de 1991, ETA mató a una adolescente, María del Koro Villamudria, con una bomba adosada al coche de su padre, que era guardia civil. Jesús Villamudria era compañero de José Santos Pico, que cambió radicalmente después de aquello. El 14 de enero se disparó con su arma reglamentaria en Pasajes. La mujer de José Santos, Eva Pato, sentenció: «Fue ETA quien empujó a mi marido a pegarse un tiro».

28 junio de 1986, Zarautz. José Carlos Marrero, un joven guardia civil del GAR, sufre un atentado que mata a su compañero Francisco Muriel y hiere gravemente a él y a cinco agentes más. Sufre shock traumático y una lesión cerebral y acaba ingresado en el centro de salud mental de Las Palmas. Allí, el 10 de enero de 1988, arrebata el arma a un compañero que viene a visitarle y acaba con su vida.

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Algunos casos

  • María Dolores Bernisa. Esposa del vinatero Rafael Vega (asesinado el 5-6-1982).

  • José Manuel Anseán Pérez. Hijo del policía nacional José Anseán (14-1-1992).

  • María del Carmen Rodríguez. Esposa del guardia civil Antonio Ramos (8-6-1986).

  • Julián Carmona. Policía Nacional y compañero de cuatro agentes muertos el 14-9-1982.

  • Fernando Altuna. Hijo de Basilio Altuna, capitán de la Policía Nacional (6-9-1980).

  • José Carlos Marrero. Miembro del GAR, se suicidó tras un atentado (28 junio de 1986).

  • José Santos Pico. Guardia civil, se suicidó tras morir en atentado la hija de un compañero (28 junio de 1986).

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