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PNV y EH Bildu afrontan hoy el Aberri Eguna más relevante de los últimos años. Lo que habitualmente es una fiesta de reivindicación, de exaltación nacionalista, se convertirá en esta edición en la pista de despegue de las elecciones del 21 de abril y en ... un acto de enorme trascendencia política porque en pocas ocasiones las dos formaciones han llegado a esta cita en una situación como la actual, de empate técnico. Las dos expresan sensaciones diferentes: los jeltzales confiando en seguir siendo la fuerza hegemónica pero conscientes de que la movilización de los suyos, como reconocen públicamente sus dirigentes, está lejos de ser alta; EH Bildu, con la esperanza de encontrarse ante una oportunidad quizás única: la del 'sorpasso'. En una guerra abierta, la hegemonía nacionalista está en juego.
No es la primera vez que el Día de la Patria vasca se celebra a las puertas de unas elecciones. El año pasado, por ejemplo, apenas quedaba mes y medio para las municipales y forales, y la competencia se dejó notar. Pero lo del próximo 21-A es muy diferente. Eso sí, la cita llega con la misma escenografía de los últimos años. Apelaciones retóricas a la unidad que tuvieron su punto de inflexión en el acto organizado ayer por Batera en Bilbao, pero que chocan con los discursos acerados que se verán hoy en la Plaza Nueva de la capital vizcaína (lugar de encuentro del PNV) y Pamplona, donde se cita EH Bildu.
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Iñigo Fernández de Lucio
El Sociómetro lanzado el miércoles por el Gobierno vasco pronosticaba un empate a 29 escaños. Con un añadido: uno de cada cuatro vascos aún no tiene claro a quién votar, de ahí que durante los últimos días el PNV esté haciendo denodados esfuerzos por 'despertar' a los suyos, apelando a la historia de su partido y recordando cada vez que puede los vínculos de la izquierda abertzale con ETA.
La práctica totalidad de las encuestas van en la misma dirección. Máxima igualdad e incertidumbre entre dos formaciones abertzales que han logrado polarizar la carrera electoral y que pueden dominar de forma abrumadora el Parlamento. Un control abertzale que llegaría en un contexto donde la pulsión independentista es mínima. El sondeo del Gobierno vasco señalaba que solo el 22% de los consultados estaría de acuerdo con la ruptura. A eso se suma, o probablemente sea una consecuencia directa, el escaso interés que están poniendo tanto el PNV como EH Bildu a la hora de hablar de cualquier cuestión que tenga que ver con el modelo territorial. Este mismo martes, Arnaldo Otegi rechazaba tener «ansiedad» por la independencia.
La estrategia del PNV no difiere demasiado. Tanto jeltzales como la coalición soberanista se centran en hablar de vivienda, Osakidetza, economía... «No estamos en una sociedad tan politizada como en otras ocasiones y eso hace que cada vez los discursos sociales sean muy importantes», recalca Javier Elzo, catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Deusto.
Las alusiones al nuevo estatus, ese proyecto que quedó en el cajón a principios de 2020 tras un cruce de documentos, son mínimas, aunque Pello Otxandiano sí ha metido presión a Sabin Etxea apostando por recuperar las bases que ambos partidos pactaron en el Parlamento y que tenían un marcado contenido soberanista.
La apuesta de EH Bildu es clara. Aprovechar la presencia de Pedro Sánchez en La Moncloa para avanzar en cuestiones como el «reconocimiento nacional de Euskal Herria» y llevar una propuesta unitaria que sea ratificada en el Congreso. Lo mismo que trató de hacer Juan José Ibarretxe en 2005 con nulo éxito. Sin embargo, en la coalición soberanista creen que ahora se dan otras condiciones, que con un Parlamento con un 70% de apoyo a formaciones nacionalistas y un Sánchez necesitado de los votos del PNV y Bildu, nada se puede dar por imposible.
Pero eso será el futuro. A corto plazo, llega la batalla del 21-A. Casi todo el mundo da por hecho -entre otras cuestiones, porque los protagonistas han reconocido que esa es su apuesta-, que si dan los números PNV y PSE-EE reeditarán sus gobiernos de coalición. De esta manera, Imanol Pradales se convertiría en lehendakari.
Pero, aun así, los resultados que salgan de las urnas pueden provocar un seísmo en el mundo nacionalista. ¿Qué pasaría emocionalmente si EH Bildu ganase, aunque solo fuese en escaños? Hasta la fecha, el PNV solo ha perdido una vez, fue en 1986 a manos del PSE. Los socialistas tuvieron 19 parlamentarios y los jeltzales, 17. «Pero ahora sería diferente, porque quien obtendría el premio sería la otra formación nacionalista. Y eso rompe con la hegemonía de la que ha presumido siempre el PNV», afirman desde el entorno jeltzale.
Ander Gurrutxaga, catedrático de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) recuerda que ya, en estos momentos, Gipuzkoa es «territorio Bildu», en Bizkaia gana el PNV «pero a la baja», Álava está «en disputa» y en Navarra los jeltzales «no despegan». A eso añade que la mayoría de los ayuntamientos están en manos de la coalición soberanista. Pero, en todo caso, tampoco cree que de ganar EH Bildu se produjese una gran revolución. «El sistema que tenemos permite todo tipo de lecturas». Además, subraya que el retroceso del PNV se está dando porque parte de sus militantes «se están quedando en casa, no es que esté habiendo un trasvase significativo de votantes hacia EH Bildu».
Y ahí aparece el Aberri como arma para tratar de «dar fuerza a la gente», subraya Elzo. Una fiesta que seguirá moviéndose en las mismas coordenadas pase lo que pase, según Santiago De Pablo, catedrático de Historia Contemporánea de la UPV/EHU. «Lo que comenzó como una fiesta unitaria en la que incluso participaban fuerzas no nacionalistas hace tiempo que ha pasado a ser identificada con cada partido. No creo que sea un cambio radical».
«No estamos en una sociedad tan politizada, los discursos sociales son muy importantes»
«El retroceso del PNV no se está dando porque sus militantes se estén yendo a EH Bildu»
«Hace tiempo que el Aberri dejó de ser una fiesta unitaria para identificarse con cada partido»
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