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De unas semanas a esta parte o dices en algún momento de tu conversación inteligencia artificial o estás muerto. No eres nadie. Otra cosa muy importante es dejar caer cuando se habla que lo que viene da mucho miedo. «¡Es terrible!». Ante semejante amenaza, no ... nos ha quedado otro remedio que intentar responder sobre los desafíos que esta nueva y tenebrosa tecnología plantea para la nutrición. Sobre las glorias y el lado oscuro de 'la máquina' frente a nuestro noble objetivo de comer sano y disfrutarlo. Hemos llegado a dos conclusiones.
La incertidumbre sobre lo que nos viene encima es tan grande que resulta difícil imaginar la larga lista de profesionales sanitarios que han rechazado participar en este artículo. Se entiende. Simplemente, todavía no se sabe. Y como no se sabe, y es mayor el ruido que las nueces –segunda conclusión– ¿de qué narices tenemos miedo? No hay motivo para la zozobra. De momento la IA (¡qué anglosajón suena!) es sólo una nueva tecnología.
Como somos perseverantes, finalmente hemos encontrado una especialista que se ha atrevido a reflexionar para Jantour sobre la cuestión, en función de lo que, de momento, se conoce. Gracias Ana Tellería, médico especialista de la Unidad de Dietética y Nutrición del centro médico quirúrgico IMQ Zurriola. El tema es: ¿Acabará la inteligencia artificial siendo nuestro nutricionista de cabecera?
«Es posible que la inteligencia artificial llegue a ser capaz de elaborar dietas en función de datos genéticos y de constitución. Pero cada persona tiene su propio recorrido, que va cambiando en función de su estilo de vida», razona la especialista. «El análisis de datos de millones de pacientes puede ser capaz de detectar y alertar sobre una carencia de vitaminas, proteínas o de lo que sea. Ahora bien, el acompañamiento que da el profesional, que estimula, da pautas, y está pegado al paciente, no hay tecnología que garantice», explica la experta. Es un motivo, pero hay más.
La especialidad médica que, de entrada, se beneficiará más de la inteligencia artificial será previsiblemente la radiología. Un radiólogo en España puede realizar unas 8.000 pruebas de imagen al año. La inteligencia artificial tendrá acceso a millones y millones de placas de todo el mundo. En teoría, eso le permite diagnosticar con muchísima mayor precisión que un humano. Ahora bien, la 'máquina' desconoce la historia de salud del paciente, carece del ojo clínico del especialista y, por supuesto, es incapaz de valorar aspectos que solo da el trato humano.
En medicina, además, resulta muy importante saber distinguir los llamados sesgos de un estudio. Quién lo firma, quién lo financia, que objetivo se perseguía... En nutrición, donde lo que se juega en muchas ocasiones es el mercado alimentario, esos sesgos se multiplican de manera exponencial. Y, claro, llegados a este punto... ¿Quién impedirá que determinado sector no inunde la red de información falsa con el fin de que el sistema concluya que '40 cervezas al día rejuvenecen la piel de la mujer y virilizan al hombre'?
Cada día, por otra parte, surgen estudios nuevos, que en muchas ocasiones echan por tierra todos los anteriores. Un solo trabajo (pensemos en el primero que habló sobre las bondades del aceite de oliva virgen extra) invalida los miles de informes que durante décadas hablaban de lo contrario. Además, la red, y más en nutrición, está llena de charlatanes, que generalmente logran más visitas y seguidores que el conocimiento.
¿Miedo? Mejor, sentido común. Por suerte hay algo que la inteligencia artificial jamás controlará y que, además, juega un importante papel en la mesa. «Son los sentimientos, que dependen de cada persona y de cada momento». Feliz fin de semana.
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