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Convertir un cinturón industrial en una zona de ocio y deporte no es sencillo, por mucho que se encuentre a la orilla de un río donde crece el verde. En el Parque Lineal del Nervión sucedió, por eso ahora andarines y ciclistas lo comparten a ... lo largo del valle de Ayala. El paseo propuesto aquí nace en Llodio, pasa por Ayala y llega hasta Amurrio. Atraviesa caminos y pasarelas por las que salvar el correr del agua.
Calza las deportivas más cómodas que encuentres y arranca. Recuerda, eso sí, que hablamos de una ruta de un solo sentido, es decir, para regresar al punto de partida doblarás tiempo y kilómetros, una buena excusa en caso de que apetezca comer en Amurrio y dar una vuelta por el pueblo. Así, además de hacer ejercicio pasas una jornada distinta antes de volver. Que no hay ganas de tanto... sin problema, cuentas con varios accesos al tren para cuando decidas frenar los pies y volver.
Distancia 10 kilómetros.
Lo más destacado La reinvención del entorno
Empezamos, pues, desde la parroquia de Santa Cruz, en el barrio de Gardea, perteneciente a Laudio. Deberás cruzar el Nervión por el puente de Gardea y girar a la derecha para fundir las plantas de los pinreles con el bidegorri que se desarrolla por la orilla del cauce. No será la última vez que esquives el agua. De hecho, en el kilómetro 3,7, cuando accedes ya a Luyando (Ayala), has de usar la pasarela roja para acercarte a las casas del pueblo, que dejarás atrás porque debes subir a otro puente, el de Zubibarri, en dirección al apeadero de Luyando.
La ruta es fácil, sin altibajos. Tú sigue recto fiel al camino marcado hasta el kilómetro 6, donde una nueva pasarela, esta vez de grandes dimensiones, pide ser atravesada hasta acceder a la ribera opuesta. Un rato después, en el kilómetro 8 exactamente, habrás llegado al apeadero de Salbio. Y otros dos más tarde saludará tu aparición Olako, en Amurrio, donde acaba la propuesta. Durante la cita habrás encontrado (o tendrás muy cerca, si te desvías algo) ferrerías, torres, cascos históricos, iglesias, ermitas, molinos, cruces, museos... una amalgama de posibilidades a las que sumar áreas de esparcimiento y bastante naturaleza. Un lujo para los sentidos y para las piernas.
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