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Como ciudadanos sentimos una mezcla de estupor, impotencia y zozobra emocional ante lo que está ocurriendo en Afganistán. El epicentro de esta barbarie se sitúa en Kabul, pero se extiende a todo el territorio afgano, también al alejado de los focos mediáticos. ¿Qué cúmulo de ... errores han podido conducir a este desenlace? ¿Qué diríamos si quien ahora gobernase Estados Unidos fuese Trump y hubiese adoptado las decisiones que ha materializado ahora el presidente Biden? ¿No existe medio alguno en el mundo que posibilite frenar esta barbarie y este desastre humanitario y geopolítico?
Uno de los principales problemas al que nos enfrentamos es la ausencia de un liderazgo mundial compartido. Esta tendencia se agudiza en la dimensión geopolítica global por el hecho de que el mundo vive momentos de gran debilidad institucional. Las instituciones que refundaron las relaciones internacionales en 1945, hace ya 76 años, experimentan un serio declive en su 'auctoritas' mundial, lo cual les impide abanderar ese necesario liderazgo supranacional.
La muestra de barbarie y de irracional fanatismo que representa el régimen talibán o el terrorismo yihadista tiene desgraciadamente precedentes y réplicas lamentables: los años de ocupación militar de Afganistán y de Irak fueron el vivo ejemplo de una barbarie 'civilizada', orquestada bajo la batuta de un superado cesarismo en EE UU de la mano de los expresidentes (padre e hijo) Bush.
La resolución del Congreso de EE UU tras el trágico 11-S autorizó el uso de la fuerza en Afganistán, en Irak y allí dónde fuera necesario. Otorgó al presidente una autoridad suprema respecto a la 'guerra' contra el terrorismo, autoridad que se pudo ejercer para la defensa de su país en todos los campos, violando derechos civiles, negando la jurisdicción de los tribunales sobre ese limbo jurídico que fue y sigue siendo Guantánamo, extendiendo escuchas ilegales sin freno alguno... Y todo ello, bajo la bandera de la democracia. ¿Es posible una democracia sin Estado, como se pretendía en Afganistán?
La propia ONU legalizó la intervención armada de EE UU mediante la resolución 1386, de 2001, y autorizó la creación de una fuerza internacional cuyo objetivo no era llevar a cabo una misión humanitaria, sino lograr materializar «seguridad»; es decir, su fin último era erradicar el peligro internacional que representaba el terrorismo y no legitimaba la apropiación del país ni su invasión, como de facto se hizo por parte de EE UU.
Los tres últimos presidentes de EEUU -Obama, Trump y Biden- aceptaron que la única opción posible pasaba tarde o temprano por la retirada de las tropas militares estadounidenses del territorio afgano. El problema deviene -y se agudiza- por la forma en que tal inevitable retirada se ha producido: una muestra palpable de la pérdida de capacidad de liderazgo global de EE UU a nivel mundial. China y Rusia van a desempeñar en un futuro próximo un papel de mayor relevancia e influencia en todo lo que rodea a este conflicto.
Afganistán nunca fue un país liberado; su invasión y ocupación, disfrazada de operación de seguridad, ha tenido directa incidencia en las tendencias geopolíticas en Oriente Próximo, además de sembrar la tragedia, la destrucción, muerte y torturas. Afganistán y todo el avispero en que se ha convertido la región es hoy una sociedad en ruinas y convertida en una enorme fábrica de terrorismo.
La invasión militar por parte de tropas 'aliadas' comandadas por EE UU supuso un ataque frontal al Derecho internacional, una unilateral y vergonzosa decisión basada en el uso de la fuerza militar, una muestra de prepotencia y de desprecio a la legalidad internacional. Y la irresponsable forma de abandonar ahora el país ha sumido en el caos, en el terror y en la ausencia de toda esperanza a la población afgana que no ha logrado su objetivo de huir de la barbarie. Estados Unidos debe afrontar su enorme responsabilidad en esta catástrofe humanitaria. Los errores de George W. Bush se pagan hoy, otra vez, con vidas destrozadas. Joe Biden lo reconoce implícitamente reprochando a su antecesor, Donald Trump, no haber querido negociar la retirada progresiva para no asumir las consecuencias humanas trágicas que ocurrirían.
Esta crisis humanitaria tiene una deriva tremenda. Tal y como ha señalado el politólogo Sami Naïr, asistimos ahora al desenlace tremendo de la crónica anunciada de una llegada masiva de refugiados. El mundo debe acoger a los afganos solicitantes de refugio.
¿Y Europa? No puede limitarse a proclamar al aire el respeto de los derechos humanos abriendo solo una pequeña ventana de entrada a los afganos. Cumplen todos los requisitos previstos en la Convención de Ginebra sobre los refugiados. ¿Dónde se encuentra la posición común humanitaria que toda la UE se debe comprometer a defender? Los refugiados afganos nos interpelan: procede ahora el reconocimiento del derecho al socorro, emblema de la civilización que pretendemos representar. Europa no debe fallar ahora. No podemos permanecer ajenos a este drama humano. ¿Quién debe ejercer el liderazgo moral que permita volver a creer en una Europa inspirada en valores ahora hibernados o desvirtuados?
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