En la entrevista de este martes con ELCORREO, la candidata de EHBildu a la Alcaldía de Vitoria, Rocío Vitero, desvelaba el objeto personal al que tiene más cariño, un pañuelo zamorano de su abuela materna, con el que posaba para la foto. «Los usaban en ... el campo, en la frontera entre Zamora y Portugal, y los guardaban para los días de fiesta. Me los pongo un montón», explicaba la aspirante, con un perfil mucho más social que abertzale: ha trabajado en residencias, en reinserción de presos, con personas en riesgo de exclusión y en actividades de voluntariado.
Publicidad
Un perfil rotundamente alejado de lo que un día fue la ortodoxia de la izquierda abertzale y un guiño a sus raíces familiares que se quedaría en anécdota si no fuera porque la campaña de EHBildu, empañada de saque por la inclusión de siete etarras con delitos de sangre en sus listas, ha servido para hacer saltar por los aires un tabú, el de la pelea sin complejos por el voto no nacionalista. De izquierdas, claro. Pero español.
Noticias Relacionadas
El pañuelo zamorano de Vitero es sólo una pista sutil de la vocación transversal con que Bildu afronta esta campaña –sobre todo en esta recta final–, en la que Arnaldo Otegi ha apelado sin complejos al voto de todos aquellos que quieran «mejorar las cosas». «Da igual que no estén de acuerdo con nosotros al 100%», ha abundado, consciente de que su meta de erigirse en alternativa real de gobierno al PNV pasa por ensanchar su base social y penetrar en nichos de voto hasta ahora vedados. Algo que se ha notado en el mensaje, en el que lo identitario se ha diluido hasta casi desaparecer en beneficio de lo social, en la estrategia publicitaria, más ambiciosa, y en el protagonismo estelar de personas ligadas en el pasado a la izquierda no nacionalista (el exjuez amenazado por ETA Manuel Díaz de Rábago, los exconsejeros Javier Madrazo y Gemma Zabaleta y la exlíder de Podemos Euskadi Nagua Alba) que ahora piden el voto para EHBildu. La estrategia recuerda al «soy charnego e independentista» de Gabriel Rufián, pero, a diferencia de ERC, el independentismo también ha desaparecido de la ecuación. No en vano, el objetivo son comarcas como la Margen Izqueirda, de tradición obrera, inmigrante y castellanohablante, donde el barakaldés Iker Casanova, cabeza de lista foral, busca derribar barreras.
Curiosamente, es el PNV el que se reivindica ahora como un partido nacionalista clásico, con el interés general de Euskadi por bandera, pero también con un marcado acento de defensa de las competencias propias. La zapatiesta en torno a la ley de vivienda, apoyada por Bildu y ERC y rechazada por el PNV en Madrid, es un buen ejemplo. «A Bildu le da igual bonito del Cantábrico que perca del Manzanares», ha ironizadoAndoni Ortuzar para ridiculizar los múltiples caladeros en los que busca echar la caña la coalición abertzale. En los últimos tiempos, viendo venir que Bildu ya no sólo le disputa su condición de partido vasco influyente en Madrid sino también la de fuerza 'atrapalotodo' más allá de los postulados abertzales clásicos, el PNV ha salido a morder. Hasta en lo personal, como hizo ayer con Oskar Matute. Y a desenmascarar el corazón «sectario» que seguiría latiendo bajo la remozada fachada de los de Otegi. Ya lo avisó en el Aberri Eguna, ataviado con kaiku, el líder del EBB: «Son los de la mani aunque se vistan de Armani».
Publicidad
Pero en esta carrera hacia el 28-M, más que en la izquierda de diseño, Bildu se ha mirado en el espejo de Pepe Mújica, el expresidente uruguayo admirado por Otegi, referente del 'frente amplio' de izquierdas que dirigió el país tras el corralito e inspirador absoluto de su campaña. «Se trata, como dice Mújica, de ver qué podemos hacer para mejorar la vida de la gente, ser jueces de nosotras mismas», resumió ayer Mertxe Aizpurua.
Ya no es solo que espere trasvases de voto de Elkarrekin Podemos, del PSE e incluso del PNV –de ahí el paso al lado de los etarras condenados por asesinato al anunciar que renunciarán a sus actas de ediles–, sino que los busca activamente. El exmagistrado Rábago, madrileño y abogado laboralista en los despachos de CC OO en sus primeros años, objetivo directo de ETA y miembro del tribunal que juzgó las conversaciones de Ibarretxe y Patxi López con Batasuna, lo dejó claro en un vídeo proyectado en el mitin de Vitoria en el que pidió el voto para Bildu por ser la sigla más fuerte de las izquierdas: «Me siento español, no vasco, aunque lleve aquí cincuenta años».
Publicidad
También era elocuente en ese sentido el artículo de este martes en 'Gara' de Javier Madrazo, exconsejero de Vivienda con Ibarretxe y excoordinador general de Ezker Batua, que arrancaba así: «Llegué a Bilbao, desde Cantabria, cuando aún no había cumplido un año». En el texto repasaba sus orígenes obreros, su militancia –ojo– en Gesto por la Paz, su admiración por la izquierda revolucionaria latinoamericana y el «agotamiento» del modelo del PNV, con el que gobernó ocho años, para justificar su voto a Bildu este 28-M. También Zabaleta, exconsejera con Patxi López, ha participado activamente en la campaña de Maddalen Iriarte. Ella ya lo hizo en la de Jone Goirizelaia en Bilbao, con la que creó el colectivo de mujeres 'Ahotsak', un germen primigenio del 'frente amplio' de izquierda al que empezaron a apelar en vísperas de las autonómicas de 2020. «Que el pasado no sea una losa para nuestro país», decían entonces. ¿Pasado, qué pasado?, parecen decir ahora.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.