El aniversario más triste

Sus inicios fueron parejos a los de una Euskadi que quería dejar atrás el franquismo, recuperar su capacidad de autogobierno y olvidar una realidad dura. Muy dura. Solo dos días antes del primer pleno, moría en Rentería al estallar un artefacto explosivo colocado por ETA José María Piris. Tenía 13 años. Era una Euskadi con más ganas de mirar al futuro con cierta esperanza que medios para hacerlo.

«Había una enorme emoción política, la conciencia de que teníamos una enorme tarea por delante». Ramón Jáuregui fue uno de esos 49 parlamentarios que acudieron al primer pleno celebrado en la que fue su sede temporal: la sala de Juntas de Gernika. Tenían que haber sido 60, pero los once de Herri Batasuna no acudieron. Fue la demostración efectiva del desprecio con el que la izquierda abertzale iba a tratar al Parlamento durante décadas.

Aquella primera sesión fue sobre todo un acto simbólico. La Mesa de Edad la presidía el lehendakari José María de Leizaola. «Toda libertad requiere de instituciones libres para su desarrollo», proclamó. Eran otros tiempos, cuando la 'vieja política' era más nueva que nunca. Cuando no había vicios y escasos prejuicios. El medio centenar de parlamentarios presentes -del PNV, PSE, EE, UCD, AP y PCE- se fueron a comer todos juntos a un restaurante de Gernika y volvieron para elegir a Juan José Pujana como primer presidente del Parlamento. Dejó una frase que podría pronunciarse hoy: «El tema fundamental será el traspaso de las competencias». «Teníamos por delante la tarea de poner en marcha el Estatuto», recuerda Jáuregui. De esos primeros 60 parlamentarios, solo cuatro eran mujeres.

De aquellos años, el que luego fuera vicelehendakari recuerda una imagen. Un episodio que refleja la crispación social que se vivía en la Euskadi de hace 40 años. Un secuestro parlamentario. Tres meses después de aquel primer pleno en Gernika, un centenar de trabajadores de la empresa Nervacero que llevaban varios meses en huelga irrumpieron en el hemiciclo, que se había trasladado a la Diputación de Bizkaia. El lehendakari, los consejeros del Gobierno vasco y los parlamentarios estuvieron retenidos hasta las cinco de la madrugada del día siguiente. Hubo cargas policiales, mucha tensión, amenazas de bomba y negociación. Jáuregui, en ese momento, era el secretario general de UGT-Euskadi.

Poco a poco aquella Cámara se fue profesionalizando. El gran salto se produjo en 1982, cuando se construyó su sede actual, en pleno centro de Vitoria. Donde durante años había estado el instituto Ramiro de Maeztu. El diseño lo realizaron los arquitectos José Erbina y Julio Herrero. El salón de plenos se levantó donde había estado el patio del centro escolar. Se le quiso dar un aire solemne que sigue teniendo. Pocos ornamentos y mucha funcionalidad.

A mediados de los ochenta ya transitaba a pleno rendimiento. «Fuimos aprendiendo». En 1986 se produce un punto de inflexión. Hay elecciones. El PNV sigue siendo la fuerza más votada, pero el PSE obtiene dos escaños más. Fue la primera y única vez que pasaría algo parecido. Algo cambiaba en Euskadi. Arrancaban los gobiernos de coalición al mismo tiempo que el autogobierno vasco cada vez se hacía con más herramientas: Osakidetza, Educación, Ertzaintza...

Pero algo parecía imposible de modificar: el terrorismo. ETA continuaba su campaña de violencia, los GAL habían irrumpido en escena... «Hay una frase tan inoportuna como real, se actuaba como si ETA no existiera. Se intentaba hacer una abstracción de lo que ocurría fuera para poder ir aprobando leyes», recuerda Kepa Aulestia, exlíder de Euskadiko Ezkerra y parlamentario entre 1986 y 1994.

En aquellos años, la Cámara de Vitoria «solo servía para la puesta en escena» de los acuerdos que se alcanzaban sobre ETA. El mejor ejemplo, el Pacto de Ajuria Enea. «El eje vertebrador de ese acuerdo se hizo entre el lehendakari, su entorno y EE. Se entretejió en más de 50 reuniones, y cuando ya estaba cerrado se llevó al Parlamento», recuerda Aulestia.

El terrorismo siempre había sobrevolado sobre el Legislativo. Y a veces de forma dramática. En febrero de 1984 había sido asesinado Enrique Casas en plena campaña electoral cuando encabezaba la lista del PSE en Gipuzkoa, y solo unos meses después también era abatido a tiros Santiago Brouard, histórico dirigente de HB. Pero daba la sensación de que aquellas muertes formaban ya parte del pasado. Hasta que llegó el 23 de enero de 1995. ETA mataba a Gregorio Ordóñez, parlamentario del PP. Fue un golpe que sobrecogió a todos. Rafa Larreina estaba en San Sebastián, a escasos metros del bar donde cayó el dirigente popular. «Fue uno de los momentos más duros que recuerdo». Larreina estuvo 19 años en la Cámara en representación de Eusko Alkartasuna, hoy integrada en EH Bildu.

Solo unos meses después, el parlamentario de HB Mikel Zubimendi arrojaba en el escaño de Jáuregui una bolsa con cal en respuesta al hallazgo, días antes, de los cuerpos de Lasa y Zabala. Zubimendi acabó integrándose en ETA. Llegaba la socialización del sufrimiento y en el Parlamento empezaron a hacerse habituales los escoltas.

Comenzaba una de las épocas más convulsas de la historia de la institución. El 2 de enero de 1999, Ibarretxe es proclamado lehendakari y tanto él como el PNV apuestan por una vía soberanista clara con el apoyo de EA y Batasuna. Terminan los gobiernos de coalición con el PSE, de los más prolíficos en cuanto a legislación se refiere. Un ejemplo. Solo entre 1995 y 1998 salieron adelante 52 leyes.

La llegada de Ibarretxe coincide con el Acuerdo de Lizarra y con una ofensiva etarra que acaba con la vida de, entre otros, Fernando Buesa. Se ven imágenes impensables. Una de ellas, a 'Josu Ternera', elegido parlamentario por la izquierda abertzale, sentado en la comisión de Derechos Humanos. «Tuve una enorme sensación de repugnancia política», recuerda Carmelo Barrio (PP), junto con Joseba Egibar, el parlamentario más veterano. Lleva 30 años. Había espacio para el pacto -«en el Parlamento siempre ha habido una gran posibilidad para llegar a acuerdos», asegura Larreina- y para estrechar las relaciones con representantes de otros grupos. «Yo me llevaba muy bien con Santiago Abascal», admite el representante de EH Bildu.

Pero la Cámara era una olla a presión. Juan Mari Atutxa se niega a obedecer al Tribunal Supremo, no disuelve al grupo de Sozialista Abertzaleak y se inicia un proceso judicial que lo contamina todo; a finales de 2004 se aprueba el plan Ibarretxe y Euskadi parece camino de un precipicio por la fractura social existente. Hubo momentos delirantes. La ausencia de Mayor Oreja en diciembre de 2002 permitió aprobar a Ibarretxe por sorpresa sus Presupuestos; en 2003, Iturgaiz fue sancionado por votar en lugar del propio Mayor Oreja; en 2004, una parlamentaria del PSE se equivocó y el Gobierno vasco volvía a obtener un aval inesperado para sus Cuentas...

«Era un contexto de una dureza política tremenda. De una polarización exagerada», recuerda Izaskun Bilbao. Parlamentaria del PNV, ha pasado a la historia como la primera presidenta del Legislativo vasco. Se enteró de que iba a serlo poco antes de la sesión constituyente y enseguida tuvo claro cuál iba a ser uno de sus objetivos. «Tenía que ser capaz de tranquilizar todo aquello». Su mandato fue el de la apuesta por la transparencia, el de las nuevas tecnologías, el de la participación ciudadana... Y el de visibilizar el apoyo a las víctimas del terrorismo, sin excepción, pero con especial recuerdo a las de ETA. Puso en marcha una exposición que acabó llegando al Parlamento Europeo, se reunió con todas las asociaciones... Bajo su mandato se inauguró el monolito 'Brújula de medianoche', de Cristina Iglesias. «La relación con las víctimas fue una de las cosas que más me llenó y más emoción me produjo».

Luego llegó el Gobierno de Patxi López en la legislatura en que la izquierda abertzale no tuvo representación tras su ilegalización. El final de ETA y la vuelta al poder del PNV. Como la propia sociedad, el Parlamento se fue normalizando y adaptando a los nuevos tiempos. De aquellas cuatro primeras mujeres se ha pasado a las 39 de la última legislatura, el 52%. Urkullu fue elegido lehendakari y en 2016 la nueva política entró en la Cámara con Podemos. «Cuando llegas te das cuenta de que tiene menos glamour de lo que parece y de que las relaciones con las personas son muy importantes», explica el ex secretario general de la formación Lander Martínez. Es de los que piensa que el Parlamento tiene todavía un amplio campo de mejora en lo que se refiere a las relaciones con el conjunto de la sociedad. «Queda camino por recorrer», comparte Carmelo Barrio. Será cuando el Covid-19 deje de condicionarlo todo.