La naturaleza construye metáforas visuales que se sustentan sobre los principios básicos de la creación, sorprendentes en su caso. Basta con acercarse a las Conchas de Haro y comprobar que el agua del Ebro se atraganta en la vertiente alavesa para desmelenarse en el estrecho, ... como si resucitase a la vida después de superar el tránsito por el cuello de un útero calizo y se sintiese después a salvo, para remansarse por completo, superando un estado que se sabe de asfixia y depresión.
Publicidad
Así es como se entiende el juego de meandros que recrea sobre la vega de Haro, con dos giros en redondo dobre Tondonia y Zaco, antes de enfilar hacia el Recodo de Gimileo y hacer lo propio entre los pagos de Matulleri y Bigorta, que aventuran una última revuelta dentro de la comarca jarrera, la que se atisba desde el torreón y las cercas de Briones, que ven despedirse sus aguas bajo la protección de la Barbacana de San Vicente y las almenas del Castillo de Davalillo, ya en campo de San Asensio.
Sobre ese tramo, que el río estira hasta la saciedad para evitar la despedida, parece contenerse el parto para sembrar más fertilidad aún en el subsuelo de una tierra a la que empapa y convierte en un vergel sobre el que arraigan las raíces de viñedos míticos de la Denominación riojana.
Es el milagro que convierte a estos pagos, junto a los que se aferran a las laderas escarpadas de los Montes Obarenes y Sierra Cantabria, en los más señalados del mapa vitivinícola del país, por éstas y otras muchas razones. También el origen del tributo que los agricultores y vecinos de la zona se ven obligados a pagar de vez en cuando, porque la furia del Ebro se ha demostrado tan asfixiante como su propio abrazo.
Publicidad
En Haro se ha venido demostrando de forma periódica, sin responder a un plazo predeterminado y con mayor o menor virulencia. Lo hizo, por ejemplo, en febrero y mayo de 2003, castigando de forma parcial y con el latigazo del Tirón al Cámping de la localidad. Y volvió a hacerlo en febrero de 2015 con sorprendente fuerza en su caudal, de forma más atenuada en abril de 2018 y diciembre de 2019, y con doble ración el 30 de noviembre y el 11 de diciembre de este mismo año.
En el último de los casos con mayor avenida, incluso, que en febrero de 2015. Hasta tal punto que el Consejo de Ministros no ha dudado en situar este viernes a La Rioja dentro del mapa de espacios convertidos, por su crecida e inundación, en zona catastrófica, otorgando a los afectados capacidad para acogerse a ayudas y medidas de excepción concebidas para paliar los daños personales y materiales que hayan podido sufrir a lo largo de los últimos días.
Publicidad
Entre otros, los titulares de las explotaciones agrarias que anegó con su crecida en los términos jarreros de El Remolino, el Pardo o La Isla.
Asumido el cargo que supone contar con el perpetuo y silencioso riego que el Ebro aporta a las venas de ese espacio, a través de los niveles freáticos que garantizan humedad a las cepas asentadas sobre las lomas de ese rosario de meandros, entre el personal se sigue discutiendo si no sería necesario replantearse la intervención humana en la Boca del Ebro para evitar que éste haga palpable, como hasta ahora y por capricho, toda su capacidad de destrucción cuando llega crecido y bloquea la salida del caudal del Ebro hacia su cuenca.
Porque hasta la fecha, todo lo que viene aconteciendo no hace sino refrendar las tesis defendidas por la Confederación Hidrográfica del Ebro, que aprovechó la caducidad del proceso de actualización del Plan General de la ciudad jarrera para dejar claro que el entorno del Barrio de la Estación era zona inundable, después de haber aparecido en el que se aprobó en 2000 como suelo industrial vinculado al sector del vino.
Publicidad
El agua, que no sabe de leyes, sigue mientras tanto a lo suyo y vuelve a dibujar estampas que resultan tan dolorosas como sorprendentes, exhibiendo su potencia en los saltos del Tirón, imaginando juego de espejos con sus inundaciones entre los renques del viñedo que aún no ha sido podado y llevando la vida de los cauces a las calles de la localidad de Briñas, por donde pasean los patos empadronados en su ribera.
Todo ello sin dejar de regar, a escondidas, la tierra de aluvión que sostiene las cepas en los meandros a los que se agarra como si no quisiera salir de estos pagos a los que enriquece.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.