El Mirandés y Anduva son invencibles

No sólo merece ser destacado el triunfo sino cómo se consiguió, ante quién y, por si no fuera suficiente con todo esto, el golaveraje, siempre a tener en cuenta en un campeonato tan igualado, es favorable a los rojillos, que ya ganaron en El Sardinero.

Y Anduva. Que volvió a ser el de las grandes ocasiones, el recordado, el de antaño, metido en todo momento, el que empuja con el alma porque estos futbolistas y el cuerpo técnico han hecho que todo el mirandesismo sueñe. Y cada día que pasa hay más argumentos para que esto deje de ser un sueño.

Fue la tarde perfecta que ni siquiera el tremendo aguacero que cayó en la primera parte pudo deslucir, aunque para los espectadores del Fondo Norte y los de las primeras filas de General fuera un auténtico incordio. El triunfo final sirvió para pasar o, al menos, mitigar el 'mal trago'.

Era un partido especial. Se notó. No es habitual que media hora antes las gradas del Municipal estuvieran tan pobladas. El estadio se llenó salvo el cordón que se deja por seguridad entre las gradas 1 y 2 colocadas en el Fondo Norte.

El Mirandés siguió un plan de partido ya conocido, con las lógicas variaciones tácticas en función del rival o del desarrollo del partido. Este equipo no engaña a nadie. El Racing, mientras tanto, esperaba en su campo, lo que ahora se llama en bloque bajo, con las líneas muy juntas. Vicente, Arana y Martín por delante, los dos pivotes por detrás y cinco efectivos cerca del meta Ezkieta cuando los rojillos tenían el cuero, que era casi siempre. Su misión era tapar todos los resquicios y tirar de transiciones aprovechando los movimientos de Arana, Martín y Vicente.

Izeta, con una falta cuyo balón se fue al lateral de la red, Panichelli, acto seguido, que no acertó con una volea y otro chut de Iker Benito, que rechazó sin querer Izeta, habían sido las llegadas de los locales hasta que un tremendo aguacero cobró un protagonismo indeseado, que benefició al Racing. A partir de entonces, se soltó. Desde la grada se pidió falta a un jugador jabato, no se pitó y el pase filtrado a Andrés Martín acabó en gol de los visitantes.

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El árbitro jienense Guzmán Mansilla ya estaba siendo objeto de la iras del respetable. Por lo de siempre: tarjeta a la mínima para un jugador mirandesista cuando el rival se reitera en infracciones, faltas que se ven sólo en un lado y no en el otro... Fue el colmo cuando Reina se fue de su par, éste se revolvió y le quitó la pelota previo codazo en la cara. No se señaló nada.

El último cuarto de hora fue de los cántabros. Pudieron sentenciar prácticamente el choque, pero Raúl Fernández apareció con dos intervenciones salvadoras ante Javi Castro y Andrés Martín.

Lo mejor era que acabase ya el primer tiempo y que Lisci (muy disgustado con la actuación arbitral) reordenase sus piezas y aportase las indicaciones oportunas porque conforme pasaban los minutos el duelo había caído del lado de los verdes.

Tocaba remontar. José Alberto López introdujo al exmirandesista Meseguer. Sin embargo, los rojillos cumplieron con el cometido porque en el 51, una estupenda jugada con apertura a Juan Gutiérrez, supuso que el cántabro enviara un centro con música (es un central) desde la derecha para que Izeta cabeceara al fondo de la red. Un extraordinario gol colectivo.

Lo que hizo que Anduva se convirtiera en un volcán, espoleado por la afición. A partir de ahí, el Mirandés fue una avalancha. Borró del campo a su contrincante. Y eso es mucho decir. Una indecisión en la zaga foránea a punto estuvo de aprovecharla Panichelli, quien dispuso de otras dos ocasiones: en un cabezazo y con un tiro que se fue a córner. Egiluz también se quiso sumar a la fiesta y su testarazo fue abortado bajo palos.

Tomeo se fue lesionado y en su lugar se sumó Tachi. El partido era del Mirandés, volcado en el área del Racing. Izeta quiso repetir, esta vez desde lejos con un disparo que obligó a Ezkieta a lucirse.

Joel Roca se sumó pero en esta ocasión por Reina no por Izeta, que suele ser el recambio natural. Se ubicó de interior diestro para ayudar a Hugo.

Estaba cerca el segundo gol y llegó precisamente tras un córner, lo que el técnico de los cántabros dijo que era debilidad del Mirandés. Ezkieta no fue contundente en su salida y el despeje pegó en el visitante Manu Hernando para colarse dentro de la portería. Julio reemplazó a Izeta y Joel Roca tuvo el tercero, pero el cancerbero lo impidió sacando una mano. El júbilo final, con himno incluido, fue inenarrable. El equipo tuvo que salir de de nuevo de los vestuarios al ser reclamados por el fondo de animación. El sueño sigue adelante.