
El alto el fuego sellado por Israel y Hezbolá a finales del pasado noviembre corre el riesgo de acabar igual que el acuerdo con Hamás ... en Gaza, hecho añicos esta misma semana. La tregua, salpicada estos cuatro meses de acusaciones mutuas sobre violaciones del pacto, pende de un hilo desde este sábado, cuando el ejército hebreo bombardeó Líbano –con «decenas» de lanzacohetes y un supuesto centro de mando de la milicia chií como objetivos– tras interceptar tres proyectiles disparados desde el país vecino. Las sirenas antiaéreas sonaron a primera hora de la mañana (7.30 en Tel Aviv) y desde entonces se sucedieron las advertencias a uno y otro lado. «Cualquier nueva escalada podría tener consecuencias graves», avisó la ONU, consciente de la creciente tensión.
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La alarma saltó en la localidad de Metula, en el norte de Israel, que algunos expertos en Oriente Medio consideran la frontera más peligrosa de la región. Allí fueron detectados tres cohetes lanzados desde Líbano sin que causaran víctimas aunque, según explicó el alcalde, David Azoulay, algunos vecinos decidieron abandonar sus hogares tras el suceso. La zona ya sufrió un éxodo durante los enfrentamientos del pasado año y desde el inicio del alto el fuego apenas un 8% de quienes huyeron durante esos meses decidió regresar. «No podemos permitir que se dispare hacia las comunidades de Galilea», clamó el ministro de Defensa, Israel Katz, tras al ataque, cuya autoría no había sido reivindicada al cierre de esta edición.
Hezbolá, el movimiento más poderoso en territorio libanés hasta hace unos meses, cuando quedó muy debilitado por el conflicto con Israel, sabe que todos los dedos apuntan al grupo como responsable de la agresión que podría haber dinamitado el alto el fuego. No tardó en negar «cualquier implicación» en el disparo de proyectiles sobre Metula. «Las alegaciones del enemigo israelí forman parte de los pretextos para continuar sus ataques contra Líbano, que no han cesado desde que se anunció la tregua», denunció la milicia chií, apoyada por Irán, en un comunicado. El ejército de Beirut informó del hallazgo de tres lanzadores de cohetes «artesanales» en una zona situada al norte del río Litani, a unos treinta kilómetros de la frontera hebrea, e indicó que se había «procedido a su desmantelamiento».
Las autoridades israelíes volvieron a poner en su punto de mira a Hezbolá –con la que mantuvo una guerra abierta entre septiembre y noviembre de 2024 tras varias acciones de la milicia chií en solidaridad con Hamás por la ofensiva en Gaza– y, sin mencionar expresamente al grupo, prometieron venganza contra los autores del último ataque. El general Eyal Zamir, jefe del Estado Mayor, aseguró que el ejército hebreo respondería «severamente» a la agresión y tanto el primer ministro, Benjamín Netanyahu, como el ministro Katz «dieron instrucciones –a los militares– para que actúen con contundencia contra decenas de terroristas blancos en el Líbano».
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La orden se tradujo en bombardeos sobre el sur del país vecino que se cobraron la vida de al menos dos personas en la localidad de Tulin y otra en Sour. Los líderes libaneses evidenciaron su preocupación por el impacto de este episodio en el alto el fuego. «Esto podría arrastrarnos a una nueva guerra con consecuencias desastrosas», lamentó el primer ministro, Nawaf Salam, quien advirtió del «riesgo de que las operaciones militares se reanuden en la frontera sur» con Israel. Un temor que comparte la Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano (Finul), que este sábado exhortó a todas las partes «a evitar los progresos realizados» en los últimos meses «especialmente cuando están en juego vidas civiles y la frágil estabilidad» en la zona.
Mientras, en Gaza, el ejército hebreo continuó con su ofensiva tras la ruptura el pasado martes de la tregua firmada a mediados de enero. Desde el regreso de la violencia al enclave más de 600 palestinos han perdido la vida. El sábado hubo otros catorce muertos, entre ellos cinco menores, y un número indeterminado de heridos como consecuencia de los bombardeos en una zona residencial de Gaza City, el campamento de refugiados de Nuseirat o el oeste de Rafah. Hamás acusó a Estados Unidos de distorsionar la realidad y defendió que en la mesa de negociación había propuesto «iniciativas claras para un alto el fuego y un canje completo de prisioneros».
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