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A Donald Trump no le están gustando ciertas investigaciones sobre su persona; menos la iniciativa de Taylor Swift ante las elecciones de mitad de mandato el 6 de noviembre. Se advierte en la discreción de sus respuestas. Con la manifiesta intención de otorgarles la menor ... repercusión posible, guarda silencio o domestica las ínfulas de sus impetuosos tuits. En el caso de la considerada 'heroína del supremacismo blanco' se ha limitado a decir: «en el presente, la música de Taylor me gusta un 25% menos que antes». Extraña mesura en el presidente estadounidense; extraño cambio de formas.
La investigación publicada el 2 de octubre por el 'The New York Times' sobre la fortuna del inquilino de la Casa Blanca pone entredicho la figura del hombre hecho a sí mismo, leyenda sostenida por el propio Trump desde el comienzo de su carrera. Estamos muy lejos del único millón prestado por Fred Trump, devuelto «con intereses» por un hijo particularmente dotado para los negocios.
Las indagaciones del 'The New York Times' en los arcanos financieros de la familia Trump parten de documentos proporcionados al Senado por la hermana del presidente, Maryanne, para su confirmación como juez. Consultadas más de 100.000 páginas, aparece otro Donald Trump esquivo al prototipo publicitado: niño gratificado desde sus 3 años con 200.000 dólares anuales de su padre y convertido en millonario a los 8 años, recibirá en total cerca de medio millardo de dólares de la fortuna paterna como manera de superar cada inversión 'audaz'.
La investigación detalla las estratagemas de Fred Trump, las de sus hijos, para reducir al máximo sus impuestos. Esto, tras haberse beneficiado de importantes subvenciones federales destinadas al sostenimiento del mercado inmobiliario en los años 1950 y 1960. Se comprende el rechazo del político a publicar sus optimizaciones fiscales. Preguntados los estadounidenses por el barómetro de la CNN, apenas se hacen ilusiones sobre la rectitud del empresario. En septiembre, un 65% estimó que el presidente no es ni «honesto» ni «digno de confianza», mientras que solamente un 32 % pensó lo contrario. Las averiguaciones del 'The New York Times' no invitan a darles pábulo.
Pero sucede que, cuanto más se acallan los hechos, más resplandecen las verdades. Desde Londres un muchacho de pelo rosa, Christopher Wylie, no puede ocultar por más tiempo la trascendencia del análisis de datos que su empresa le encomendó. En marzo, convertido en lanzador de alertas, reveló a 'The Guardian' cómo Cambridge Analytica, filial de la sociedad británica Strategic Communication Laboratories (SCL), establecida en Estados Unidos gracias al apoyo financiero de Robert Mercer, ha explotado los datos personales de 87 millones de usuarios de Facebook para favorecer a Trump.
A su vez, Thomas Huchon desvela en otra magnífica investigación ('Comment Trump a manipulé l'Amérique', documental, Francia, 2017) que Trump no hubiera podido ser elegido presidente de Estados Unidos en 2016 sin la ayuda táctica, financiera y mediática del citado Robert Mercer. Desconocido del gran público, Mercer es, sin embargo, uno de los hombres más influyente del mundo. Enormemente inteligente y mejor estratega, ha demostrado que tomando posesión de los datos informáticos de millones de personas se puede volcar el curso de una elección. Menospreciando la necesaria transparencia de la democracia liberal, el supramillonario busca imponer sus ideas ultraconservadoras a la sociedad norteamericana.
Abiertas las primarias del Partido Republicano para la presidencial de 2016, constatada la derrota de su apuesta, el senador de Tejas Ted Cruz, Mercer potencia al magnate de la inmobiliaria. Inyecta 15 millones de dólares en Make America Number One, un comité de acción política que discretamente permite financiar la opción preferida: para entonces, Trump. Desconocíamos que este informático, creador y gran beneficiario de los algoritmos que deciden parte de las transacciones financieras en las firmas de inversión, tomara el control de la campaña de Trump. No sin contrapartidas. Durante el verano de 2016, Mercer impone a Trump un nuevo equipo: al frente su hija Rebekah y Steve Bannon, redactor jefe de 'Breitbard News', un medio de extrema derecha recomprado por Mercer en 2012, destacado en 'fake news' (falsas noticias).
Desconocíamos que Trump pudo contar con la firma especializada en el manejo de perfiles psicológicos Cambridge Analytica. Ante un comité en el Parlamento británico, Christopher Wylie lo explicó: las reticencias del candidato estadounidense se disiparon ante el éxito de su empresa con el 'Brexit'. Thomas Huchon lo cuenta: precisa finamente cómo se llega al votante indeciso, cómo se le bombardea desde sus páginas de Facebook con 'dark posts' -sutil publicidad interpersonal que desaparece al cabo de unas horas sin otro rastro que el del servidor-, empeñado en no proporcionar pruebas. Huchon añade cómo se consiguieron los 77.000 votos necesarios en los Estados de Michigan, Wisconsin y Pensilvania hasta decantar a los indecisos por Trump. A falta de una explicación de la salida de Bannon del equipo directivo de la Casa Blanca, el documental expone la alarmante fragilidad del sistema político estadounidense así como la desconcertante vulnerabilidad de la democracia ante el uso interesado de millones de datos desperdigados en los gigantes de Internet.
Mercer dio su golpe, impone sus tesis. Cambridge Analytica cerró en mayo. Trump, ni tan dotado para los negocios ni tan hábil en política, retoma la acción con Data Propria, que atosiga ya a los electores de regiones clave. ¿Conoce Taylor Swift la fuerza de estas maquinarias de marketing político?
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