La fiesta regresa a lo grande a Vitoria

Nunca les había tocado esperar tanto tiempo a neskas y blusas para anudarse el pañuelo al cuello y calzarse las abarkas entre fiesta y fiesta. Cerca de tres años, uno de ellos bisiesto para poner un poquito más a prueba si cabe su paciencia, han tenido que aguardar por culpa del covid para tomar otra vez las calles de Vitoria. Y vaya si lo hicieron este lunes, a lo grande y con el vaso de las ganas -y lo que no son las ganas en vista del estado de más de uno- a rebosar tras el obligado parón. El primer Día del Blusa y la Neska en pandemia -porque las experiencias alternativas de los últimos veranos aseguran que no les habían llegado «ni para empezar»- resultó de récord. Casi 6.000 personas en las filas de las cuadrillas, el doble que en el lejano 2019, invadieron la ciudad en un multitudinario aperitivo de La Blanca que abarrotó los principales actos de la jornada. Desde la carrera de barricas, donde hubo codazos para seguir el recorrido de los toneles en primera fila, a los puestos de los ajos o los paseíllos. Incluso en las barras de los bares del centro, por no hablar de las cotizadas terrazas, costaba hacerse hueco.

La ilusión por enfundarse de nuevo el traje festivo, con centímetros de más y, sobre todo, de menos tras más de mil largos días encerrado en el armario, hizo que la jornada arrancara más temprano que en anteriores ocasiones. A primera hora de la mañana ya se veía ambiente en el centro de la capital alavesa, con los vendedores ambulantes entre los más madrugadores, aunque fue cerca del mediodía cuando comenzó a percibirse que la jornada iba a ser histórica. «Nunca he visto tanta gente a estas horas y vengo por aquí desde hace veinte años», observaba Conso Gómez mientras daba salida a ristras y ristras de ajos con lábel navarro. Ya intuían las cuadrillas esta respuesta masiva al Día del Blusa y la Neska hacía varias semanas cuando empezaron a hacer números y comprobaron que sus miembros se habían duplicado durante la pandemia. Gasteiztarrak, Jatorrak, Karraxi, Los Alegríos o Zoroak, por ejemplo, han multiplicado sus fuerzas.

El 'overbooking' en las cuadrillas, de hecho, dejó sin plaza a unos cuantos aspirantes a coserse el escudo de algunos de los 27 grupos que volvieron este lunes -en realidad, el domingo por la noche- a pisar la calle. Ellos, el alma de la juerga, también han crecido en este tiempo con la incorporación de Akelarre y sus 150 integrantes. Pero el descanso impuesto por el coronavirus, una auténtica agonía para las neskas y los blusas más activos, ha rejuvenecido también las cuadrillas, cuyos miembros han aumentado en este tiempo su familia y, de paso, el clan festivo. «Hoy vamos a conocer a los hijos de muchos amigos que han nacido en estos años y como sólo nos vemos por estas fechas...», comentaban los Santibáñez Cantero, de Luken, al son de la txaranga. La de este lunes fue también una jornada de «reencuentros». Y de tradiciones, incluido el burro Tamames, que volvió a pasear por la ciudad de la mano de Batasuna. «Un éxito», resumían en esta cuadrilla sobre el tirón que tiene el asno.

El animal abrió el paseíllo, otra de las citas más multitudinarias del día, que los vitorianos siguieron de pie, sentados en las terrazas de los locales hosteleros y también asomados a los balcones. Algunos, por primera vez. «Está alucinando con la música, la gente... No entiende nada, pero se lo está pasando bomba», contaba Maider Lastra en Dato sin perder de vista a la pequeña Ainhoa, a punto de cumplir dos años. Lo celebrará en plenas fiestas de La Blanca y, tal como fue este lunes el Día del Blusa y la Neska, se asoman enormes. Que se prepare el libro Guinness de los Récords que, a ganas, nadie puede con las cuadrillas.

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