En la mitología clásica los héroes eran fruto de un dios y un humano, un mestizaje que reunía en una sola persona la voluntad de un hombre y la omnipotencia y fuerza de un dios. Era francamente esperanzador ver el empeño de los héroes en ... conseguir algo a lo que los demás nos habíamos rendido de antemano. Así se entiende el fervor infantil por los superhéroes, pues quién no le habría mandado un recado a Superman, al hombre araña o al mismísimo Batman para que se ocupara de equilibrar las balanzas de este mundo.
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Emilia Lozano vive en el barrio de Hortaleza y frente a su casa hay un centro de acogida que gestiona la Comunidad de Madrid. Veía a los chicos subsaharianos entrar y salir, sentarse en una plaza, a veces se quedaban en silencio durante horas con la mirada perdida y esa soledad que puede darse cuando no sabes bien dónde estás, ni hablas el idioma, ni tienes nada que hacer. Emilia cruzó la calle y se sentó a preguntarles de dónde venían. No sabía dónde estaba Gambia, Guinea Conakri o Senegal, pero ella les enseñaba palabras, les trajo cuadernos y empezó por las letras y por una carta para cada madre de aquellos hijos que como los suyos habían volado del hogar, si bien en distintas condiciones. Un día se llevó a tres chicos a comer, otro a cinco y el día de Nochebuena fueron quince a la mesa. Su marido, que aspiraba a viajar con el Imserso y tener una vida tranquila, les enseñó cómo funcionaba un ascensor y cómo se ponía un enchufe.
Un día Mohamed cumplió 18 años y expiró el plazo para ocupar el albergue. Emilia se lo llevó a su casa a dormir. Las vecinas se unieron a la solidaridad y juntas fundaron Somos Acogida. Y lo eran, porque los chicos aprendieron a cocinar, el idioma y a jugar al parchís. Actualmente la organización cuenta con 86 socios y un local prestado al que cada día acuden migrantes a recibir clases de español, informática o cocina. No dan abasto y la casa está llena de chicos que han cumplido los 18.
La pareja de héroes procedía de La Puebla de Almoradiel, un pueblo de Toledo donde había casas vacías; y para allí se fueron a contar en la radio lo que estaba pasando. Al día siguiente tenían dos viviendas, una lavadora, algunos colchones y un carpintero dispuesto a arreglar la cocina. Hacen lo que pueden y participa el pueblo entero. En cinco años han conseguido papeles para veinte y trabajo para más de cuarenta. Son fontaneros, cocineros, electricistas, hablan español y algunos juegan al mus en el bar del pueblo. Los héroes se llaman Emilia y Luis y han cumplido 70 años.
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