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La incertidumbre es el sustantivo más frecuente en el verano de la pandemia y mucho más en el devenir del consumo. Los libros y su venta no son ajenos a esta falta de seguridad en el futuro inmediato, incluso con la paradoja surgida en el ... sector tras el confinamiento. Lo digo por los datos sorprendentes de consumo general que ha elaborado BBVA Research, donde se ve claramente una primera caída cercana al 50% en la venta de libros hasta finales de marzo y una inmediata recuperación a partir de abril y mayo. Naturalmente la recuperación fue mucho más rápida e intensa en el caso de las ventas digitales y bastante más lenta y renqueante en las librerías físicas, cuya apertura tardía no ha hecho sino agravar la crisis en la que estaban inmersas desde hace años. Afortunadamente la respuesta inicial de los lectores ha sido ciertamente positiva en el apoyo a sus librerías más próximas, si bien el descenso medio de las ventas anuales que ya se puede estimar en el 45% y la incertidumbre ante el futuro inmediato exigen tanto un respaldo continuado de la industria editorial y de los consumidores, como una especial atención institucional. Seguro que las grandes editoriales entienden su importancia y sabrán preservarlas con su política de pagos y su calendario de publicaciones, a lo cual debería unirse un mayor apoyo institucional a través de las campañas de apoyo al libro y su lectura o del respaldo municipal a esas ferias que son una verdadera fiesta popular que hace crecer la sociedad lectora y que, además, mantiene viva la llama de las viejas librerías de proximidad.
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