Johnson se sacude el bloqueo del Brexit

La claridad en el rumbo es consecuencia de una victoria aplastante del Partido Conservador en las elecciones celebradas el jueves, que prolongan una década en el Gobierno y dejan al Partido Laborista, liderado desde 2015 por su facción más izquierdista, con un grupo palamentario sin fuerza para influir en la dirección del país. La mayoría conservadora en la Cámara de los Comunes será de 80 escaños.

Los conservadores tendrán 365 diputados, a falta del resultado de una circunscripción en la región de Cornualles; los laboristas, 203; el Partido Nacional Escocés, 48; el de los Liberal-Demócratas, 11, y otros partidos, 23. El sistema electoral mayoritario arroja un aumento de 47 escaños cuando el avance porcentual del voto a los conservadores es del 1,2% con respecto al obtenido en 2017 por Theresa May.

En unas elecciones que Johnson identificó acertadamente que se resolverían por la adhesión al Brexit, los partidos que defendieron la permanencia en la UE en el referéndum de 2016 obtuvieron el 50,3% de los votos. Los conservadores agruparon a los partidarios de la marcha de la UE absorbiendo a los votantes del Partido del Brexit, que obtuvo el 2,7% de los votos, mientras la oposición compareció dividida.

En una declaración leída frente a la puerta del 10 de Downing Street tras recibir de la reina Isabel II el encargo de formar Gobierno, Johnson alentó a los británicos a «iniciar el camino de la curación» de las divisiones y prometió que el suyo será un 'Gobierno del pueblo', un Gobierno de conservadores de 'Una Nación', la corriente purgada por Margaret Thatcher y cultivada por John Major, David Cameron y May.

La marcha de la Unión Europa ha cambiado la composición del Partido Conservador, que en estas elecciones penetra en mútiples circunscripciones tradicionalmente laboristas en Gales, en comarcas industriales en torno a Birmingham, en zonas que fueron mineras en el norte de Inglaterra. Johnson reconoció que ese voto podría ser prestado para resolver el Brexit y prometió a esos votantes que trabajará «noche y día para no defraudarlos».

Los resultados en Escocia, donde el SNP independentista liderado por Nicola Sturgeon tiene 48 de los 59 diputados que la región envía al Parlamento de Westminster, auguran un enfrentamiento entre la voluntad de Sturgeon de convocar un segundo referéndum sobre la independencia en 2020 y la negativa de Johnson a cederle la transferencia para convocarlo.

El Partido Democrático Unionista de Irlanda del Norte pierde dos escaños y su influencia en Westminster en el tiempo de May. Pierde a su político más versado, Nigel Dodds, desbancado en un barrio marcado por el sectarismo y las secuelas del terrorismo por John Finucane, candidato del Sinn Féin, asociado históricamente al IRA. El unionismo norirlandés repudia el acuerdo europeo pactado por Johnson y avanza desorientado hacia una negociación para restaurar la autonomía suspendida desde hace tres años, que debe concluir el 13 de enero o llevar a nuevas elecciones locales.

Boris Johnson cumplió su ambición de ser líder del Partido Conservador en agosto. Encadenó decisiones disparatadas con el señuelo de que necesitaba un mandato para negociar un nuevo acuerdo con la UE que enterrase el alcanzado por May y basado en la amenaza espúrea de un Brexit abrupto. Cuando el Parlamento y los tribunales le cegaron esa vía, negoció un acuerdo en el que Irlanda y la UE cedieron, y que traicionó a los unionistas norirlandeses. Forzó después su objetivo primigenio, convocar elecciones.

El ardid estaba inspirado por un sentido de la realidad más exacto que el de sus rivales y críticos. La renuncia del Partido del Brexit de Nigel Farage a presentar candidatos que perjudicasen a los conservadores ha favorecido su triunfo. La amplia mayoría le ofrece la oportunidad de dictar el curso de la política doméstica y la diplomacia del Brexit sin temer, como May, la rebelión destructiva en sus filas.

El Gabinete será remodelado levemente el lunes y más profundamente quizás tras la conclusión del Brexit en enero. Su promesa de que la negociación de un tratado comercial con la UE concluirá en el final de 2020 sugiere que su objetivo es firmar un acuerdo de mínimos que asegure el libre movimiento de bienes, sin aranceles ni cuotas, pero abre incógnitas sobre las reglas de competencia justa y sus derivaciones.

La libra subió hasta niveles de agosto de 2016, dos meses después del referéndum. La certeza sobre el futuro y la extinción de la amenaza de un gobierno de socialdemocracia original fomenta el optimismo financiero. Pero el Brexit es una apuesta arriesgada de Reino Unido. Su primer ministro, Boris Johnson, reconoció ayer que en su campaña ha comprobado que el asunto que más inquieta a los británicos es la sanidad pública, protagonista principal de la campaña del laborista Jeremy Corbyn.