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El plan de relanzamiento económico para la Unión Europea diseñado por Berlín, París y Bruselas frente a la recesión derivada de la Covid-19 difiere en sus análisis según desde qué punto cardinal se aborde. Las negociaciones entre la Europa del Norte y la Europa ... del Sur se mantienen abiertas en un momento de extrema fragilidad para la zona euro pero el paso está dado: los países más pudientes ayudarán a los menos afortunados propiciándose la caída de algunos dogmas, auténticas interferencias de la integración económica europea. La historia reconocerá a Angela Merkel este mérito.
El 27 de mayo, Ursula von der Leyen, presidenta del Ejecutivo comunitario, anunciaba que la Comisión autorizaba un endeudamiento en los mercados de 750 millardos de euros destinados a frenar los estragos de la epidemia en las naciones más perjudicadas del Viejo Continente, Italia, España y Francia, principalmente. La relevancia de la propuesta de Von der Leyen no es tanto por la suma movilizada cuanto por su método: 250 millardos son préstamos, 500 millardos son subvenciones que serán transferidas -vía Presupuesto europeo- a los estados más dañados. Todos ponen, pero no todos reciben. Estamos ante verdaderas innovaciones cualitativas que de ser aprobadas por los Veintisiete prefigurarán las bases de un Tesoro europeo. En tiempo de descuento, ante la presión de Emmanuel Macron, Merkel ha entendido que la fractura Norte-Sur terminaría reventando el proyecto europeo.
La evolución de Berlín, durante mucho tiempo opuesto a cualquier iniciativa de redistribución, es definida como revolucionaria; se trata de un salto federal. Cuatro naciones -Austria, Dinamarca, Holanda, Suecia- se han negado primero al plan; hoy dudan, si bien Sebastian Kurz, canciller austriaco, admite «una base de negociación». La cumbre de hoy y mañana espera amplias discusiones. Frente a las reticencias, Von der Leyen ofrece garantías a estos miembros conocidos como 'los frugales': los países beneficiarios deberán presentar un programa de inversiones y reformas que la Comisión y los Estados aliados validarán, atenderán a sus «recomendaciones» para aumentar su competitividad. Las asignaciones a las que pueden aspirar cada uno de los Veintisiete están calculadas así como el período en que la Comisión pagaría sus deudas: de 2028 a 2058.
Desde que la pandemia golpeó a Italia en febrero, la parálisis provocada por el confinamiento no ha hecho sino aumentar las divergencias entre los países de Europa al tiempo que desdibujaba la aventura europea. El regreso del sentimiento identitario, un potente nacionalismo, el cierre de fronteras, el proteccionismo frente al mercado único, la insolidaridad en el acaparamiento de recursos sanitarios han resquebrajado pilares fundamentales de la Unión hasta hacer temer por un aumento del euroescepticismo. La perspectiva de un alejamiento brutal de las economías del Sur, las más endeudadas, las más limitadas en recursos estatales, ha llevado a Alemania a desmarcarse de sus planteamientos tradicionales. Dejar caer a los grandes países del Sur es exponerse a la desintegración de la zona euro, insistía Macron. De aquí la necesidad de unos fondos de recuperación comunes. Esto se llama solidaridad y es esencial para salvar el drama de la mortífera Covid-19. De lo contrario, ¿para qué sirve la UE?
Magdalena Andersson, ministra de Finanzas sueca, entiende que las cifras que se mencionan son enormes, que sí es hora de la solidaridad pero razonable. Ella debe explicar a sus contribuyentes dónde van sus altísimos impuestos, contener las fuerzas euroescépticas que esperan contrapartidas claras, convencer a los socios receptores de los fondos de relanzamiento que son un complemento a las medidas inteligentes que sus gobiernos sabrán adoptar en el marco de sus presupuestos nacionales. La socialdemócrata recuerda a los europeos que la devolución de la deuda pública de su país, 35% del PIB, una de las más bajas de Europa, no cae del cielo. Son decenios de contribuir al sostenimiento del Estado recibiendo muy poco de él. «Esto en los últimos veinte años, esfuerzo que no sucede en todas partes».
En el corto plazo hay mucho pendiente: el Presupuesto europeo para 2021-2027 y la aprobación por unanimidad del plan franco-alemán. Añádase otra polémica sobre las dotaciones presupuestarias previstas para superar la crisis. El fallo del Tribunal Constitucional Federal de Alemania (BverfG) de 5 de mayo cuestionando la compra de deuda pública de los estados miembros por parte del Banco Central Europeo representa una amenaza contra el ordenamiento jurídico comunitario. La sentencia puede tener consecuencias para la política monetaria europea y afecta ya a la doctrina del TJUE recordada en un reciente comunicado: «La supremacía del derecho comunitario es la única forma de garantizar la igualdad de los Estados miembros dentro de la Unión». En julio, Alemania asume la presidencia de la Unión. Mantengamos álgido el momento Mercron.
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