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Todo empieza en Roncesvalles/Orreaga. Santiago de Compostela está a 750 kilómetros. Hay por delante 25/30 etapas que exigirán todas nuestras reservas físicas y pondrán a prueba nuestra voluntad de superar las dificultades del Camino. Pero en esta ocasión no vamos tan lejos. ... Sólo hasta Estella, 90 km que cubriremos en cuatro etapas. Desde el inicio -los puristas salen de San Juan Pie de Puerto/ Donibane Garazi- hasta el final en Galicia el Camino sigue el trazado de las vías romanas reconvertidas en senderos, pistas, carreteras, incluso autopistas. Y quien habla de calzadas romanas también lo hace de los puentes, la mayor aportación de los conquistadores latinos al comercio y que serán nuestro objetivo en la caminata.
Conviene aclarar que aunque los puentes se llaman 'romanos' ninguno lo es al completo. 2000 años de calamidades, invasiones, guerras y desidia son más de lo que una construcción puede aguantar. La mayoría de los que cruzamos son medievales o incluso más modernos. Todos reedificados en el lugar donde estuvo el primitivo, que cuando se excava muestra sus cimientos de cemento, el opus romano. Entre Pamplona y Estella hay varios. Unos modestos y otros espectaculares, todos 'romanos', si bien alguno tiene menos 50 años de antigüedad. Vamos a conocerlos.
El tramo de la primera etapa entre Roncesvalles y Zubiri discurre sobre la calzada que venía de Ibañeta. Allí se incorporaba el ramal de Dantxarinea. Luego proseguía hasta Pamplona (la Pompaelo romana). El primer encuentro 'romano' es tempranero. En Burguete/Auritz una población de estilo francés con una iglesia, San Nicolás de Bari, edificada con trozos de templos anteriores. Allí el modesto puente de Arrobi permite superar el también modesto Urrobi, afluente del Irati. En verano se puede vadear a pie.
- Desde Pamplona N-635 (49 km). En el Autobús Pamplona-Roncesvalles (sólo tarde). Taxi (tarifa fija). Estella, autobús a Vitoria, Logroño, Pamplona
La etapa es larga y montañosa, con muchas cuestas a su paso por Vizcarret/Biskarreta y Lizoain-Arriasgoiti antes de bajar a Zubiri, en el valle de Esteribar. Para entrar en la población debemos cruzar el precioso puente de La Rabia sobre un Arga joven. El original era del siglo XI sobre basamento romano. En el año 1097, el rey Pedro I de Aragón y Navarra donó a la iglesia de Pamplona «una villa llamada Zubiría que quiere decir junto al puente». La construcción actual se puede fechar en el siglo XIV, en la época gótica.
Es un puente elegante, espigado, de mampostería de piedra, con una longitud de unos 30 metros y dos arcos de 12 metros de largo. Tiene un pilar en medio del río, con un tajamar que los protege de los troncos que arrastran las riadas. En las pozas del río se bañan los peregrinos pobres. Los demás lo hacen en la estupenda piscina municipal.
El puente tiene su historia. Se llama de La Rabia porque era costumbre pasar el ganado en torno al pilar central a fin de evitar la mordedura de animales rabiosos. Otra creencia es que estos poderes curativos se deben a que las reliquias de Santa Quiteria, abogada contra la hidrofobia o rabia, estaban enterradas bajo el estribo.
El Camino Francés nos lleva hacia la cuenca de Pamplona, en una segunda jornada en la que cruzaremos tres importantes puentes. El primero está en Larrasoaña y es conocido como 'de los bandidos'. Se debe a los bandoleros que se apostaban en sus alrededores para asaltar y desvalijar a peregrinos y comerciantes que utilizaban este paso obligado sobre el Arga, que es profundo en la zona. El puente de Larrasoaña ya existía 1072 porque ya se hablaba de él en el monasterio de Santa María y San Agustín (desaparecido), donde vivió Doña Urraca, hija del rey Sancho el de Peñalén de Navarra. La villa es posterior, pues sus primeros pobladores fueron francos atraídos por Sancho VI el Sabio, que les concedió el Fuero en 1174.
En nuestro deambular llegamos al puente de Iturgaitz, en Iroz. Fechado en el siglo XII estaba junto a la ermita de la Virgen de Montserrat, ya desaparecida. El nombre es curioso. En el viejo euskara de Pamplona podría significar 'fuente mala', por la poca calidad de su agua, o 'fuente grande'. Las lavanderas del pueblo hacían allí su colada porque el agua es termal y brota templada. No es buena para el consumo humano. Ahora no hay lavanderas ni bandoleros, pero los peregrinos encontrarán a la orilla del río un bar abigarrado y ecléctico (precios normales) donde es posible comer, beber y echarse una siesta.
El río Arga se desvía y ahora cruzamos su afluente Ulzama en la línea entre Arre y Villava, la patria de Miguel Induráin, por un magnífico puente de 55 metros apoyado en seis poderosos arcos que se hunden las fangosas aguas del río. En época veraniega tiene más juncos que agua y muchas ranas y mosquitos. Éste sí que es romano. En el año 1583 se encontraron en una viña aledaña dos láminas de bronce con inscripciones latinas fechadas en los siglos I y II d.C. En el siglo XIII se llamaba 'el puente de Atarrabia' el nombre vasco de Villava, y era utilizado por comerciantes y peregrinos que bajaban de Roncesvalles e Ibañeta.
Su aspecto actual data del año 1963 cuando se reparó el tramo central volado durante la última Guerra Carlista (1873-1876). Al otro lado del puente, en la época medieval hubo un hospital de peregrinos, que hoy tienen a su disposición el albergue de los Hermanos Maristas, con atrio y la capilla de la basílica de la Trinidad abierta durante la jornada. También hay sello para la acreditación.
El siguiente puente en el camino queda muy lejos, en Puente La Reina/Gares. Atravesamos Pamplona, que de romana tiene muy poco. El nombre, la termas excavadas en la Plaza del Castillo, las monedas que se encontraron en el Ninfeo junto a la catedral y poco más. El peregrino ataca la ladera del Monte del Perdón coronado por un parque eólico para hacer un alto en Zariquiegui, minúscula aldea con bar, albergues y una iglesia románica preciosa advocada a San Andrés.
Superado el alto (suele haber un chiringuito ambulante), un largo descenso nos lleva por territorio de secano -Uterga, fuente excelente y con agua muy fría, Muruzábal y Óbanos, con importantes iglesias románicas- antes de reencontrarnos con el Arga en Puente La Reina. Allí confluyen las dos vías principales del Camino de Santiago. La antigua Gares vascona es una villa medieval con un puente que sorprende, uno de los ejemplos más hermosos y señoriales de la ruta jacobea y el que da nombre a esta villa.
- Roncesvalles/Orreaga. Colegiata de Roncesvalles. Abierto todo el año. Teléfono: 948760000/ 948760029.
- Albergue Municipal Zubiri. Edificio Antiguas Escuelas. Abierto marzo a octubre. Teléfono: 628 324186.
- Puente La Reina. Seminario Padres Reparadores. C/ Crucifico, 1. Abierto todo el año. Teléfono: 689447222/948 340050.
- Albergue Municipal Estella/Lizarra. Rúa 50. Abierto todo el año (cierra 19 dic-15 enero). Teléfono: 948550200.
Hemos entrado por la calle del Albergue de los Reparadores y la iglesia del Crucifijo. Una vez dentro del recinto, que estuvo amurallado, avanzamos por la Calle Mayor flanqueada de palacios con escudo. Al final está el puente. Los historiadores no se ponen de acuerdo con la fecha de su construcción. Se barajan dos opciones: que fuera edificado en el siglo XI por doña Mayor, esposa del rey Sancho el Mayor, o por doña Estefanía, esposa del rey García de Nájera. Tiene unas dimensiones considerables. Sostenido por siete arcos de medio punto se eleva 15 metros sobre el cauce y tiene una longitud de 110 metros. Lo cruza una calzada adoquinada de 4 metros de ancho. En su centro hasta el año 1834 hubo una hornacina con la imagen de la Virgen del Puy.
Desde el petril el río, que corre fangoso y con remolinos, se ve poco apetecible. Para un baño lo mejor son las piscinas municipales. Al atardecer y hasta el cierre de los albergues es frecuentado por los peregrinos que contemplan la puesta del sol, mientras los murciélagos inician su caza nocturna.
Nuestro paseo por el camino jacobeo termina en Tierra Estella. Aún hace calor y cruzamos al alba el puente sobre el Arga. Las primeras luces nos sorprenden entre viñedos camino de Cirauqui, villa sobre un altozano que se remonta a la antigüedad. Desde lo alto domina la iglesia de San Román. Abandonamos el pueblo por una calzada en buen estado hasta tropezar con el puente sobre el río Salado, casi seco. Está situado a mucha altura sobre el cauce del río crecido de maleza y tiene un sólo arco de ocho metros de luz. De época romana queda la primitiva estructura, el resto es producto de reformas posteriores. La más importante tuvo lugar en 1702 y fue obra de los canteros Juan de Iruñagoitia y Miguel de Unamunsaga. Algún arqueólogo afirma que hubo un puente romano, pero que del original no queda nada.
Entre vallejos y colinas, piezas de cereal, viñedos y algunos olivos llegamos a Lorca, de nombre árabe, sobre un altillo. La iglesia de San Salvador (siglo XII) recibe al viajero. Paseando por la calle Mayor admiramos varias casonas de los siglos XVII y XVIII con historiados escudos barrocos. Hay dos albergues de peregrinos y en la Plaza Mayor y una fuente con pilón de la que dicen que es una de las mejores del Camino.
El camino se acaba. Nuestro siguiente hito es Villatuerta, de origen romano deformación de 'Vilatorta', es decir 'villa torcida o tortuosa'. De aquel pasado han aparecido dos inscripciones latinas. Una de ellas, funeraria; la otra representa a un cazador y dos ciervos. En el centro del pueblo se alza la iglesia de La Asunción, tardorrománica, del año 1200. Fue destruida en 1378 cuando los castellanos incendiaron la villa y reedificada en estilo gótico.
Aquí nacieron San Veremundo (siglo XI) patrono del Camino y el padre Eusebio Goñi, ilustre escolapio. Atraviesa la población el río Iranzu. Lo cruzamos por un elegante puente medieval del siglo XIII que bien puede ser romano, una obra en sillares de piedra de río que resiste en su sitio tras siglos de riadas e inundaciones. Un último esfuerzo (si hemos venido a pie) y entramos en Estella o Lizarra.
Estella/Lizarra es una ciudad antigua, monumental y esotérica, punto clave en el Camino de Santiago. Fundada en el año 1090 por Sancho Ramírez vivió su máximo esplendor en los siglos XII y XIII. Tuvo barrios francos y una aljama muy importante, la tercera tras las de Pamplona y Tudela. Fue capital del Reyno de Navarra y de aquella época queda el palacio de los Reyes, ahora museo del pintor Gustavo de Maeztu, hermano del escritor Ramiro.
Los peregrinos tropiezan con el albergue municipal en la misma entrada del recogido casco urbano. Luego, si aún les restan fuerzas pasearán por un dédalo de calles para detenerse ante palacios, casas señoriales, iglesias, conventos, edificios singulares y varios puentes. Los más sedientos caminarán hasta la Plaza Mayor o la Plaza San Martín para echar un trago en la fuente de los chorros o sentarse en la arboleda frente al edificio de la estación del Vasco-Navarro (año 1927).
Quedan para el final los puentes. El gótico del Azucarero se mantiene en su sitio. No así el conocido como 'de la cárcel' o 'picudo', que era románico y cruza el río Ega para comunicar la judería con el barrio de San Miguel. En 1873, durante la III Guerra Carlista, los liberales que sitiaban Estella lo volaron y fue reconstruido en 1973 siguiendo el modelo del puente anterior. Es uno de los símbolos de la ciudad. Mientras esperamos el autobús pasan los peregrinos cargados con sus mochilas. Si no hemos tenido suficiente la puerta medieval de Castilla, la única que queda de la muralla, nos abre el camino a Monjardín, Los Arcos, Viana y Logroño. Santiago queda lejos.
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