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«Recuerdo perfectamente aquel día. Uno piensa que lo vas a poder olvidar, que podrás meter el atentado en un cajón, pero siempre vuelve. Todo ... sale a flote». Juan José retrata así las heridas menos visibles de los atentados terroristas, esas que tardan más en sanar que las de la metralla. Es uno de los cuatro ertzainas que fueron homenajeados ayer por Mila Esker en el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo en Vitoria. «No podemos ni hablar por la emoción, pero queremos daros las gracias, de todo corazón. Es el que más nos llega porque es el de nuestros compañeros», confesaron.
La asociación, que agrupa a agentes de la Policía autonómica, rindió tributo a los cuatro ertzainas que resultaron heridos y sobrevivieron a dos atentados de ETA en el parque de Etxebarria y en el alto de Herrera, en los años 2001 y 2003, respectivamente. Los dos se produjeron después de que se recibieran llamadas trampa, con las que la banda atraía a los agentes a una situación de desventaja.
600 ataques terroristas y de kale borroka sufrió la Ertzaintza. 15 agentes fueron asesinados y otros 63 miembros de la Policía autonómica resultaron heridos de diversa consideración.
Txema B. y Txema C. -los agentes homenajeados prefieren evitar sus apellidos- acudieron el 20 de noviembre de 2001 al parque Etxebarria, en Bilbao, después de que un comunicante advirtiera de que había una pancarta con las palabras 'Policía asesina. ETA, mátalos'. Llevaba dos kilos de explosivo adosados. Txema B. recuerda que «llamé varias veces a la central con el móvil que nos habían dado a las patrullas. Quería saber si habían identificado a quien había hecho la llamada. No lograban comunicar con él: que no respondía, que comunicaba». Lo siguiente que oyeron sus compañeros, en aquella misma conversación telefónica, fue un gran estruendo. «A mí me pilló algo más lejos pero a mi compañero más cerca», explica Txema B. «Luego te cambia mucho la vida y no es para bien», añade. A Txema C. se le enrojecen los ojos cuando se le pregunta del tema. Casi no quiere hablar pero hace recuento. «Tres operaciones en un ojo, siete en el oído, dos en el otro...». La recuperación física es muy larga: «La última vez que pasé por el quirófano fue el mes pasado. Y te remueve todo otra vez».
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En el caso de Juan José y Goyo, el aviso trampa se recibió el 15 de septiembre de 2003. Un vehículo había chocado en el alto de Herrera contra un animal y estaba cruzado en mitad de la calzada. «Nada más llegar, antes de bajarnos, empezaron a dispararnos desde los dos lados», recuerda Goyo. Eran las diez de la noche. «Por mi lado vino uno de los tres etarras con una escopeta recortada con postas y me pegó tres tiros. Me reventó la cara, perdí el ojo y tenía metralla por todos los lados». Lograron repeler el ataque e iniciaron un tiroteo en el que resultó herido el miembro de ETA Arkaitz Otazua, que «murió desangrado porque un tiro le cortó la femoral», según explica Juan José.
Goyo abandonó tan nervioso el lugar que encañonó a una pareja que salía del mirador cercano, confundiéndoles con los etarras. «Ellos me bajaron al hospital de Leza y allí perdí el conocimiento». Pasó cinco días en coma inducido. «Hubo una intoxicación tremenda sobre este caso por los afines a ellos y nos tuvimos que marchar a la otra punta de España», recuerda. «Tu proyecto de vida se cae», lamenta.
Juan JoséErtzaina. Atentado de Herrera
Julio Rivero. Mila Esker
lorencio Domínguez. Dtor. Memorial
Txema B., Ertzaina. Atentado Etxebarria.
Goyo, Ertzaina. Atentado de Herrera
Txema C., Ertzaina. Atentado Etxebarria.
Juan José salió todavía peor parado. «Me dieron once balazos. La mayoría de ellos en el chaleco que nos había dado la Ertzaintza. Yo creo que era de los únicos que lo llevaba y eso me salvó. Estábamos lejos de zonas conflictivas pero había habido un caso de drogas poco antes con disparos y había decidido ponérmelo». Juan José es muy consciente de que, con todo, aquel día tuvieron suerte. «Todos los atentados similares han acabado con un tiro en la nuca. Te acribillan y luego te rematan», confiesa. Desde entonces, «la vida te cambia mucho. Tienes siempre la sensibilidad a flor de piel, la emotividad, los cambios de carácter, hay altibajos, sueños repetitivos».
Julio Rivero, presidente de Mila Esker, recordó que «las heridas psicológicas que siguen a las físicas son a veces más difíciles de curar». Valoró que «pudieron defenderse y sobrevivieron, aunque resultaron heridos y sufrieron secuelas de por vida. Fueron perseguidos por atreverse a denunciar las actitudes mafiosas de la banda o simplemente por vestir un uniforme. Por suerte los tenemos aquí y podemos decirles lo orgullosos que nos sentimos de ellos».
Mila Esker les entregó a cada uno de ellos una medalla a la labor y al mérito policial con su número profesional grabado y un diploma honorífico. Los cuatro la recogieron muy emocionados. «Los heridos del terrorismo no suelen tener calles ni plazas, ni recibimientos. Nadie se acuerda de ellos, salvo sus familias», lamentó Rivero. En España hay 5.000 heridos por terrorismo, según el Ministerio del Interior.
Florencio Domínguez, director del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, recordó que «las asociaciones de víctimas nos han transmitido que los heridos en atentados se sienten víctimas de segunda porque no tienen el mismo reconocimiento que los fallecidos».
La Ertzaintza ha visto cómo ETA asesinaba a 15 agentes y otros 63 resultaron heridos. La Policía autonómica sufrió unos 600 ataques. «Hubo una campaña de deslegitimación previa para que la parte de la sociedad que apoyaba la violencia asumiera que los ertzainas también eran un objetivo. En 1989 hicieron un documento de estrategia que guió a la banda y a su entorno. Con eso fueron haciendo que su base social los asumiera», explicó Florencio Domínguez.
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