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El continente era tan atractivo como el contenido: camarera o conejita en la troupe de Hugh Hefner, epítome supremo del 'cool' neoyorquino en los 70 y los 80, reproducción 'small size' de Marilyn y, por supuesto, 'frontwoman' de la banda que mejor combinó en el ... crisol de los éxitos el pop, la new wave, el punk suave y el rock a secas. Ya se entiende, claro, que su vida y sus memorias sean como una mirilla caleidoscópica sobre el duro ascenso a la celebridad y, muy especialmente, sobre el recorrido experiencial por la mejor topografía y zoología del 'showbizz'. Naturalmente lo más fácil, lo más sugerente, es el tránsito de camarera de Miles Davis a interlocutora de Godard, a espectadora de los excesos fálicos de Bowie o a efigie inmortal en uno de los mejores retratos de Warhol, pasando también por el ambiente del Max's Kansas City y el CBGB, todo ello como una prueba de vida y de presencia destacada en la mejor época de una escena musical y artística fundamental en la posmodernidad.
Ahora bien, más allá de ese 'gossip' tan buscado en las memorias de los gigantes del rock, quizás lo trascendental en esta autobiografía de Debbie Harry sea no solo imaginar entre líneas su difícil papel como mujer aspirante a la fama, sino también entender el advenimiento de su 'cool', de su estilo estético e interpretativo y, por consiguiente, de una de las personalidades más interesantes y perseverantes de la industria musical. Una industria para la que personalmente ya no cuenta demasiado, claro, a pesar de que su estela sigue presente en estilo de muchas estrellas actuales.
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