Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
JORGE SAINZ
Jueves, 16 de mayo 2019, 13:09
Hace cuatro años 'alguien' entró en casa de Jesús Eguiguren para robar. Pero su objetivo no era ni dinero ni joyas, sino su ordenador. El asalto coincidió con la preparación de su libro que relataba la negociación con ETA en el proceso de paz entre ... 2005 y 2007. Pero los 'ladrones' hicieron 'agua'. En los ordenadores no había nada relevante. Y es que el histórico dirigente del PSE-EE acostumbraba a apuntar a mano aquellas conversaciones con la banda en unos cuadernos rojos que compró en la papelería Brachard de Ginebra, en pleno proceso negociador.
«Yo nunca escribía los datos en el ordenador. La pena es que se llevaron un reloj de cuco que había traído de Suiza», rememoraba Eguiguren con una sonrisa. Diez años después del inicio de aquellas conversaciones secretas con el dirigente de ETA 'Josu Ternera', detenido este miércoles en los Alpes franceses, el expresidente del PSE-EE abría en una entrevista publicada en abril de 2015 sus cuadernos y revelaba anécdotas hasta ahora desconocidas de aquel diálogo previo en Suiza y Noruega que sirvió para preparar el terreno a la negociación de 2006 entre el Gobierno de Zapatero y ETA. Un proceso que si bien no llegó a buen puerto, sí desbrozó lo suficiente el camino para que en 2011 ETA abandonara definitivamente la violencia.
La preparación en Txillarre
La negociación con ETA en Suiza y Noruega no se entendería sin los previos en el caserío Txillarre de Elgoibar entre el propio Eguiguren y el portavoz de Batasuna, Arnaldo Otegi, unidos desde entonces por una singular relación. Aquellas conversaciones secretas de 2000 a 2005 dieron como fruto que ETA mandara una carta al Gobierno que el propio presidente del PSE-EE recogió. «Me tuve que venir de Badajoz. Me la entregó en Txillarre una persona que no se puede identificar». Se la dio en mano en Santander a Rubalcaba (entonces ministro socialista de Interior y fallecido el pasado viernes). «No me atrevía a abrirla. Lo hizo Rubalcaba», señala Eguiguren haciendo con la mano un gesto brusco de romper un sobre. Hubo dos cartas más que le llegaban al dirigente socialista vascofrancés Frantxua Maitia en Iparralde y que Eguiguren también trasladó al ministro.
Primera cita en Suiza
En la tercera misiva ETA fijó una cita en el hotel Wilson de Ginebra con mediadores de la organización suiza Henri Dunant. Desde el minuto uno surgieron problemas. La primera reunión se marcó para el martes 21 de junio de 2005, la víspera de la investidura del lehendakari Ibarretxe frente al candidato socialista Patxi López. Y Eguiguren, parlamentario vasco, no podía faltar a la votación. La paliza de viaje fue de órdago.
El lunes a primera hora de la mañana partió hacia la ciudad helvética en la furgoneta que conducía Peio Rubio, dueño del caserío Txillarre y amigo personal de Otegi y Eguiguren. «Tuvimos que esquivar a la escolta diciéndoles que nos íbamos a Barcelona. Salimos de San Sebastián y, a la altura de Andoain, ya nos dejaron de seguir. Nos dimos la vuelta y para Ginebra». Más de diez horas de coche tras atravesar Francia de oeste a este por Lyon. Llegaron ya de noche. Por el cansancio del viaje, el dirigente socialista se quedó dormido en el hotel y se despertó pasada la hora de la cita.
Por suerte, nadie había preguntado en recepción por el 'señor Martínez', su nombre en clave. «Llamé a los de la Dunant y me explicaron que los de ETA no habían aparecido como medida de seguridad, pero que a las cinco de la tarde podría tener un encuentro en otro hotel», a orillas del lago Leman. Los mediadores metían a los negociadores por el garaje, por lo que Eguiguren desconocía por qué hoteles iba pasando. Pero como Pulgarcito, recogía cerillas, ceniceros o bolígrafos de cada establecimiento para reconstruir la ruta que le llevó por el Anglaterre, el Beau Rivage..., tal y como recogen sus cuadernos. El momento de las presentaciones era complicado. Los mediadores le preguntaron a Eguiguren sí estaba preparado para estar frente a dos dirigentes de ETA.
«Me explicaron que los del PP se confesaron antes. Les dije que me sentía más seguro allí que en San Sebastián», recordando su condición de amenazado por la banda. Le metieron en un salón y allí estaban 'George', que no era otro que el histórico dirigente de ETA José Antonio Urrutikoetxea, 'Josu Ternera', y 'Robert', que tiempo más tarde, tras una visita discreta a los archivos del cuartel de Intxaurrondo, pudo identificar como Ion Iurrebaso. Eguiguren era 'Miguel', aunque tanto él como 'Josu Ternera' se conocían de su paso por el Parlamento vasco. «Les di la mano y nos saludamos medio en euskera medio en castellano. No sentí nada especial». Fue un breve encuentro algo cortante, ya que Urrutikoetxea ofreció como «gesto de buena voluntad no atentar contra políticos», tal y como había anunciado la banda días antes. «Igual de grave me parece matar a un guardia civil», respondió el socialista.
Pese a todo, 'Josu Ternera' ratificó que ETA iba «en serio» y que se volverían a ver en tres días, una vez que Eguiguren cumpliera con su voto en el Parlamento. «Llame a Peio y volvimos a casa. Llegamos a las cinco de la mañana a San Sebastián. Me duché y el escolta me llevó a Vitoria». Un viaje maratoniano. «Pero no estaba cansando. Tenía mucha energía en aquel tiempo», recuerda un Eguiguren al que todo aquel esfuerzo negociador pasaría factura años después.
Fase inicial del diálogo
Resuelta la votación en favor de Ibarretxe, Eguiguren regresó al país helvético el jueves 23. Lo hizo ya solo, en el potente Audi que le prestó José Miguel Martín Herrera, arquitecto y exconsejero vasco de Urbanismo por el PSE-EE, que estaba al corriente de la arriesgada aventura. «Hay que tener valor para dejarme un coche de esos», recuerda agradecido. Una vez allí, Eguiguren dibujó a mano un croquis de la mesa negociadora. Se sentaba enfrente de Urrutikoetxea y Iurrebaso, que se limitaba a redactar notas. A los lados, tres miembros de la Henri Dunant, con Martin Griffiths a la cabeza, y una polaca de «aspecto monjil», Judith, que hacía las veces de traductora al inglés. En la sala había un televisor y una pizarra.
El primer fin de semana, ETA atentó sin víctimas contra el estadio madrileño de La Peineta, un momento «crítico», según los apuntes del cuaderno rojo. El Gobierno pidió a Eguiguren que se diera media vuelta, pero el socialista vasco se inventó «una excusa» para no volver. «No me sacaba de allí ni Dios», sonríe. Allí aguantó hasta el 14 de julio, cuando se llegó a un principio de acuerdo. «Me quedé sin el dinero que me facilitó el partido. Del Estado no vi un duro», aclara.
La relación personal con 'Ternera'
Eguiguren recuerda a 'Ternera' como «un organizador nato. Muy metódico. Le decía que cómo se notaba que era militar. Algo que le molestaba porque el respondía que era político». Se reunían por la mañana y por la tarde cada uno preparaba la cita siguiente. Eguiguren lo llevaba todo en la cabeza. Apuntaba las fechas, esquemas con propuestas, etc... en sus cuadernos rojos, junto a un diario personal. En sus ratos libres, el político de Aizarna iba al cine. «Vi cuatro o cinco veces 'El mercader de Venecia', con Al Pacino, que trataba el tema de negociar». Echaba de menos a su hija María, de cinco años, y a su mujer, la también socialista Rafaela Romero, que se encargaba de llamar a su móvil para recuperarlo cuando Eguiguren lo perdía en algún banco.
«Con el ministro procuraba no hablar, salvo algo muy puntual. No quería tener uno detrás que siempre te pide más de lo que consigues. Rubalcaba quería que acabara cuanto antes». En sus apuntes manuscritos, el expresidente del PSE-EE cita varias veces que ha hablado con Rubalcaba y se deduce que éste informa al presidente Zapatero. Tantos días juntos permitieron a Eguiguren profundizar en aspectos personales con Urrutikoetxea y Iurrebaso. Aunque en la mayoría de veces eran asunto banales.
«Comentábamos los encierros de Sanfermines que se veían por Televisión Española internacional. También hablábamos de la edad que teníamos, de nuestros pueblos, de los hijos... 'Josu Ternera' tenía cierta obsesión con el tema de los niños. Supongo que echaba de menos a su familia y estaba angustiado por estar separado de su hijo o por lo que fuera. En alguna reunión en casa de un intermediario, jugaba mucho con sus hijos, dos niños muy rubios de unos diez años», relata. Eguiguren solía llevarle recortes de prensa que hablaban de su supuesto enfrentamiento dentro de ETA con 'Txeroki'. «¡Me decía que no le conocía!». Recuerda que los mediadores mitificaban a 'Ternera' «diciendo que dormía en el monte, aunque yo creo que dormía cómodamente en un hotel», ironiza.
La negociación política
Más farragosas fueron las conversaciones políticas. El expresidente del PSE-EE llevaba la consigna de Otegi de no mencionar la tregua hasta el final. «Me dijo que si la empezaba a pedir desde el principio mal». Durante algo más de dos semanas negociaron una hoja de ruta con los temas a debate en una fase posterior entre delegaciones del Gobierno español y ETA. El texto, para alegría de la Henri Dunant, se consensuó con relativa facilidad. «Se aceptaba que 'el Gobierno reconocerá las decisiones que adopte el pueblo vasco', pero todo con terminología constitucional. Establecimos las dos mesas de negociación, la técnica y la política».
Quedaba amarrar la tregua. La duda era si se denominaba 'permanente' o 'indefinida', como la de Lizarra. Se recurrió al euskera y se definió como 'iraunkorra' (permanente)», al estilo de la del IRA en Irlanda. Ahí acabó el ciclo suizo. «Ellos consultaban con ETA y yo con el Gobierno». Era el 14 de julio, fiesta nacional en Francia. De regreso a casa, en los restops de las autopistas galas, se topó con numerosos vascos que iban al Tour. «Hombre Eguiguren, no sabía que te gustaba el ciclismo», llegaron a decirle.
Segunda fase en Noruega
Llegó el otoño de 2005 y la Henri Dunant llevó a Noruega la rúbrica de un pacto que permitiera abrir un proceso de paz al año siguiente. James Lemoyne, uno de los facilitadores del centro, se desplazó a San Sebastián en un coche alquilado para llevar a Eguiguren hasta Ginebra. «Estaban obsesionados por la seguridad y no se fiaba. En un viaje en taxi del restaurante Rekondo al María Cristina el taxista me preguntó que 'cómo iban las cosas por ahí' y el mediador se preocupó».
El viaje a Noruega tuvo su miga. Eguiguren escribe literalmente en su diario que Lemoyne «me dejó impresionado con las historias que me contó». El dirigente socialista recuerda que le contó «que había mediado para la ONU en Colombia con 'Tirofijo' (el famoso guerrillero de las FARC) que le dijo que era 'el primer americano que iba a salir con vida de esta selva'. También conocía a Fidel y Raúl Castro, a Clinton...».
Llegada al aeropuerto de Oslo
El cineasta donostiarra Borja Cobeaga ha llevado al cine aquel proceso de paz en la película 'Negociador'. Pero como siempre, la realidad supera a la ficción. En otro pasaje desconocido hasta ahora, Eguiguren revela que en Ginebra le esperaba un avión del servicio secreto noruego que iba a trasladarle a Oslo junto a 'Josu Ternera' y Iurrebaso. Los tres volvían a verse las caras sentados en asientos cercanos en una pequeña aeronave fletada por Noruega, rodeados de policías y mediadores.
Al ser un país fuera de la Unión Europea y del espacio Schengen, Noruega era un lugar seguro para dos miembros de ETA clandestinos. El centro sospechaba además que los servicios secretos franceses tenían controladas las conversaciones en Suiza. «En el avión 'Ternera' seguía hablando sobre la historia de Euskadi y su carácter indómito. De cómo habían pasado el verano no podían hablar, claro. Yo les dije que había estado en Extremadura». En los apuntes a mano del cuaderno, Eguiguren recuerda aquel aterrizaje en Noruega el miércoles 2 de noviembre de 2005 «en medio de la lluvia, en un paisaje nevado».
Aquello le evocó las películas de la Guerra Fría, «con cuatro o cinco coches negros esperándonos en el aeropuerto. Nos metieron a cada uno en un vehículo». Tres cuartos de hora después estaban en un tranquilo balneario de una ciudad noruega que Eguiguren prefiere mantener en secreto. En esa fase los tres negociadores coincidían en las horas del comedor. El exparlamentario socialista recuerda a Urrutikoetxea como alguien que cuidaba la alimentación hasta la obsesión. «Contó que en la cárcel escribió un libro de comida carcelaria. Hablaba de qué proteínas o vitaminas había que comer. De no comer grasas. Yo comía de todo». También comentaban las revueltas en las 'banlieues' (suburbios) de las ciudades de Francia que se desataron en aquellos días. Por la mañana el dirigente de ETA hacia footing con una policía noruega. A Eguiguren se le hicieron muy largos aquellos días. «Era un pueblo amorfo. No había ni plaza ni iglesia. Solo árboles», rememora.
Un pacto que no llegó a buen puerto
La negociación parecía encarrilada en Suiza a falta de la firma en Noruega, pero se complicó. Eguiguren logró que Rubalcaba «no me cambiara ni una coma», pero Urrutikoetxea trajo un montón de modificaciones, explica. «¡Querían cambiar todo de arriba abajo! Me levanté de la mesa para hacerme el duro. Los mediadores me llevaban a pasear por el bosque para distender», explica. La eliminación de menciones a la legalidad vigente y la garantía de que no se detuviera a miembros de ETA, «cuando el Gobierno no puede decir a los jueces que no ordenen detenciones», fueron algunos puntos de fricción. «He dormido fatal. Para las 5.30 estaba ya despierto», llegó a escribir en su diario el dirigente socialista en aquellos momentos. Entre aclaraciones y anexos, superaron los escollos, pero Eguiguren cometió un «error», según admite, al llamar a Rubalcaba el último día.
El ministro le pidió limar matices como la inclusión en el texto de la necesidad de que ETA avanzara al «cese definitivo» y se produjo otra crisis. «Ya habíamos celebrado una cena final y subí a la habitación de 'Ternera'. Al día siguiente convocamos una reunión, en la que me llamó de todo: 'mal abogado', que si utilizaba 'malas artes negociadoras'. Me cabree y le dije que yo representaba a un gobierno democrático y él a una organización terrorista, y que me había hecho veinte mil cambios al texto de Ginebra».
La tensión acumulada en meses saltó. Finalmente, el dirigente de ETA cedió con una redacción intermedia y se firmó la 'hoja de ruta', en la que Eguiguren, en otro enrevesado equilibrio, figuraba como «representante del partido del Gobierno que estaba para comprobar si se daban las condiciones para el final de la violencia». Tras un apretón de manos, el 12 de noviembre los etarras se esfumaron y el socialista voló hasta Biarritz, previa escala en París. Finalizaban así estas conversaciones previas que este 2015 cumplen una década. La historia posterior es conocida.
Cuatro meses después, el 22 de marzo de 2006, llegaba la tregua de ETA. Se completaba el 29 de junio con la declaración de Zapatero abriendo el diálogo. Comenzaba oficialmente un proceso de paz que devolvería a Eguiguren y Urrutikoetxea a Suiza y Noruega aunque acompañados ahora de nuevos protagonistas del Ejecutivo socialista y la propia ETA. «Allí apareció 'Thierry', que fue el que hablaba mientras 'Ternera' estaba en una esquina», rememora el socialista. Todo un síntoma de que lo logrado en aquel trabajado diálogo previo entre Eguiguren y 'Ternera' comenzaba a torcerse, pese al intento final de los partidos en las conversaciones de Loiola. La voladura por ETA de la T-4 de Barajas a finales de 2006 cumplió los negros presagios.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.