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El comunicado de los presos de ETA pertenecientes al colectivo EPPK, donde trasladan a sus familiares y amigos su deseo de que los recibimientos se produzcan de modo privado y discreto, es una buena noticia. Una decisión que corrige el error que el mundo de ... la izquierda abertzale cometió al promover los 'ongi etorris' en la plaza pública, como piezas integrantes del proceso de paz y convivencia. Es un hecho positivo para las víctimas, pues muchos de estos eventos se diseñaron y celebraron, sin minusvalorar la dimensión afectiva hacia la persona excarcelada, como actos de apoyo al militante de ETA. Cualquier observador, mínimamente objetivo y honesto, creo que apreciaría en la mayoría de los actos celebrados esta dimensión de respaldo a la persona por su condición de miembro de ETA. En contra de esta interpretación, desde sectores influyentes de la IA se ha escrito que los 'ongi etorris' nada tienen que ver con las acciones realizadas por la persona recibida, sino con su condición de víctima del sistema penitenciario español. Si eso fuese así, dejarían de ser hirientes y ofensivos si los recibimientos estuvieran sustentados en la siguiente idea: «No estamos aquí por el sufrimiento y dolor que causaste, sino por el padecido en tus años de prisión».
Los presos de EPPK llegan a reconocer implícitamente que junto a la expresión de afecto y cariño, los recibimientos han sido actos para mostrar su apoyo al militante de ETA y a su trayectoria, al exponer en su comunicado que «hay personas que han expresado honestamente que sienten dolor con los 'ongi etorris' públicos. Son personas damnificadas a consecuencia de las acciones de nuestra militancia del pasado y comprendemos que puedan sentirse dolidas». Una observación que la IA no había realizado de forma oficial. Es más, tras las críticas que recibieron por respaldar los 'ongi etorris' celebrados este pasado verano, Sortu efectuó una defensa radical de dichos actos, sin la mínima comprensión del dolor que los mismos producían en las víctimas, que ahora se reconoce.
Es difícil saber las razones o los hechos que han forzado o favorecido esta reconsideración obligada. Lo que sí resulta significativo es que la retirada de los recibimientos públicos venga de la mano del colectivo de los presos, lo que da a la rectificación una autoridad que en el mundo de la IA nadie va a contestar. Nunca es demasiado tarde si la reconsideración es sincera y responde a la interiorización, aunque sea inicial, de la necesidad de establecer una nueva relación con las víctimas, sustentada en el reconocimiento de que el dolor causado no estaba justificado y que fue un error producirlo. Dicho lo anterior, me asusta e indigna el escándalo nauseabundo que han montado las derechas españolas en el Congreso con motivo de este comunicado, expresión clara de su fariseísmo por la instrumentalización sectaria e impúdica que realizan de las víctimas. Una vergüenza.
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