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Es la otra cara del anhelado ambiente festivo que inundó ayer Vitoria, preludio del plato fuerte con La Blanca. La ausencia de esos blusas y neskas que durante toda una vida se habían encargado con sus respectivas cuadrillas de avivar los festejos vitorianos, pero que tristemente en el último año nos han dejado. Unos fieles a los que ayer sus compañeros rindieron un sentido homenaje con la tradicional ofrenda en el cementerio de Santa Isabel.
Es cierto que se trata de un acto que se extiende a todos los difuntos, pero en esta ocasión la ceremonia estuvo marcada especialmente por dos nombres: Luis Mari Sánchez Íñigo y Esther Polo. Se trata de dos personas que guardan una relación muy estrecha con Celedón. El primero porque fue uno de los nueve creadores del personaje más popular de las fiestas vitorianas y el único que quedaba ya con vida; la segunda, porque fue la mujer del primer Celedón, José Luis Isasi.
el regreso
Se trata del único acto que se ha mantenido durante estos dos años de pandemia que tanto dolor ha causado .«En esta cruz recordamos a todos los difuntos de Vitoria que ya no están entre nosotros», lamentó Juan Carlos Aguillo, párroco de San Miguel. Precisamente la iglesia acogió a primera hora de la mañana una eucaristía, antes de trasladar la atención al camposanto de la mano de una veintena de personas.
Luis Izaga, de Bereziak, fue el encargado de trasladar las flores que Alaitz Justo y Uxue Arberas se encargaron de depositar después en la cruz central del cementerio. Después, ambas neskas bailaron un aurresku, acompañadas por los txistularis Mikel Delika, José Antonio Zabalza y José María Bastida 'Txapi'. Precisamente el exdirector de la tamborrada de las sociedades gastronómicas de Álava dedicó unas palabras a los fallecidos. «El año pasado dijimos que ojalá este año la ciudad pudiese vivir el estruendo de las txarangas y se ha cumplido. Ha vuelto con más fuerza que antes y ellos –por los muertos– vivirán estas fiestas desde arriba», destacó 'Txapi', quien aprovechó la ocasión para contextualizar el homenaje.
Durante su intervención recordó que esta costumbre nació en 1946 de forma «casual» en el segundo Día del Blusa tras una ofrenda a Valentín Chiquirrín 'El Chiqui', matador en la becerrada del primer Día del Blusa. Más tarde el gesto se extendió a Mariano San Miguel Urcelay, autor del pasacalles de Celedón. Sin embargo, durante ocho años las flores no volvieron a rendir culto a los fallecidos, hasta que en 1955 se recuperó esta tradición con el resurgir del Día del Blusa.
La visita al cementerio fue ampliándose con paradas en tumbas como la de José Lejarreta, conocido como el alcalde de los blusas, quien hizo posible que estos pudieran volver a salir a la calle. Otros blusas a los que se recordó son José Luis Fernández Alonso 'El Zapa', el compositor Luis Aramburu y Josemari Sedano y Javier Prusilla, fallecidos en 2015. En 1970, las cuadrillas no salieron a las calles debido a varias discrepancias. Y en 1976 los actos festivos fueron cancelados tras la masacre del 3 de marzo, pero la visita al cementerio se mantuvo de paisano. Ayer se escribió un nuevo capítulo.
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