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Al comienzo de los mandatos de Iñigo Urkullu sabíamos de antemano que aquello inauguraba una nueva era. Y eso que empezó con un Gobierno en minoría. Pero la retranca del PNV, allá por 2012, tras el interregno de Patxi López y con una izquierda abertzale ... encabezada por alguien más de vuelta que de ida, como Laura Mintegi, anunciaba Gobierno para rato. Ahora, con Imanol Pradales, la cosa pinta muy distinto. Ya no estamos ante aquel PNV todopoderoso de hace doce años. El ambiente no respira igual. La tendencia del partido es irremisiblemente a la baja. Las elecciones europeas han dado un resultado muy preocupante. Imanol Pradales no se presentaba, él estaba a la cosa de formar Gobierno vasco, pero su impronta no se ha hecho notar. No emite señales carismáticas. Lo que transmite, en cambio, es gestión. Y eso quizá sea lo primero y lo único que de momento se le va a pedir. Que gestione el Gobierno vasco porque la cosa viene pintando mal desde hace un tiempo. Por si hace falta que recordemos las vías de agua: Osakidetza, vivienda, acogida de menores que se portan regular, una Ertzaintza que también presenta síntomas de descontento... Por no hablar de la eterna bronca con los sindicatos abertzales.
Ya con esto Imanol Pradales tiene tarea suficiente para los próximos años, y además en un entorno parlamentario que no es para nada el mismo que se encontró su antecesor allá por 2012. Ahora la izquierda abertzale no tiene un candidato de vuelta, sino de ida, y de frente, disputándole el propio puesto con opciones muy serias. Tampoco la izquierda abertzale está en el papel de hace años, subida al monte, ignorando las instituciones: ahora hace política de verdad y también en Madrid, como la que ha hecho siempre el PNV. Y, además, EH Bildu manda más que el PNV en Navarra, desde donde quiere convertir al País Vasco en una especie de protectorado: la Navarra marítima la llaman. Y el PSE ya no es el partido en horas bajas que dejó Patxi López. Ahora está en alza, hasta el punto de que casi parece que es el PNV el que se tiene que apoyar en el PSE para resistir el embate, y no al revés, como había sido hasta ahora.
Todo lo cual anuncia un tiempo difícil para el nuevo lehendakari, que ya tiene sobre sus espaldas tarea suficiente, con lo que le aguarda en Ajuria Enea y en el Parlamento de Vitoria-Gasteiz, como para tener que preocuparse de insuflar nuevos aires al partido, como algunos le reclaman. En circunstancias normales, sería la composición del nuevo Gobierno, en lo que tiene que ver con el PNV, donde se podría ver más claro el aire de renovación que quiere imprimir Pradales a esta nueva etapa. Pero hasta en eso lo va a tener complicado porque en un partido como el PNV, marcado por la bicefalia, esa es tarea propia del EBB más que de Ajuria Enea.
Así que con hacer bien lo suyo ya tiene tarea suficiente para los próximos años. Y seguramente que ni con eso le va a bastar para tener tranquilidad en los meses que vienen. Porque no sé si saben, pero en Madrid Pedro Sánchez tiene problemas para dar continuidad a su Gobierno. Problemas que vienen desde Cataluña, donde quieren una financiación lo más parecida posible a la vasca. Y eso nos debe poner también sobre aviso por aquí. Porque seguro que para dar satisfacción a una petición así, que es a lo que sin duda se dispone Sánchez para mantenerse en el Ejecutivo, habrá que tocar algo de lo que aquí tenemos. No va a poder ser que, dándoles a los catalanes un sistema de concierto parecido al vasco, estos se conformen si no tienen también un sistema de cupo igual. Y ahí vamos a tener que sufrir por aquí las consecuencias. Porque si los catalanes no consiguen un cupo igual al vasco van a condicionar que, al menos, el cupo vasco no sea tan generoso como ha sido hasta ahora.
En vísperas del nombramiento de Imanol Pradales como lehendakari ya han vuelto a salir voces desde dentro del PNV que exigen cambios en la política de alianzas con el resto de partidos del Estado como forma de recuperar la reputación perdida. Se da por hecho que algo así se ha perdido en el PNV en estos últimos tiempos. Pero ya esa palabra suena a rancio en política y quizás no estemos más que asistiendo a la necesaria adecuación a unos nuevos tiempos donde todo es mucho más efímero, más banal, más coyuntural y donde las identidades-estanco, tal como se las venía conociendo hasta ahora, dejan paso a una adaptación urgente a la realidad social que vivimos.
El nombramiento de Imanol Pradales Gil como lehendakari representa, por tanto, y sobre todo lo demás, la adaptación de una vieja ideología a una realidad social que venía llamando a la puerta desde hacía bastante tiempo y que por fin ha quedado oficializada.
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