El pasado domingo cinco jugadores del Toulouse se negaron a jugar con un arcoíris en la camiseta. Se trataba de una iniciativa enmarcada en el Día Mundial contra la Homofobia y la Transfobia, que impulsa la Liga Francesa. «Gays o heterosexuales, todos usamos la misma ... camiseta», rezaba el lema de la campaña de este año.
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No es la primera vez que alguno de los futbolistas del equipo galo se ha negado a participar de la iniciativa «por sus convicciones religiosas». El argumento resulta llamativo porque no da la impresión de que el recogimiento espiritual de esos futbolistas sea extraordinario. Quiero decir que si fueran tan hondas sus creencias, tal vez les habríamos podido ver dando un paso al frente para denunciar alguna de las muchas situaciones de desigualdad y conflicto que asolan el mundo. Sin embargo, esas convicciones religiosas se les han debido de manifestar de forma repentina. No lo llames homofobia, llámalo epifanía.
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