Urgente Parte de la cúpula fiscal pide la dimisión de García Ortiz por negarse a responder al juez

La conmemoración del cincuenta aniversario de la Revolución de los Claveles transcurre de forma más que discreta, tanto dentro como fuera de Portugal, a pesar de la relevancia de sus consecuencias. No fue poca cosa acabar con una dictadura interminable y abrir el camino para ... la actual democracia, a través de una sucesión de conflictos que sirvieron además de enseñanza muy positiva para nuestra llegada a la libertad. Pero a distancia de la Transición española, que sigue siendo hoy objeto de debate, condena o referencia legitimadora, la portuguesa fue en su origen y desarrollo un proceso que apenas tiene que ver con el presente.

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Nació de unas guerras coloniales de las que nadie se acuerda, tuvo por protagonistas a unos militares que estuvieron a punto de enlazar con un Partido Comunista 'de siempre' para montar una democracia popular -otros querían seguir el camino de Angola o Mozambique-, y a partir de una sucesión de cuartelazos casi sin víctimas, fue a parar a la consolidación de la democracia estable. Señal de olvido: en el Museo de la Resistencia de Lisboa ni siquiera conservaban el disco de 'Grandola vila morena', la canción de José Afonso que sirvió de himno y de señal para la insurrección de los capitanes, el 21 de abril de 1974.

Entre nosotros, por el contrario, la memoria del pasado está bien viva, incluso demasiado viva, por cuanto ha pasado a actuar como factor esencial de la conflictividad imperante en las relaciones políticas. Tal sería el caso de la Memoria Democrática, instaurada con fuerza de ley por el actual Gobierno para fundamentar la división del país en dos mitades enfrentadas, donde una encarna el progreso, asociado a los perdedores de la Guerra Civil, y otra a la reacción heredera del franquismo. En cuanto visión del pasado, la imagen de la guerra está lejos de ser desacertada; se vuelve perversa al convertirse en un espejo cóncavo deformador donde en unos reside el Bien inmaculado y en los antagonistas un Mal absoluto, que se perpetuaría hasta hoy, no solo hasta Vox, sino para el conjunto de la derecha. Olvidando de paso lo que sucedió desde entonces, y particularmente en Euskadi, sometida por más de cuatro décadas al terrorismo de ETA (con las salpicaduras ocasionales de un terrorismo de Estado).

La instrumentalización de la memoria lleva de manera inevitable a deformar la historia. En el caso vasco, por distintas razones, ese propósito ha dado lugar a sucesivas tácticas de encubrimiento por los principales partidos vascos, dado que nos encontramos en una situación paradójica. Se ha producido la derrota del terror -es decir, del amplio sector nacionalista que practicó o respaldó el terrorismo-, no por esa respuesta democrática de la población que evoca Pedro Sánchez, sino por la eficaz colaboración de las fuerzas de policía españolas y francesas. El PNV de Arzalluz y de Ibarretxe no fue precisamente el actor principal en el escenario de la eliminación progresiva de ETA y ahí está la secuencia de declaraciones y actuaciones ante los atentados, culminando en el del socialista Buesa. No inspiró ni animó 'Manos blancas' o 'Basta ya', sino todo lo contrario. Así que ha optado con astucia, en términos freudianos, por la negación, mientras Bildu, heredero de la constelación ETA, lo ha hecho por la denegación, esgrimir la paz conseguida para desestimar las acusaciones y mantenerse leal al pasado que sigue inspirando su ideología. Lamento por las víctimas con espíritu de ongietorris. Los votos nacionalistas en Madrid han llevado al PSE a avalar ambas cortinas de humo. Y así la violencia pasada afirmó su hegemonía sobre el presente.

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El resultado pudo comprobarse en las elecciones del domingo. Por mucho que el PSE esté orgulloso por decidir quién decide, si PNV o Bildu, ha visto desaparecer sus últimos bastiones históricos y consolida su subalternidad en una Euskadi nacionalista. Esta por lo demás mantiene su vocación excluyente, a la sombra del privilegio económico, y sin duda la acentuará a partir del abrumador dominio conseguido. De momento, tranquilidad.

El problema es que sigue abierta la posibilidad del regreso de lo irracional que ha sido convenientemente tapado, sin que hayan desaparecido las ideas que lo produjeron. Lo ocurrido en Italia en torno a este 25 de abril, día de la liberación, viene a probarlo, cuando quienes pretendían haber superado la herencia del régimen fascista, sin renegar del mismo, vuelven a ejercer la represión de la libertad una vez asentados en el poder. Lo prueban la oposición abierta al antifascismo de miembros del Gobierno Meloni en esta fecha, con el ilustrativo incidente de prohibir la intervención en la RAI de Antonio Scurati, principal biógrafo de Mussolini. La amputación de la historia es la llave para esa deriva autoritaria, impidiendo la percepción de «las raíces antidemocráticas e iliberales de la derecha posfascista» (Scurati). Un riesgo imperceptible hace poco, como ahora en Euskadi respecto de los 'años de plomo'.

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