cristian reino
Sábado, 11 de septiembre 2021, 00:52
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, avisó ayer a Pedro Sánchez que «el referéndum es un compromiso democrático» al que «no renunciará». En su primer discurso institucional de la Diada de Cataluña como jefe del Ejecutivo catalán, el dirigente republicano advirtió de que «no ... descansará hasta hacer realidad» la autodeterminación.
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Aragonès llamó a la movilización de la ciudadanía para participar en las protestas secesionistas con el objetivo de que se traslade «la fuerza del 11-S, llenando plazas y calles de todo el país» en la mesa de diálogo con el Gobierno. La Diada llega este año marcada por los indultos a los presos del 'procés', de los que se cumplen ya casi tres meses, y el foro entre las dos administraciones, que se reunirá la semana que viene, entre el jueves y el viernes, según anunció Aragonès.
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El president defiende la mesa de diálogo con el Gobierno como vía para negociar una «resolución al conflicto» catalán. A su juicio, ya es una «victoria» del nacionalismo catalán haber conseguido sentar al Ejecutivo y «abrir una negociación», de «gobierno a gobierno» y que el resultado de esas conversaciones «cuente con el aval de la ciudadanía a través de una votación».
El objetivo de los republicanos es forzar a Sánchez a negociar un referéndum, hacerlo «inevitable», según las palabras empleadas por el político independentista en su discurso del 11-S, aunque es consciente de las dificultades. Aragonès apostó días atrás, lo que le costó un tirón de orejas de La Moncloa, por fijar la fecha del referéndum como muy tarde en 2030. Ayer rectificó y evitó los límites temporales, consciente, por la experiencia del 'procés', que las fechas las carga el diablo. Eso sí, en una entrevista en Catalunya Ràdio, avisó a Sánchez, quien solo quiere hablar de recuperación económica, que se olvide de sacar el tema del aeropuerto y que la mesa es para abordar un conflicto político y de soberanía y que sus dos propuestas serán autodeterminación y amnistía.
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Mientras tanto, Esquerra y Junts no se dan tregua ni en vísperas de la Diada, una jornada de exaltación nacionalista, en la que de acuerdo a la lógica de sus intereses estratégicos tendrían que dar una imagen de unidad para no desmovilizar a su parroquia. Pero no se aguantan. Los dos primeros espadas de la política catalana, el presidente de la Generalitat y la presidenta del Parlament, protagonizaron ayer un intercambio de golpes, que resume bien a las claras las enormes diferencias entre la dos formaciones, que son socias de gobierno, pero que están enfrentadas por sus estrategias sobre cómo reactivar el 'procés'.
En las horas previas a pronunciar su discurso institucional, que no hizo en el Palau de la Generalitat, sino en el hospital de Sant Pau, para darle un enfoque más social, el president se defendió de las críticas del independentismo más radical e instó a los que creen que hay una alternativa al diálogo que pongan una propuesta «concreta» sobre la mesa. La alternativa, le replicó Laura Borràs, es la unilateralidad. «Pedir concreción es inaceptable cuando la tuya es tan pobre», le espetó la dirigente nacionalista, en un mensaje que hizo suyo su partido. La mesa, dijo, es un eslogan condenado al fracaso.
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Aragonès pactó con la CUP darle dos años de margen a la mesa de diálogo. Pero si el resultado de la primera reunión no satisface a los nacionalistas, al president se le van a hacer muy largos los dos años hasta que se someta a la moción de confianza. De hecho, ya hay sectores de Junts que cuestionan la permanencia en el Govern.
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