david guadilla
Domingo, 12 de junio 2022, 14:13
La imagen es el mensaje. Y el que quiso lanzar la Gazte Koordinadora Sozialista el pasado lunes fue claro. Alrededor de 300 jóvenes reunidos en formación en San Sebastián. Se trataba, básicamente, de una demostración de fuerza. El destinatario también era evidente: EH Bildu y ... Sortu. Fue el punto de inflexión de la batalla interna en la que lleva inmersa la izquierda abertzale desde hace tiempo, pero que ha implosionado de forma pública estos días con un cruce de peleas, insultos y amenazas. El conflicto ha estallado, además, en el 'frente juvenil', vital en el movimiento abertzale. Opuesta a la línea oficial, se ha hecho fuerte GKS con un relato ortodoxo comunista en el que el soberanismo queda relegado a un lugar secundario. Sus líderes, nacidos a finales de los noventa, se han convertido en teóricos de doctrinas que tuvieron su apogeo en los setenta y que ahora han recuperado para asaltar el poder.
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Los dos jóvenes que tomaron la palabra el lunes en el anfiteatro de Miramon son un buen ejemplo de esa nueva camada de jóvenes que está poniendo en aprietos a la izquierda abertzale tradicional y a su colectivo juvenil, Ernai. En primer plano se ve a Garazi Navarro, bertsolari, nacida en 1998 en Amoroto. Un paso por detrás aparece Manex Gurrutxaga (Ibarra, 1995). Sociólogo, está considerado uno de los principales ideólogos de GKS.
Sus intervenciones son contundentes, sin matices y con un objetivo: la coalición liderada por Arnaldo Otegi. En el acto del lunes se afirmó: «Está claro que EH Bildu es un partido integrado en el Estado español. Es el principal partido que representa los intereses de la clase media en Euskal Herria». Frente a ellos, GKS estaría al lado de la clase trabajadora. Para ellos, el «interclasismo» de Bildu es inaceptable.
A pesar de esos discursos radicales, muy sectarios, capaces de fusionar el marxismo con la identidad vasca y en los que todo se resume en un ataque constante del modelo «capitalista y burgués», los portavoces de GKS, crecidos también en el ambiente de los gaztetxes, se alejan de los estereotipos habituales que pueden rodear a la extrema izquierda.
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La mayoría procede de lugares con una escasa tradición comunista -otra de las portavoces habituales es Ane Ibarzabal (Kanala, 1994); el joven que aparece en un vídeo que reflejaba la tensión que se vivió hace diez días en el desalojo de un local en San Sebastián es Martín Goitiandia, donostiarra del 97...-, muchos pertenecen a familias de clase media, con padres con responsabilidades en empresas, profesores universitarios... Pero todos lanzan un mensaje próximo al leninismo o incluso «camboyano», como sostiene un veterano militante de Sortu. «Tienen los mismos debates que se tenían en ETA en los setenta». Según sus críticos, su estrategia es intentar copar todo los movimientos, incluidos el cultural o el feminista.
Para entender esa aparente contradicción hay que conocer los precedentes. La mayoría proviene de Ikasle Abertzaleak, un colectivo que durante décadas funcionó de forma paralela a lo que entonces era Batasuna, compartiendo en muchos casos militantes y objetivos, pero sin formar parte de su estructura. La entente funcionó hasta que la izquierda abertzale apostó por hacer política institucional.
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El año de la ruptura fue 2019. Fue clave el séptimo congreso de Ikasle Abertzaleak celebrado en marzo en Berriozar. Ahí intervino Manex Gurrutxaga con un discurso muy duro contra Sortu. En sus declaraciones no duda en considerar un error el fin de ETA y, de forma críptica, recalca que están dispuestos «a la construcción de un nuevo intento revolucionario». De hecho, GKS arrancó en ese momento, y desde entonces su poder ha ido en aumento. El contexto mundial les ha favorecido. Reclutaron simpatizantes con la pandemia y su denuncia de «control social» con el pasaporte covid, apoyan a Putin y critican a la OTAN... Lo que en un principio Sortu consideraba una pequeña molestia se ha convertido en una preocupación que ha sabido explotar sus contradicciones. Por varios motivos.
Uno es que han demostrado su capacidad de movilización y organización. «Están bien formados, saben de qué va esto...». En octubre reunieron a un millar de personas en Alsasua, en Durango tienen previsto organizar otro acto masivo en julio... Primero se les circunscribió a la Facultad de Letras de Vitoria, donde ha habido varios altercados en los últimos años, «pero están implantados en toda Euskadi y Navarra».
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A pesar de que la formación liderada por Arkaitz Rodríguez trata de marcar distancias diciendo que, en realidad, GKS no forma parte de la izquierda abertzale y de que los miembros de la Koordinadora tampoco quieren ser identificados con esa etiqueta porque se consideran «algo nuevo», la realidad es otra. «Muchos son hijos de los nuestros», afirma un veterano militante de Sortu. Y no es una forma de hablar. Entre los que posaban en el anfiteatro de Miramon estaba el hijo de Mikel Antza y Soledad Iparragirre, 'Anboto'. Es decir, dos 'pata negra' de ETA que además cuentan con el respaldo total de Sortu.
Que el hijo de 'Antza' y 'Anboto' se alinee con GKS tiene una profunda carga simbólica interna. «No deja de ser como la ruptura con el padre, lo que hizo la izquierda abertzale con el PNV en los sesenta», afirman desde el entorno de Sortu.
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También rompe el guion de que los miembros de GKS son una especie de elemento extraño al universo abertzale el hecho de que una de las principales líderes de la Koordinadora Sozialista en Bizkaia es una de las hijas de Jon Iurrebaso. Este ex preso de ETA fue uno de los interlocutores que mandó la banda en 2006 a negociar con el Gobierno de Zapatero. Una vez declarado el cese de la violencia, lo consideró una rendición y sus críticas a Otegi han sido feroces. A esto hay que sumar que la radicalidad de GKS le complica al máximo a Bildu 'vender' su relato de partido que puede llegar a «pactos de país».
Quedan preguntas por responder. Una es hasta dónde pueden llegar. Nadie cree que apuesten de forma clara por la violencia a corto plazo, pero nadie descarta que haya un «verano caliente». Otra es su financiación. La guerra entre GKS y Ernai que ahora se ha abierto tiene que ver en gran medida con el control de la txosnas. Pero durante los últimos años han demostrado que tienen capacidad para organizar eventos, tienen su propio canal de televisión, distribuyen revistas que requieren de una inversión importante... Y un último interrogante: ¿Hay alguien detrás o es simplemente un movimiento juvenil?
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