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Los seres humanos se mueven por sentimientos y/o por pensamientos. O al revés. Quiero decir que todos nos dejamos llevar, a veces, por unos y otras por otros. En teoría, habría que darle prioridad a lo segundo, a los pensamientos pero, como dijo mi ... amigo Pascal: 'Le coeur a ses raisons que la raison ne connaît point' ('El corazón tiene sus razones que la razón no conoce'). Y así nos va.
A la hora de administrar los presupuestos de lo que sea, me voy a centrar en los de la Diputación de Álava, porque es mi administración de referencia, el 'padrino', también conocido como diputado general, prepara la tela para los grandes gastos del territorio histórico y luego se guarda algo de calderilla para los chavales de la cultura.
Pero, lo que me han pedido es que hable de las fiestas y eso es algo que afecta a los comportamientos generales, más que a los particulares. Por eso, al hablarme de que pulse un poco el ambiente de las fiestas, cómo van las fiestas, no me ha quedado más remedio que generalizar. Porque los sentimientos o pensamientos que cada vitoriano/a haya podido tener estos días yo no los puedo saber pero los 'pulsamientos' del colectivo eso sí que puedo anotarlos porque son públicos y notorios.
Pongo un ejemplo. El día 4, a las seis, cuando empezó a bajar Celedón, los 'pulsamientos' de las miles de personas que se habían reunido en las plazas y alrededores para verlo, estaban a punto de hacer saltar cualquier tipo de marcadores. Yo no había sentido cosa igual en años. A pesar de que hubo quien no pudo ver nada por culpa de una pancarta impositiva que, no me explico cómo, a mí me hicieron abrir mi pequeña 'poltxa' de mano, para poder llegar a la plaza, fue desplegada en mitad, los pulsamientos positivos me hicieron temblar de emoción. Hasta el punto de preocuparme.
A estas alturas, quien más, quien menos sabe de la importancia que tiene que el corazón mantenga su ritmo. A mí, y no soy el único, un día me dijeron que el mío no iba así, que se descontrolaba y en lugar de seguir su ritmo iba a su arritmo. Por eso, desde entonces, además de la pastilla, tomo mi dosis de control de 'pulsamientos'. Y, el otro día, por poco me descompongo. Fue un momento, el de la euforia desbocada. Un rato breve. Luego la misma realidad de lo que ocurría nos fue relajando a todos/as. Para cuando Celedón terminó de poner pañuelos, ya casi habíamos recuperado el pulso.
Digo que los colectivos humanos se mueven por 'pulsamientos'. Mientras veo pasar los blusas me entretengo en pensar cuáles puedan ser los que justifican que existan dos organizaciones de blusas distintas en una sola fiesta verdadera. Me viene a la cabeza la historia de los habitantes de los dos reinos de Liliput que llevaban enfrentados tantos siglos que nadie recordaba por qué lo estaban. Había una especie de leyenda sobre cómo había que empezar a comerse un huevo escalfado, pero como yo no sé ni lo que es eso, no puedo aportar nada. Más que mi impresión, sin tener ni idea, de que pueda haber blusas que salen en unas u otras cuadrillas sin tener la menor idea de por qué la suya está en uno o en otro grupo. Si esto fuera así, cuestión de 'pulsamientos', no estaría de más que alguien se dejara de llevar por sentimientos y dejara paso a los pensamientos, arreglando un desaguisado que no deja de producir una cierta arritmia en el compás de las fiestas.
Pasan los días, como pasan los pasos, pausados. Porque si algo caracteriza las fiestas de Vitoria es su capacidad rítmica. Momentos diastólicos y momentos sistólicos. Me han preguntado muchas veces cuál es la gracia diferencial de las fiestas de Vitoria, qué es lo que las hace tan especiales. Y mi respuesta ha sido siempre la gente. Mira cómo va y viene. Mira cómo, ahora, parece que no pasa nada y mira lo que pasa dentro de un rato. Vete a cualquier sitio, hay muchos. A una hora, es como si la ciudad estuviera no ya en ritmo normal, es como si se hubiera aletargado. Vuelve al mismo sitio a otra hora. No digo a la Virgen Blanca, a la Plaza de España, a Fueros... digo al Machete, a la Provincia, a la Florida, al Prado, a detrás de la catedral, a Peñaflorida, y su trastienda árabe... ¡Vete ahora! Verás qué follón, qué gentío. ¿De dónde ha salido? Como la sangre, del corazón de la fiesta. Sale, fluye por todo el cuerpo de los espacios festivos, los llena, los revienta, eleva el pulsómetro de los 'pulsamientos' hasta el riesgo del ya no va más y, luego, sístole, recogida, aquí no pasa nada. Cada uno a sus 'cadaunadas'.
Una y otra vez, la gente, no solo los blusas, va y viene dando la impresión a veces que sin saber muy bien a dónde. A los fuegos artificiales. ¡Vale! a los fuegos. Es una de las arterias principales, uno de los 'pulsamientos' más espectaculares pero, cuando no, a ver pasar las cuadrillas. ¡Vale!, a ver cómo saltan los muchachos piruetas de la Virgen Blanca. ¡Vale!, al concierto de la Banda, que hoy tocan con la comparsa de gigantes y cabezudos, de acuerdo. La gente sabe de sobra a dónde va, es la impresión la que nos engaña.
Como si le preguntáramos a la sangre/gente si no se aburre de realizar tantas veces por minuto el mismo movimiento de vaivén. Y nos ganáramos su respuesta desabrida. No te das cuenta de que si no voy y vengo todo el tiempo no habría 'pulsamientos ni nada... Yo soy la fiesta, yo hago la fiesta, aunque sea sin hacer nada, latiendo al unísono de todo el que se me quiera sumar para que sea más fuerte. Esta es mi fuerza, esta es la fuerza de las fiestas de Vitoria. !A ver quién le echa un pulso!.
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