Caminando por la orilla de la ría de Bilbao, cerca del puente de Euskalduna, sorprende el grafiti del muro lateral de un edificio de Olabeaga, con una sola palabra de letras muy grandes: «Soñar». Una sola palabra, pero elocuente y evocadora, porque la interesante historia ... de los sueños comenzó con la historia de la Humanidad e influyó en ella.
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Los sueños han fascinado al ser humano desde los tiempos más remotos. Incluso hoy nos llama la atención e intriga esa sesión de 'teatro nocturno', en el que somos espectador y actor.
Pero en la antigüedad -y también en los pueblos primitivos actuales- tuvieron todavía mayor importancia y protagonismo. Civilizaciones como las de Mesopotamia y el Antiguo Egipto, tan avanzadas en muchas áreas -astronomía, medicina o arquitectura-, concedieron una extraordinaria función a los sueños. La Biblia muestra también la importancia de los sueños, sobre todo en el Antiguo Testamento y en el Evangelio de san Mateo. En Grecia, Alejandro Magno iba siempre acompañado, en sus viajes y conquistas, por su adivino e intérprete de sueños Aristandro de Telmeso.
Se creía que los sueños eran el modo de comunicarse la divinidad con los seres humanos. Decisiones tan importantes como conquistar una ciudad, desplazarse a otro país o realizar una obra se tomaban a partir de la interpretación de un sueño. Por otra parte, en la antigua Grecia existían más de 400 santuarios a los que acudían a dormir quienes padecían alguna enfermedad para que en un sueño -sueño incubado- Asclepio, dios de la medicina, les comunicara el remedio para su curación. El cristianismo heredó pronto esta práctica de la incubación onírica.
Los intérpretes de los sueños eran muy respetados y apreciados. Baste recordar la historia bíblica de José, a quien el faraón nombró primer ministro o gobernador de Egipto por haber interpretado sus sueños. Como complemento, a lo largo de los siglos aparecen libros para interpretar los sueños. Así, el de Ramsés II, un papiro de hace más de 3.000 años, con la breve interpretación de 227 sueños. Pero el más famoso e influyente fue el de Artemidoro de Daldis en el siglo II después de Cristo. En la Edad Media abundan este tipo de libros y en la actualidad algunas personas buscan su significado en esos 'diccionarios' de sueños, ricos en afirmaciones generales, pero con escaso fundamento científico.
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En el paso del siglo XIX al XX, Sigmund Freud publicó su libro dedicado a la interpretación de los sueños que, además de en la Psicología y en la Psiquiatría, ha tenido gran influencia en otras áreas de la cultura. Pero con Freud los sueños dejan de ser el puente entre la divinidad y la Humanidad para convertirse en mensajes del inconsciente y en el 'camino real' para llegar a él; es decir, el modo de llegar al fondo y a la esencia de la personalidad.
En la actualidad los sueños ya no tienen el protagonismo que tuvieron en el pasado, aunque algunas terapias psicológicas incluyen su interpretación y el hecho de que las pesadillas siguen perturbando el sueño de muchas personas. Pero ya no los utilizan los gobernantes ni los médicos para tomar decisiones o para el diagnóstico. Incluso el estatus científico de los sueños está puesto en cuestión y algunos investigadores los consideran un mero epifenómeno de la actividad cerebral, carente de sentido psicológico.
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En la sociedad actual prevalece una actitud ambivalente hacia los sueños. Muchas personas sienten todavía curiosidad por ellos, mientras que otras sonríen irónicamente cuando se los menciona. Pero los sueños han inspirado conocidas obras literarias y artísticas, incluso un movimiento como el surrealista. Y también importantes descubrimientos científicos; por ejemplo, Dimitri Mendeléyev y la tabla periódica de los elementos u Otto Loewi y la naturaleza química de la comunicación entre las neuronas.
El caso más citado es el de Friedrich August Kekulé, que, inspirado en una imagen onírica, revolucionó la química orgánica con el descubrimiento de la estructura de la molécula de benceno. Terminó el discurso de presentación de su descubrimiento con estas palabras: «Aprendamos, señores, a soñar y así, tal vez, encontraremos la verdad».
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Soñar como liberación de los estrechos límites de la lógica y para potenciar la creatividad. Soñar para que la economía, la política, la ciencia y la industria se pongan al servicio de toda la Humanidad. Soñar para construir en común un futuro mejor, como soñó Martin Luther King («I have a dream»). Porque ya cantaban los Rolling Stones: «Pierde tus sueños y perderás tu mente». ¡Soñar para despertar!
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