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Tras recuperar el control del corredor de Netzarim, que divide la Franja en dos, las fuerzas hebreas avanzan por el Norte, por Beit Lahia, y ... el Sur, por Rafah. El ministro de Defensa, Israel Katz, ordenó a sus hombres «que se apoderen de más territorio en Gaza. Cuanto más se niegue Hamás a liberar a los rehenes, más territorio perderá, que será anexado por Israel». Desde que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, decidiera el martes romper el alto el fuego de forma unilateral para presionar a los islamistas, su ejército ha matado al menos a 600 palestinos, 200 de ellos niños, según Unicef, y de momento no ha logrado liberar a ninguno de los cautivos.
Katz englobó este plan de anexión de tierras en el proyecto del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de levantar en Gaza la «Riviera de Oriente Medio». La entrada del ejército provocó un nuevo desplazamiento forzado de miles de personas y el objetivo de Israel es que ese sea solo el primer paso antes de que abandonen el enclave. Los hebreos presionan a Hamás con bombardeos, operaciones por tierra y un bloqueo total que devuelve a la población a los momentos ya sufridos durante los primeros quince meses de guerra.
No hay líneas rojas y los militares no dudaron en dinamitar el último centro que quedaba en la Franja para enfermos de cáncer. Israel destruyó el Hospital de la Amistad Turco-Palestina, construido por Turquía muy cerca del corredor de Netzarim. Las autoridades de Ankara denunciaron en un comunicado que «el ataque deliberado contra un hospital que presta servicios sanitarios a civiles en Gaza forma parte de la política israelí destinada a convertir Gaza en una zona inhabitable y desplazar por la fuerza al pueblo palestino».
Los israelíes no han encontrado hasta ahora resistencia armada por parte de Hamás. Los islamistas aseguraron que el grupo «sigue negociando y está en contacto con los mediadores de manera responsable y seria (…) y debatiendo la propuesta de Steve Witkoff y todas las demás ideas sugeridas para lograr un acuerdo de intercambio que garantice la liberación de prisioneros». La propuesta del enviado de Trump a Oriente Medio consistía en la extensión de la primera fase de la tregua que se activó a mediados de enero, lo que permitiría nuevos intercambios de rehenes por presos palestinos y la entrada de comida y ayuda al enclave al menos hasta el final del Ramadán. Ese pacto parece ahora muy lejano.
Netanyahu ha reabierto el frente de Gaza al tiempo que ha lanzado una guerra total a nivel doméstico contra la fiscal general, Gali Baharav-Miara, los jueces del Tribunal Supremo e incluso el jefe de Inteligencia, el todopoderoso Shin Bet, Ronen Bar. Al estilo de Trump, el primer ministro hebreo pasó a la acción con firmeza y escribió en sus redes sociales que «en Estados Unidos y en Israel, cuando un líder fuerte de derecha gana unas elecciones, la izquierda utiliza el sistema judicial como arma para frustrar la voluntad popular. ¡No ganarán en ninguno de los dos lugares! Nos mantenemos firmes, unidos».
El Gobierno de Tel Aviv votó este viernes a favor de quitar de su puesto al jefe del Shin Bet, después de que el Servicio de Inteligencia Nacional decidiera investigar a los asesores del primer ministro sobre la malversación de información clasificada o los pagos recibidos desde Catar por figuras próximas a Netanyahu. Mientras Israel y Estados Unidos siguen culpando a Hamás de la ruptura del alto el fuego, Bar acusó al mandatario israelí de negociar sin querer alcanzar un acuerdo real para una tregua.
El Tribunal Supremo suspendió de forma inmediata esta decisión del Ejecutivo y ministros radicales como Bezalel Smotrich respondieron en X: «Los jueces de la Corte Suprema no dirigirán la guerra ni determinarán a sus líderes». El recién nombrado titular de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, también ultranacionalista sionista, proclamó: «¡Es hora de una reforma judicial!». Se trata del próximo paso de la agenda gubernamental.
El presidente hebreo, Isaac Herzog, criticó abiertamente las «medidas controvertidas» del Gobierno que «profundizaron las divisiones» mientras Israel continúa en guerra en la Franja. Según sus palabras, «es impensable reanudar los combates mientras seguimos adelante con la sagrada misión de traer a casa a nuestros rehenes». Unas 40 personas que estuvieron cautivas han secundado un llamamiento a Netanyahu para que cese los ataques sobre el enclave y regrese a la mesa de negociación. Ahora se cree que quedan 59 secuestrados, la mayoría (34) muertos.
Ronen Bar lleva tiempo marcado por su discurso incómodo. Y eso parece haber pesado más en su cese, suspendido por ahora por el Tribunal Supremo, que su trayectoria de tres décadas en el Shin Bet. Llegó a su jefatura en 2021, en principio por un lustro, pero antes pasó por múltiples cargos, como la dirección de la División de Operaciones desde la que lideró misiones en Gaza, Cisjordania o Líbano así como el asesinato de Ahmed Jabari, una de las principales figuras militares de Hamás, en 2012.
El aún jefe de la Inteligencia israelí, de 59 años, hizo carrera antes en la unidad de élite Sayeret Matkal del ejército hebreo, la misma a la que perteneció Benjamín Netanyahu, con quien no le ha importado enfrentarse. Su formación, sin embargo, está lejos de una carrera militar al uso ya que se graduó en Ciencias Políticas y Filosofía por la Universidad de Tel Aviv y posee un máster en Administración Pública por Harvard.
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