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El penúltimo eufemismo ideado por el laboratorio de ideas de Moncloa habla de «gobierno de cooperación» para describir la posible alianza entre el PSOE y Unidas Podemos en el Gobierno español. Cooperación significa ni oír hablar de tener a Pablo Iglesias en el Consejo de ... Ministros. Cooperación significa ofrecer puestos en escalas intermedias de la Administración: secretarías de Estado, direcciones generales, entes gubernamentales... Grandes puestos, sí, pero con nulo eco mediático y escaso rédito político. Cooperación significa ministros independientes de la órbita podemita. El runrún, por ejemplo, apuntaba a la alcaldesa madrileña Manuela Carmena.
Pedro Sánchez, aseguran fuentes socialistas, lo tiene muy claro: No. Y ese 'no' se justifica porque cree que ese Consejo de Ministros correría el riesgo de ser una bomba de relojería dada la enorme distancia que tienen en temas claves como Cataluña, Europa o Venezuela. «Son temas claves como para reducirlos al capítulo de 'discrepancias pactadas'», apostillan. Del gobierno de cooperación al gobierno de colisión.
Pero querer no siempre significa poder. El PSOE necesita, sí o sí, los 42 diputados de Podemos para seguir en el Gobierno e Iglesias, que se juega su supervivencia política en esta negociación, lo tiene igual de claro que Sánchez. «Va a ir hasta el final. No tiene mucha más alternativa. Se la juega tanto interna como externamente», advierten en su formación. Poco le importa que se llame «gobierno de cooperación, de coalición o cogobierno». Él quiere estar dentro sí o sí. Tal y como ha ocurrido en la Comunidad Valenciana, en Aragón, en La Rioja o Baleares.
El ideal de Sánchez, sin embargo, pasa por el eje Madrid-Lisboa. Su deseo es un Gobierno a la portuguesa, quizás el mejor sinónimo de lo que entienden por «gobierno de cooperación».
En plata, un Ejecutivo liderado sólo por el PSOE e independientes, pero basado en un acuerdo programático con Unidas Podemos como el que suscribieron ambos partidos el 11 de octubre de 2018 con la subida del salario mínimo a 900 euros como una de sus grandes banderas.
En Moncloa todavía siguen pensando que esta opción es viable y que la «ruptura de bloques, tarde o temprano, llegará». La realidad, sin embargo, reduce esta opción a mera quimera. La investidura ha quedado reducida al 'Iglesias sí, Iglesias no'. ¿Por qué Sánchez no le quiere en el Consejo de Ministros? «Por maximizar el poder y no depender de nadie, de un partido sumido en una crisis importante. Lo paradójico es que el PSOE se puede permitir este debate, si van juntos o no. Lo normal sería hablar de qué carteras tiene cada uno», explica Lluís Orriols, doctor por la Universidad de Oxford y vicedecano de estudios de Ciencia Política de la Carlos III.
Aunque todo quedase perfectamente tasado y acordado, se corre el riesgo de sufrir el desgaste de chocar dentro del Gobierno al abordar temas espinosos. El riesgo de ofrecer una imagen de división que sólo daría alas a una oposición que no va a dar tregua. Se trata de temas de Estado tan relevantes como puede ser Cataluña y que tanto les distancia.
¿Un Gobierno de Pedro Sánchez con Pablo Iglesias de 'número dos' avalaría una consulta sobre el futuro encaje catalán en el Estado? ¿Aprobaría el indulto en caso de que haya condenas para los líderes del 'procés'? No sólo eso, ¿podría ser vicepresidente de un país donde asegura que hay «presos políticos»?
Más allá de Cataluña, la agenda internacional es la otra gran patata caliente de un potencial Ejecutivo con ministros de ambas formaciones. Lo es, sobre todo, en dos capítulos. El primero, Venezuela. El Gobierno español lideró la posición europea para reconocer a Juan Guaidó como presidente venezolano frente a Nicolás Maduro, una decisión que irritó y mucho a Pablo Iglesias, que tachó lo ocurrido de «golpe de Estado». ¿Qué opinión tendría un hipotético Gobierno de coalición?
Más casos. Bruselas. El europeísmo de Unidas Podemos no está en cuestión, pero sí la forma en la que debe gobernarse la Unión. Sus críticas hacia la Comisión han sido una constante, sobre todo en lo relacionado con la agenda económica. El Ejecutivo comunitario acaba de imponer unos deberes a Madrid nada sencillos: un ajuste fiscal de 15.000 millones en dos años. Y es que España, además de arrastrar una deuda pública de un billón de euros, sigue gastando 30.000 millones al año de lo que es capaz de recaudar.
Pese a todo, la agenda económica no sería el mayor de los obstáculos ya que la experiencia demuestra que cuando los líderes nacionales pisan Bruselas, todo cambia. Que se lo pregunten a Alexis Tsipras, el 'hermano' griego de Iglesias, que llegó a la UE en mangas de camisa proclamando la muerte de la Troika y terminó abrazado a la causa socialdemócrata y asumiendo los ajustes dictados por Bruselas. Y con corbata.
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