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Fernando Segura
Viernes, 30 de junio 2023, 01:36
El cuadro institucional guipuzcoano surgido de las elecciones del 28-M ha quedado completo tras la investidura ayer de la jeltzale Eider Mendoza como diputada general de Gipuzkoa. Hará historia porque será la primera mujer en ocupar este cargo gracias a los votos de los ... partidos que sustentarán su gobierno de coalición, PNV y PSE, y también a los del PP que, aunque estará en la oposición, le cedió uno de sus tres votos (los otros fueron en blanco) para evitar que acceda al cargo Maddalen Iriarte, la candidata de EH Bildu. Esta última recabó el respaldo de los junteros de Elkarrekin Podemos, pero sus 'síes' no fueron suficientes.
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Ander Carazo
El marcador de la votación, resuelta en primera vuelta por mayoría absoluta, fue de 25 papeletas a favor de Eider Mendoza, depositadas por el PNV (17), PSE (7) y PP (1). Maddalen Iriarte sumó 24, procedentes de EH Bildu (22) y Elkarrekin Podemos (2). En consecuencia, Mendoza contó con el apoyo de 27 procuradores de los 51 que forman las Juntas Generales, por tanto, mayoría absoluta.
Los votos del PP fueron imprescindibles para que la candidata jeltzale saliera elegida porque impidieron el empate a 24 que se hubiera producido entre PNV y PSE por un lado; y EH Bildu Elkarrekin Podemos por otro. En ese caso, la diputada general hubiera sido Iriarte, dado que la coalición independentista fue la formación más votada el 28-M.
Mendoza comenzó su discurso como candidata poniendo en valor los gobiernos de coalición PNV-PSE que han liderado la Diputación en estos últimos ocho años, con Markel Olano al frente, del que destacó su gestión y honradez. En esas dos legislaturas, subrayó Mendoza, «hemos resuelto los graves problemas que dejaron pendientes en el pasado», en referencia a la polémica sobre los residuos que marcó el Ejecutivo de EH Bildu durante su mandato entre 2011 y 2015.
Mendoza también quiso dejar claro desde el principio de su intervención la legitimidad que le confieren los 157.056 votos conseguidos por PNV y PSE el 28-M para optar a ser diputada general, y el hecho de que «hemos sido los únicos con capacidad para articular acuerdos entre diferentes y articular un programa para la formación de un gobierno sólido». Apreciaciones ambas dirigidas de antemano a responder a las críticas por presentarse para liderar la Diputación cuando fue Maddalen Iriarte la que ganó los comicios de mayo. No obstante, Mendoza tendió la mano a la oposición a la búsqueda de consensos amplios.
Y es que liderará un gobierno en minoría. El bipartito PNV-PSE se verá obligado a negociar en esta legislatura cada norma foral, entre ellas los Presupuestos anuales, con los partidos de la oposición. Un escenario bien distinto al de estos últimos ocho años, en los que Markel Olano encabezó la Diputación con mayoría absoluta.
Su contrincante, la candidata de EH Bildu, Maddalen Iriarte, ofreció liderar un Gobierno foral «feminista y de izquierdas», que dé respuesta a los «grandes retos» del territorio, como la «crisis» climática o «la dependencia de los alimentos», que sea «euskaldun e impulse el euskera» y, sobre todo, que «garantice todos los derechos de la gente». En este sentido, recordó que la ciudadanía habló «claro» en las elecciones del pasado 28 de mayo y puso en manos de la coalición soberanista «la responsabilidad» de «guiar» a la provincia, por lo cual pidió la «confianza» de la Cámara foral para ello.
Lo hizo en balde. Ganó, como se esperaba, la candidata del PNV y lo hizo gracias al voto de los socialistas, su socio de coalición, y del Partido Popular. El 'sí' de los conservadores era clave. De haberse abstenido, por ejemplo, Iriarte hubiera sido proclamada diputada general.
El portavoz del PP, Mikel Lezama, recalcó que los resultados electorales del pasado 28 de mayo en Gipuzkoa obligan a «negociar, a comprometernos y a aceptar el precio del poder compartido», lo cual conlleva «cierto nivel de frustración porque el éxito absoluto no existe» en política.
«La política es una actividad que gira en torno a la negociación, en torno al compromiso y la aceptación del precio que hay que pagar por el poder compartido y la soberanía», defendió. Eso sí, lamentó que «habrá que arreglárselas con la frustración de no poder sacar adelante completamente lo que uno se proponía», lo cual, a su juicio «no es ningún drama en política, sino todo lo contrario». «Dar por bueno lo que no satisface completamente las propias aspiraciones y asumir que los pactos y las alianzas son un buen ejemplo», apostilló.
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