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Félix Montero | Iñaki Juez
Viernes, 22 de diciembre 2023
En la administración de loteria de la calle Ledesma no dejan de celebrar. Ayer, de nuevo, volvieron a descorchar la botella de champán. Y ya es tradición. Después de repartir el segundo premio el año pasado y el Gordo en 2018, en el sorteo de ... este 2023 les cayó uno de los quintos premios. Fue a las 11.38 cuando los niños de San Idelfonso cantaron el 57421. En ese momento Maribel Pecharromán, gerente de la administración de Ledesma desde que la heredó de su padre, estaba trabajando con el ordenador. No le prestaba demasiada atención a un sorteo que destaca por su monotonía; y aún más ayer, que el azar quiso que el Gordo y el segundo premio no salieran hasta el mediodía. Fue entonces cuando recibió la llamada de un medio de comunicación. «¿En serio? ¿Otra vez? ¡No tenía ni idea!», cuenta.
En total, la administración de la popular arteria de poteo que está a un paso de los juzgados y de la Gran Vía repartió 5,3 millones de euros. Eran 90 las series que correspondían a esta estación de lotería. Y se vendieron casi todas. De 900 décimos que recibieron solo devolvieron 14. Como parece que viene siendo tradición en Ledesma, pues el año pasado ocurrió lo mismo, muchos de los décimos se vendieron el jueves a última hora. Según cuenta Pecharromán, entre las sidras y los talos de Santo Tomás de un cliente «de los de toda la vida» se acercó a comprar el boleto.
«¡Al fin nos toca un número bonito!» exclamaba Pecharromán. «No dejan de decirnos que solo damos los feos!». Según contaba, aunque todos tengan las mismas posibilidades de salir, hay números que se venden más fácil que otros. ¿Y por qué? Pues, simplemente, porque entran mejor por la vista. De hecho, el año pasado le costó vender el segundo premio. Era el 04074, un número 'feo' según sus clientes habituales. Es más, tuvieron que exponerlo para que, al final, algunos valientes se animaran a comprarlo. Algo similar ocurrió cuando vendieron el Gordo, un 03347 que fue agraciado en 2018. Un número que les «habían asignado» y en el que no confiaban.
Este año, en cambio, se enorgullecía ayer Pecharromán, eligieron el número desde la propia administración. «No elegimos mucha variedad, confiamos en no tener muchísimos y que toquen», explicaba mientras repetía que no se podía creer que les hubiera tocado de nuevo. «He de confesar que esta mañana, mientras veía el goteo de quintos premios he dudado de nuestra estrategia, pero al final parece que funciona», confesaba tras descorchar la botella de champán.
La alegría indisimulada que mostraban ayer Pecharromán y las otras dos trabajadoras de la administración (Susana Alonso y Susana Tobalina) era solo por haber vendido el premio. «No lo hemos jugado», confesaban. «Solemos apostar entre los décimos que nos sobran, pero este no ha estado entre los elegidos», lamentaban.A diferencia del año pasado, cuando algunos premiados se acercaron a celebrarlo junto a las trabajadoras de la administración, ayer no se presenciaron las escenas de besos y abrazos que seguro que ocurrieron en otros lugares. «Alguno ha venido ya a cobrarlo y el resto seguro que llegan cuando marchéis los periodistas. Estarán por ahí tomando algo», reconocía Pecharromán.
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«'Aiba la hostia', Maribel, ¡que la has vuelto a liar!», exclamaba un vecino al pasar. «¿Otra vez? ¿En serio? ¡Y yo sin comprar lotería cuando siempre os toca!», comentaba el camarero del bar de al lado. «¡Ahora mismo compro una botella y celebramos!», exclamaba otro vecino.
¿Y a quién le ha tocado? «Pues a nuestros clientes de toda la vida», suponía la lotera Pecharromán. Según contaba, no son una administración que se caracterice por vender décimos «en bloque». De hecho, todo lo contrario, suelen ser los vecinos del barrio, de manera individual, quienes acuden a comprar boletos, junto a los trabajadores que tienen oficinas o comercios por la zona. Aunque, visto lo visto, todo apunta a que cada año acudirán más bilbaínos en busca de suerte. «Sabe mejor repartirlo entre más gente», se enorgullecía ayer una Pecharromán, que trabaja en el local desde hace 20 años. «Aunque 6.000 euros no van arreglar la vida a nadie, es mejor que nada. Esperemos que sirva para tapar algunos agujeros», se enorgullecía mientras brindaba.
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