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El carné de identidad de Joseba Arregi dice que nació en 1946 en la localidad guipuzcoana de Andoain, una localidad en la que por aquellas fechas sólo había dos familias nacionalistas, la de Joseba Arregi y la de Joseba Egibar. Y los hijos siguieron el ... ejemplo de los padres como militantes nacionalistas porque el nacionalismo fue, antes que nada, una vivencia familiar para Joseba Arregi. Esas vivencias se gestaron escuchando los relatos del padre sobre la Guerra Civil o las conversaciones de las visitas a la casa familiar de otros nacionalistas. Lo explicaba el propio Arregi en el libro 'Ser nacionalista. Dos visiones en diálogo', hecho con Diego López Garrido.
Los años llevaron a Joseba a recibir educación al colegio de La Salle, primero, después al seminario menor de Saturrarán para hacer el bachillerato y más tarde al seminario diocesano de San Sebastián para estudiar Humanidades y Filosofía. Viajó a Suiza en 1966 para estudiar teología en Friburgo durante un año. Regresó, fue detenido y encarcelado en 1968 por sus incipientes actividades políticas. Pasó unos meses en la prisión de Martutene y fue absuelto en 1970. Se ordenó sacerdote y viajó a Alemania donde se doctoró en Teología.
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Con los estudios y las lecturas realizadas durante su estancia en la Universidad de Munster entró en contacto con corrientes de pensamiento que pusieron en crisis el edificio intelectual con el que había llegado a Alemania, incluidos los imaginarios sobre los que había construido sus convicciones nacionalistas de juventud, el imaginario de la familia, el de la estética predicada por gentes como Oteiza o el imaginario de los antropólogos que buscaban en la prehistoria unos orígenes de lo vasco sin impureza alguna. Siguió siendo nacionalista, pero comenzó a ver este movimiento de otra manera, más como una opción política que como una exigencia ineludible de la historia.
Volvió al País Vasco en 1976 y se dedicó inicialmente a la enseñanza, hasta que cuatro años más tarde fue nombrado secretario general del Consejo Asesor del Euskera. Fue su primer paso hacia la política en las recién creadas instituciones autonómicas. Luego sería, durante nueve años -desde 1984 a enero de 1995- consejero del Gobierno vasco y portavoz del Ejecutivo. Tras dejar la primera fila política, volvió de nuevo a la enseñanza, esta vez a la Universidad como profesor de Sociología, después de haberse doctorado en esta especialidad.
La política institucional perdió un protagonista de primera fila -alguien al que, entre otras cosas, hay que reconocerle un papel relevante en la instalación del Museo Guggenheim en Bilbao-, pero a cambio lo ganó el debate intelectual. Porque Joseba Arregi, tras consolidar su nueva dedicación a la docencia universitaria, comenzó a elaborar una densa obra con reflexiones sobre el nacionalismo y sobre el país. Es en esta época en la que aparecen libros como 'Euskadi invertebrada' (1996), 'Euskadi como pasión' (1999), 'La nación vasca posible' (2000), 'Ser nacionalista' (2000), 'Dos modelos de Estado: la historia y la norma' (2005).
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Sus ideas no están reflejadas sólo en los libros, sino en multitud de artículos de prensa o de revistas especializadas. Joseba Arregi ha sido un intelectual comprometido, en el sentido que tenía esta palabra en los años sesenta y setenta, que abre líneas de debate, pero también ha sido un divulgador, un pedagogo y un publicista que quería compartir sus ideas con el público general, con aquel que no va a la librería a comprar un libro sobre historia o sobre ciencia política.
En la trayectoria política de Joseba Arregi hay que señalar otra fecha, la 2004, año en el que abandonó la militancia del PNV. Su renuncia era el final de varios años de discrepancias públicas con la estrategia de su partido. Arregi había reunido en su persona la doble condición de protagonista directo de la actividad política partidaria y de intelectual dedicado a la reflexión y al análisis teórico. De su pluma habían salido razonadas críticas a la política desarrollada por el PNV, desde el pacto de Lizarra al Plan Ibarretxe, críticas apoyadas no en los argumentos de los no nacionalistas, sino en un modo de entender el nacionalismo que buscaba romper su inmovilismo ideológico.
Arregi representaba la reivindicación del Estatuto como materialización de un doble pacto para la convivencia entre diferentes, un pacto interno entre los vascos y otro entre Euskadi y el Estado. Representaba también la defensa coherente de la idea de la pluralidad política y social entendida como un valor colectivo enriquecedor del conjunto y no como una incomodidad transitoria que hay que eliminar en aras de la homogeneidad y de la identidad única.
El que fuera portavoz de José Antonio Ardanza se había significado por el intento de provocar debate en el seno de su propio partido, aportando ideas y argumentos para suscitar la discusión, pero hay que reconocer que en aquel momento fracasó. El esfuerzo realizado para poner razones encima de la mesa no tuvo otra respuesta que el silencio y la indiferencia de quienes preferían mirar hacia otro lado e ignorar al discrepante.
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Una de las líneas de reflexión de Joseba Arregi había sido la de reclamar la renovación del nacionalismo, que, al igual que había hecho la socialdemocracia alemana, tenía que pasar por su propio Bad Godesberg. Esa reclamación de la revisión de algunos postulados del nacionalismo la hizo Arregi partiendo de la consideración de que esta ideología no ha sido el único protagonista de la historia reciente del País Vasco, que a su lado ha habido otros componentes ideológicos, como el socialismo, el comunismo o la derecha, que habían configurado un país mucho más diverso y complejo que el contemplado por la visión del nacionalismo. Arregi ha sido, junto a Juan Pablo Fusi, un teórico de la pluralidad vasca, pluralidad entendida como algo sustancial, como un valor, no como una situación transitoria a superar.
Joseba Arregi consideraba que el PNV se había renovado «cuando ha participado en un proyecto democrático de colaboración con España», pero que había fracasado cuando había optado por coaligarse con los «antisistema», en referencia a lo que el historiador José Luis de la Granja llamó los «errores» de Estella, el pacto con el tradicionalismo en 1931 en torno a un proyecto estatutario enfrentado a la República española y el pacto con Batasuna en 1998, enfrentado a las actuales instituciones democráticas nacidas de la Constitución y el Estatuto.
En coherencia con esas posturas Arregi defendió el valor del Estatuto de Gernika. Criticó la radicalización soberanista del PNV a finales de los años noventa, que derivó hacia el pacto de Estella. Esas críticas a la radicalidad no le hicieron ganar muchos amigos. Xabier Arzalluz lo catalogó entre los 'michelines' del PNV, aquellas adherencias de las que se podía prescindir. ETA, en el debate interno del año 2002, estuvo considerando la posibilidad de atentar contra Joseba Arregi.
La pluma de Joseba Arregi se ha ocupado también, y por extenso, de los debates relacionados con el terrorismo. Él, que como portavoz del Gobierno vasco se había opuesto en 1984 a la extradición de etarras desde Francia, posición que rectificaría también como portavoz tres años más tarde, defendió en sus obras la legitimidad de la acción policial contra ETA como uno de los instrumentos políticos principales que tiene el Estado.
Arregi ha escrito mucho y bien sobre la importancia de la deslegitimación del terrorismo y del papel que en ese terreno podía jugar el nacionalismo porque una de las medidas eficaces contra el terrorismo es la palabra, las ideas con las que se combate a quienes andaban con las armas en la mano. Se requiere, y sobre esto ha insistido de forma reiterada, la deslegitimación sistemática, desde el campo de la ética, de los principios y de los derechos humanos. La deslegitimación es lo que pone en cuestión las ideas por las que se mata, es la que siembra la duda en los posibles adeptos, la que ataca la moral de los activistas, la que cuestiona su creencia en la victoria y, por tanto, la que pone en evidencia la inutilidad de su esfuerzo criminal.
En el terreno intelectual Arregi entró de lleno en la reflexión sobre el papel de las víctimas del terrorismo. No sólo ha escrito artículos o elaborado ponencias y textos de conferencias, sino que ha colaborado con entidades como la Fundación Víctimas del Terrorismo y otras asociaciones. Elaboró una sólida teoría sobre lo que tenía que ser el final de ETA, con derrota de la ideología que había hecho posible más de ochocientos muertos.
El acercamiento a las víctimas se reflejó en su libro 'El terror de ETA. La narrativa de las víctimas' (2015). Fue también uno de los 'padres' del Centro Memorial como activo miembro de la Comisión de Expertos que diseñó lo que tenía que ser esta institución en 2015. Arregi ha colaborado con el Memorial que el pasado mes de marzo publicó uno de sus trabajos: 'El terrorismo y las víctimas en la literatura en euskera'. Este informe estaba pendiente de presentación pública que la enfermedad de Joseba había impedido hasta el momento.
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