![«No quería ser víctima del terrorismo, sólo quería paz»](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201911/18/media/cortadas/memorial-RkKctqcjrtitmwNh5x3SvZK-624x385@El%20Correo.jpg)
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«ETA me robó mi niñez y mi adolescencia». Quien habla es Maribel Lolo. Cuando tenía solo cuatro años, un etarra dejó a su padre, Jesús Lolo Jato, postrado en una silla de ruedas para el resto de su vida. «La bala que le ... disparó nos atravesó a mi madre y a mí», se sincera. Era policía municipal en Portugalete. Aquel 15 de abril de 1978 tenía turno de noche. Se encontraba en el parque del Doctor Areilza –más conocido como «de los monos»– del municipio vizcaíno cuando vio a un chico correr con una bolsa de deportes. «Le pareció sospechoso y le dio el alto». El destino quiso que aquel joven fuera un miembro de ETA que acudía a un encuentro con otros terroristas en el Puente Colgante. Sin mediar palabra, le pegó un tiro, que le atravesó la médula espinal. La vida de Maribel y su madre transcurrió entre paredes de hospitales. «Me llevaba mis muñecas. Y familiares y amigos me sacaban a pasear», recuerda. Su padre no asistió a su primera comunión. Tampoco fue a la piscina a verla nadar. «No sé lo que es que te recoja en la escuela...», lamenta. Jesús Lolo nunca volvió a caminar y tuvo que soportar unos dolores terribles. Falleció en 2003. «Destrozaron a mi familia, nuestras ilusiones, pero el odio en mi casa nunca ha existido. Hay que transformar el dolor en aprendizaje y nunca olvidar lo que ha ocurrido«, apostilla.
El de Maribel es uno de los cuatro testimonios que esta mañana se han escuchado, en primera persona, en la Subdelegación del Gobierno de Álava. El Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo ha celebrado hoy el Día de la Memoria. Aunque la efeméride es el 10 de noviembre, su coincidencia con las elecciones generales ha llevado a las instituciones a posponer su conmemoración. Hoy ha sido el turno del Memorial de Vitoria y los protagonistas, los heridos por el terrorismo y sus familiares. Al acto, presidido por el director del Memorial, Florencio Domínguez, han asistido, entre otros, el delegado del Gobierno en Euskadi, Jesús Loza; la presidenta del Parlamento vasco, Bakartxo Tejeria; el alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran, y la directora de Gogora, Aintzane Ezenarro.
El Ministerio del Interior ha reconocido la condición de heridos a 4.808 personas en el último medio siglo. ETA es la que más heridos ha causado: 2.597, de los que 991 los provocó en Euskadi. Por detrás se sitúa el terrorismo yihadista: 1.833 personas, gran parte en los atentados del 11-M. En la estación de Atocha se encontraba Rachid El Jaddan. Miembro del equipo de atletismo de Marruecos, llegó a España en 2001 con el objetivo de seguir su carrera deportiva. Todo quedó truncado aquel día. Hoy su sueño es formar un equipo en su país –vive en Casablanca– para luchar contra la radicalización de los más jóvenes.
Además de Maribel Lolo y Rachid El Jaddan, ha compartido también su experiencia Juan José Aliste Fernández y Enrique Barañano. Estaba previsto que interviniera en el acto, si bien no pudo finalmente asistir, Ana Arregui, mujer del ertzaina Jon Ruiz Sagarna, herido grave en un atentado de ETA en Rentería en 1995. Aliste era capitán de Infantería del Ejército cuando una bomba-lapa de ETA adosada a su vehículo le dejó postrado en silla de ruedas 1995. Las primeras noticias que llegaron a su mujer y a sus hijos fueron que había fallecido. «Quien menos se entera del atentado es la víctima, quién más sufre es la familia», reconocía en su turno de palabra. «Mi gran ayuda fue que cuando me dormí -despertó ya en el hospital- pensé que había sido un reventón, no una bomba. Por suerte, no he tenido pesadillas...».
Barañano Zuazua resultó herido en el atentado de ETA contra la comisaría de la Ertzaintza de Ondarroa en 2008. «Salvé la vida de milagro», ha reconocido durante el acto del Memorial. Aquel día en el que ETA hizo estallar un coche bomba contra la Ertzainetxea eran «once policías, con sus once familias». Barañano ha recordado retazos del atentado, sus miedos a ser «rematados» o a que otro vehículo hiciera explosión cuando trataban de ponerse a resguardo. «Sólo un hombre jubilado nos dijo 'ánimo chavales'», ha evocado. «Otra chica de unos treinta años nos preguntó: ¿Ha habido muertos? Le dijimos que no, que solo heridos, y se marchó sin más. No relacioné las cosas al momento, pero seguro que fue a darles la noticia a los terroristas», ha revelado Enrique. Le diagnosticaron estrés postraumático. «Dejé de ser persona, pensaba que me seguían, que iba a sufrir otro atentado...», comparte. Tras meses de baja retornó a su trabajo, también a su plaza en Ondarroa. Eso sí, «con el muro de la vergüenza» para «protegernos» -no se eliminó hasta 2017-. Ni siquiera ha leído el atestado de los hechos. «Yo no quería ser víctima del terrorismo, solo quería paz».
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