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No ha sido inesperado el nombramiento de Juan José Etxebarria como nuevo rector de la Universidad de Deusto, pero cuando conocí la noticia abrí el estuche con la medalla de San Francisco de Borja que él me entregó, en 2010, cuando regresó de Gandía tras ... conmemorar, junto a otros muchos jesuitas, los 500 años del nacimiento de quien fundó, en aquella ciudad, la primera Universidad de la Compañía de Jesús.
Juanjo fue de los últimos vascos que ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús nada más llegar a la edad adulta y después de haber convivido ya varios años en una comunidad jesuita, en Loyola. Alguna vez me habló entrañablemente de aquellos años de adolescente conviviendo con jesuitas que iban y venían de mil lugares repartidos por todo el planeta. Es un jesuita bien conocido en amplios espacios de la Compañía. Sirva de ejemplo que, de viaje familiar a Brasil hace unos pocos años, visité la Universidad de los jesuitas de Belo Horizonte y, al comentar que era vasco, el entonces rector me preguntó inmediatamente por Juanjo, con quien dijo que había compartido años de estudio en el Instituto Católico de París.
Fue el último superior de la querida provincia de Loyola que, en 2014, se integró con cuatro más en una sola: la provincia de España. Durante más de cinco décadas agrupó las obras apostólicas jesuitas del País Vasco y Navarra. Como recordamos Juanjo y yo la última vez que nos reunimos, a aquella provincia pertenecieron cientos de misioneros jesuitas que dejaron una honda huella en lugares tan dispares como, entre otros, Venezuela y toda Centroamérica, el Congo o Roma.
No se permitiría a nadie ingresar en la orden si aspirara a trabajar de académico en alguno de sus dos centenares de centros de educación superior y menos aún a ser rector. La Compañía busca jóvenes ilusionados en recorrer un largo itinerario espiritual y formativo, tanto individual como comunitario, que les prepare y entregue al servicio de los demás en aquel lugar donde puedan hacer el «mayor bien». Sin embargo, la escasez de vocaciones lleva irremediablemente a que una parte muy importante de los jesuitas más jóvenes deban asumir cargos de gran responsabilidad en sus obras de apostolado.
La Compañía de Jesús lleva tiempo discerniendo y afinando la identidad y misión de sus universidades, desde coordenadas como por ejemplo la educación para la justicia social. Sin embargo, no ha propuesto un estilo directivo concreto para sus rectores, más allá de la necesidad de alinearlo con el conocido como 'liderazgo ignaciano'. Será al mismo Juanjo al que le corresponda determinarlo. Por ejemplo, ¿se inclinará por una presencia pública muy notoria, al estilo de otros rectores vascos que lideraron universidades jesuitas en América Latina, como Ignacio Ellacuria o Luis Ugalde, u optará por una participación más discreta en el debate social, en sintonía con lo que ha sido la trayectoria de las universidades de la Compañía de Jesús en Europa?
Puede ser que las parroquias vascas estén vacías de jóvenes, pero no así las aulas de la Universidad de Deusto. De ahí también el liderazgo pastoral y misionero que, ahora más que nunca, el rector habrá de desplegar, añadido a sus retos como líder gestor, organizativo o académico. No encontrará mejor maestro para ello que el mismo Ignacio de Loyola, como Juanjo bien sabe. Hace cinco siglos, en una sociedad tan convulsionada como la nuestra, Ignacio se hizo amigo y confidente de un grupo variopinto de estudiantes de la Universidad de París, con los que convivió, a los que catequizó y con quienes también dialogó sobre todo lo humano y divino. Quedaron transformados. Algunos de ellos, además, fueron los que fundaron con Ignacio la Compañía de Jesús.
Al hilo de esto recuerdo a Juanjo una tarde de verano en 2011, coincidiendo con los días previos a la Jornada Mundial de la Juventud, cuando con voz pausada pero contundente pronunció una cuidada homilía inspirada en un relato del clarividente dominico Timothy Radcliffe. Fue seguida por gran atención, diría yo que casi de manera ensimismada, por una multitud de jóvenes que abarrotaban el santuario de Loyola. Es posible que, desde entonces, nunca más tantos jóvenes llenaran de nuevo la casa natal de San Ignacio. Y ha sido la única vez que pedí la copia de una homilía. Mucho más complicada es la lectura de su tesis doctoral en Derecho Canónico, elaborada en la Universidad Gregoriana de Roma y que él me regaló, advirtiéndome, como enseguida me percaté, de las dificultades que yo iba a tener para comprenderla.
Frente a lo que ocurría en el pasado, son ya muchos los estudiantes de Deusto que no se confiesan cristianos. Esto ha ocurrido siempre en otros centros universitarios jesuitas en países como India, Corea del Sur, Japón o Indonesia. De modo que Deusto sabrá también en donde poder recurrir y aprender.
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