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No ha llegado el verano astronómico, pero sí el calor. Y más que vendrá. Cuando llega el verano al hemisferio norte medio planeta saca las antenas al sol y empieza a saborear la palabra mágica: vacaciones. En cuanto a estas, las hay de muy diferente ... contenido y condición. Está el viaje que nos aleja de lo habitual, tan deseado por las multitudes como puede comprobarse en los destinos turísticos vistos a ojo de cámara, y está la humilde acera al sol con su caña y su tertulia, que es la realidad de una multitud más silenciosa. El sol del verano alumbra y ejerce su influjo sobre todos los ecosistemas y sobre todos los estratos sociales. Es cierto que no llega a tocar ciertas viviendas interiores, pues estas son más bien zulos como el que se puede visitar en el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo de Vitoria-Gasteiz.
El verano es ardoroso, extrema la desesperación e invita a la felicidad, despierta los sentidos y enciende el motor de búsqueda del cerebro. Y este verano es especial. Tras verle las orejas al lobo de la pandemia, experimentar las ataduras de una vida en estado de defensa, las paredes más o menos compasivas, más o menos crueles del confinamiento, la gente se lanza al sol con un entusiasmo que restaura enérgicamente el movimiento circulatorio de la máquina urbana y lo prolonga hacia los espacios rurales y los 'resorts', las rutas verdes y las costas azules. Si no están los tiempos para viajar al cada vez menos misterioso Oriente se viaja al desconocido mundo de al lado.
Todo lo hace el calor, que nos afecta, como afecta a la vida en general. Vamos como locos, unos sí, otros menos, pero en conjunto hay bastante locura en este precipitado retorno al ideal pasado o al pasado ideal. Los seres humanos que, como seres vivos, necesitamos de nuestro entorno y respondemos a sus señales, podemos ser también el mayor antídoto contra la vida, lo cual es un suicidio. Algunas personas aman tanto el calor que para ellas el cambio climático (dicen) es buena cosa. Se arriman sin pensarlo al sol que más calienta. Pero cuando el termómetro sube dos grados en tu zona eso puede ser bueno o puede ser insignificante, y cuando es la media de lo que sube la temperatura en todo el planeta, es que la estamos fastidiando.
La multinacional Shell ha sido condenada por un tribunal de La Haya a reducir sus emisiones de CO2 (en 2030 deberían ser la mitad) y esto sienta precedente y reconoce el modo de obtener beneficios (económicos) de algunas industrias a través del perjuicio general. Añadirle grados a la temperatura de la Tierra es un atentado contra los derechos humanos, pero en el anestesiante sopor de la calorina o del 'caloret', el protagonista de este cuento cambia el mañana por el hoy y se olvida de que mañana va a llegar mañana mismo.
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